Debería odiarlo

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“Escucha, estoy solo en una encrucijada.

No estoy en casa en mi propia casa.

Y he tratado y tratado de decir lo que está en mi mente”.

—BEYONCE. Listen.

La noche iba de maravilla.

Marina no recordaba un solo instante en el que hubiera reído tanto junto a Max. Era demasiado para ella, demasiado bueno y quería que no acabara aquel instante.

—Se nota que has cambiado mucho —dijo Marina tras demasiado silencio y miradas de contemplación.

Estaban en una cafetería cercana a su casa ya que su madre les había pedido que no fueran demasiado lejos… ¡su madre! Al ver a Max la mujer quedó completamente boquiabierta. No dijo nada por casi dos minutos, pero poco a poco recuperó la voz.

—Tú también, Marina. No sé por qué no fui antes a hablarte. Hubo mucho tiempo y como idiota lo he desperdiciado —se lamentaba el muchacho.

—Las cosas suceden por algo.

—Tienes razón. Pero no dejaré de arrepentirme.

Marina suspiró. Aquel Máximo era diferente en muchos sentidos. Sentía una alegría desbocada cuando él la miraba, era tonto, muy tonto, sin embargo, algo estaba revolviéndose en el interior de Marina, como si aquello fuese un tema prohibido para ella; el tabú de su vida adolescente.

—Es que, en serio, no puedo dejar de preguntarme qué demonios pasó contigo. Supongo que no has descuidado tus calificaciones, y que sigues esforzándote. De lo contrario te dejaría de hablar —Max sonrió socarronamente.

—No he cambiado el lado nerd de mi vida ni lo haría por nada del mundo. Pero después de la secundaria me pasaron tantas cosas y aquí estamos.

—Esas cosas debieron ser bastante importantes —añadió Marina intentando imaginar qué había pasado.

—Fueron mis primos —puntualizó Max—. Ese verano después de la secundaria fue horrendo, y no hay nadie más que te haga reaccionar de mala manera si no es tu familia. No lo veo como un cambio radical.

—Pues yo sí.

—Eres una buena persona, Marina. Siempre lo has sido.

—Supongo que… gracias —las mejillas de Marina ardían.

Marina volteó hacia la calle. Eran las once de la noche y para ser un día de Mayo el clima era demasiado fresco. Había uno que otro auto estacionado afuera de la cafetería, entre ellos el de Max; otros autos y personas pasaban caminando, inmersos en sus pensamientos, con un destino diferente cada uno, todos personas, pero con diferentes historias que contar.

¿Cuál era la historia de Daniel? ¿Por qué hacer lo que hizo y no esperar hasta que el bachillerato terminara?

Daniel… ¿por qué demonios pensaba en él?

Marina sacudió su cabeza como si las telarañas de sus pensamientos la fuesen a abandonar así de fácil. Revisó el nuevo móvil que su padre le había regalado en busca de una llamada perdida que pudiera ser del chico desaparecido, pero no había nada.

¿Acaso Daniel era tan importante para ella?

Marina se desperezó y arrinconó ese pensamiento. No quería responder nada.

—Cuéntame de Lorena —la voz de Max sonó reconfortante cuando lo escuchó.

—Pues —empezó Marina sin saber cuál virtud de su examiga podía contar primero, si es que tenía una—. La conocí el año pasado. Fue amable y parecía divertirse estando conmigo. Hmm… nos juntábamos seguido durante el verano. Y pues nuestra amistad surgió así, de repente y sin previo aviso. No sé qué quieres que te diga.

No somos amigos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora