Es mejor no saber

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“Empezamos a correr y correr.

Para escapar de esta ciudad.

No sabremos a dónde vamos hasta que doblemos la esquina”.

—BIRDY. Light me up.

La oscuridad de la noche entraba por las ventanas. Todos los pasajeros yacían dormidos en sus asientos, unos roncaban ruidosamente, otros leían con la poca luz de la que disponían y otros charlaban. El sonido del motor, el rugido del aire contra la carrocería del autobús, los tambaleos, la aceleración… todo podía oírlo y sentirlo Max.

Estaba temblando de miedo y de nervios. Aunque se sentía valiente como cuando haces las cosas por primera vez, la valentía se veía disminuida hasta cero por verse frente a lo desconocido. Sabía que llegarían a aquella enorme ciudad, cinco veces más grande que la suya, ¿y luego qué?

Marina no parecía demasiado dispuesta a dar indicios de qué era lo que pensaba. Max entendía que además de la huida obligada la chica estaba muy molesta con Daniel y su manera de proceder. Las palabras de la segunda nota de su primo iban y venían por su mente.

Me gustaría saber qué estúpido ha encontrado esto con la esperanza de poder encontrarme. Detén tu búsqueda ahora mismo. No me hallarás aunque sondees todo el mundo.

Eso dejaba claro que Daniel no quería ser encontrado, mas Marina era obstinada cuando algo se le metía en la cabeza y quería saldar una cuenta pendiente.

—¿Sigues despierto? —Preguntó la chica mientras Max miraba por la ventana.

—Sí —podía sentir el frío detrás del cristal.

—Lo siento, Max —dijo Marina con la vista clavada en el asiento de adelante.

—¿Por qué? —Replicó.

—Por esto. No tendrías que estar aquí si no fuera por mí. Eres una gran persona.

—Sé que soy una gran persona —contestó para hacer reír a Marina, quien al parecer rio brevemente—. Y estoy por voluntad propia, no es que me hayas secuestrado.

Hubo silencio.

—Nunca imaginé que me acusarían de matar a Daniel, del cual no sabemos si esté vivo —Marina sonaba sombría—. Me encantaría que mi vida fuera normal, si ese candado se hubiera abierto la primera vez que lo intenté… —suspiró.

—Espero que no te acusen de haberme secuestrado —soltó Max con tranquilidad—. Si eso pasa estarás en más serios problemas que ahora.

—Eres un tonto —Marina miró a su amigo con una sonrisa en el rostro.

—Un tonto que te apoya. No lo olvides —Max guiñó un ojo sin saber si Marina lo notaría.

—Un secuestro es el menor de mis problemas porque te tengo a un lado. No sabemos si en verdad Daniel está vivo o no hasta que descifremos a qué está jugando. Si es que está jugando a algo.

—En eso tienes razón —la respaldó—. Pero, y si está muerto, ¿qué se supone que harás?

—Sigo pensando que está vivo —la chica sonaba totalmente convencida de lo que decía.

—Yo espero que lo esté…, digo, quiero ver cómo le golpeas en la cara con el puño.

Marina irrumpió con una carcajada ante el silencioso autobús.

—Ese es el problema —agregó Marina una vez que se consiguió tranquilizar—. No sé qué tanto lo odio.

—¿Por qué?

No somos amigos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora