CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

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Ya bastante tarde en la madrugada Nicole seguía sin poder pegar un ojo, así que se decidió por ir a la cocina a buscar un poco de agua y de paso dejar los platos que habían usado para comer.

Bajó las escaleras y fue directo a la cocina, lavó los platos y después se dirigió a la heladera para buscar agua, pero cuando estaba parada en frente de esta, escuchó como si la puerta de entrada se hubiese abierto.

Miró confundida el reloj que hay en una de las paredes de la cocina, quizás era la hora de llegada de las mucamas, pero eran las 3 de la mañana, no es muy normal que entren a trabajar a esa hora