"Y yo sé, todos tenemos caídas.
Pero no sé cómo voy a levantarme de esta.
Realmente no lo sé."
—LAUREN AQUILINA. Low.
—Daniel es una clase de enfermo mental que metió a Marina en serios problemas —Explica Lorena con suma paciencia—. Mi tío, quien es policía no era muy discreto, mucho menos cuidadoso. Por eso yo encontré la primera nota y se la compartí a Marina. Ya te sabes el resto de la historia. Me puse demasiado pesada con este asunto, sospechaba del juego de Daniel desde un inicio, e intenté atraer a Marina para que se interesara, pero se mostró escéptica. No conté que ella sabía algo de Daniel que ni yo podía imaginar.
—Sí. Ella tenía clara la idea de adónde había ido Daniel —Afirmo por última vez. Llevamos alrededor de cinco horas de viaje. Ya falta poco para llegar. En todo este tiempo Lorena y yo hemos estado poniéndonos al tanto de lo que sabemos, ella sabe muchas cosas más que yo, y tengo que lidiar con muchas ideas encontradas al escuchar quién es realmente mi primo.
No puedo esperar para encontrarme con Marina y decirle lo que ahora sé. Se pondrá contenta al saber que no la he dejado sola, aunque lo haya hecho, se puede decir que volví a casa en busca de refuerzos.
Todo esto nos ha sobrepasado el tiempo que ha durado. En mi vida me imaginé que saldría a una ciudad a muchas horas de distancia de la mía, sólo para ayudar a una vieja amiga a salvarse de un destino no grato. Todas las expectativas que me creé cuando salí de la academia militar si no se han superado, bien ya se salieron de lo que pensé.
Afuera está oscuro. La noche cayó desde hace ya muchas horas, y lo único que pienso es en dormir, mas no lo hago por temor a recordar en sueños lo que Marina me dijo. Ha sido lo peor que me ha pasado en la vida, pero no puedo culparla a ella, tengo que culparme a mí por creer conveniente decirle lo que podía sentir desde el fondo de mi pecho cada vez que la miraba.
Es que soy un estúpido. Siempre sentí algo por ella, aun cuando usaba su aparato de ortodoncia, y yo era muy sope y teto en muchos aspectos. Nunca supe qué fue lo que sentí por Marina todo ese tiempo que sufrimos juntos; ¿era empatía? Apuesto a que no.
Lorena se va de mi lado al asiento que compró y me deja solo, por lo cual agradezco el gesto en silencio, necesito ordenar mis pensamientos y encontrar las palabras adecuadas para Marina una vez que me vuelva a ver, aunque aún no sé cómo la encontraré, es probable que no se encuentre en el hotel que se quedó.
La amiga de Marina y yo decidimos viajar juntos para ayudarnos en la búsqueda de Daniel. Lorena tiene una dirección en concreto, y jura que si no encontramos a Daniel ahí, entonces la investigación que hizo con la ayuda de la información de la policía nos habrá servido para nada.
Y ahora, a pesar de la información que he recabado, existen todavía enormes huecos. Uno de ellos es la llamada falsa con mi madre. Sigo sin entender eso.
Arribamos a León a eso de las tres de la mañana. Afuera está solo y hace un frío increíble. Lorena me mira y pide que la siga, cosa que hago sin rechistar. Subimos a un taxi junto al arroyo de la calle, observo la silenciosa ciudad con detenimiento, puedo sentir la emoción al saber que Marina se encuentra a tan solo unos kilómetros de mí. Lorena le da al taxista una dirección anotada en un papel, y tras una plática acerca de alguna seña del sitio, nos ponemos en marcha.
—¿Puedes sentirlo? —Inquiere la chica con un tono misterioso—. Estamos cerca de atraparlo.
—Se siente bien —respondo. Todas estas horas he confiado ciegamente en la chica que parecía más sospechosa en toda la ciudad, sin saber exactamente por qué estaba en la lista de quien sabía bien no podía contar.
Rememoro todas los chismes que me contaron acerca de ella. Algunos de mis compañeros se burlaban de Marina por lo 'ciega' que era al no darse cuenta de la amistad que tenía. Entre tantas cosas que decían y a la que más le temía, era que cuando Lorena era más chica, en la secundaria descubrieron un tétrico altar en su habitación dedicado a un chico de su escuela. Ahora todos esos chismes sonaban estúpidos porque la chica con quien compartía un taxi no era la loca que todos decían, era alguien centrada, con ganas de ayudar sin una recompensa a una amiga en problemas. Es una buena persona.
Recorremos la ciudad dormida en muy poco tiempo. Entramos en un residencial enorme, después de casi media hora de viaje. Puedo contemplar tranquilamente las casonas que flanquean la avenida principal, son enormes y tienen grandes árboles silvestres adornando sus jardines. ¿En este sitio está Daniel? Suena a ese tipo de lugares que mis tíos pueden ofrecerle a sus hijos, no me sorprende en lo absoluto.
El residencial está construido en múltiples lomas de colinas, subimos y bajamos conforme más nos adentramos en él, hasta que finalmente apreciamos imponerse en la oscuridad cinco edificios en lo más alto del cerro urbanizado. Nos dirigimos hacia allá.
Lorena paga al taxista cuando yo ya he bajado del auto. Tiemblo de los nervios. Este es el final de la travesía para Marina, una vez atrapemos a Daniel lo llevaremos de vuelta a casa y todo se resolverá. Sonrío bastante confiado.
—¿Qué esperas? Vamos adentro —Lorena apremia.
Nos encaminamos hacia la torre más alta de todas. Supongo este es el sitio en el que Daniel vive y vamos a confrontarlo directamente en su habitación. Es el tipo de plan que no va a fallar.
Entramos en la recepción vacía del edificio, el lugar es elegante y seguramente costoso. Dejo que Lorena se encargue del ascensor mientras espero detrás de ella. Un minuto después oímos que el elevador ha arribado.
—Corre —dice la chica.
Entramos rápidamente en el cajón y Lorena presiona el botón del vigésimo piso. Está por terminarse. Estamos cerca, noto mis manos frías y sudorosas. Cuando llegamos a nuestro destino somos recibidos por una estancia más pequeña que la de la planta baja. Una luz blanca y tenue ilumina ambos pasillos que van a la izquierda y a la derecha del recibidor.
Sigo a Lorena, quien se adelanta con pasos gigantes y toca en una puerta. No pensé que fuera a ser tan directa, y sin mayor precaución. Cuando llego a su lado me pide que guarde silencio.
—Entraré, y si algo pasa, entras tú, ¿vale? —Asiento, poco convencido, luego veo el gas pimienta en las manos de la muchacha.
La chica insiste en la puerta. Pasan un par de minutos cuando escuchamos que alguien abre la puerta.
Es poco lo que puedo comprender. Veo a Lorena entrar con paso firme y decidido al departamento. Espero pegado a la pared, en silencio y completamente listo para entrar en acción de ser necesario. Está todo en silencio ahí dentro que hasta puedo oír mi respiración.
Repentinamente oigo el grito ahogado de Lorena, llamándome para entrar. No lo dudo ni un instante, hago uso de lo que sé para defenderme y ayudar a alguien en apuros, sin embargo, cuando entro en el lugar, todo está ordenado. Me toma un segundo registrar todos los objetos en su sitio, los sillones, las mesas, todo.
Echo un vistazo hacia atrás, únicamente para observar que alguien cierra la puerta a mis espaldas, y luego algo se rompe contra mi cabeza y todo se vuelve oscuro.
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Esta es la última vez que Max tiene presencia narrativa en un capítulo. El final se acerca. ¿Listos?
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No somos amigos ©
Teen FictionEl chico que siempre vio junto a su casillero ha desaparecido y lo único que ha dejado tras de su misteriosa desaparición es una simple nota escrita sobre una servilleta. Ella sabe adónde ha ido o cree saberlo, pero no pondrá su atención en ello has...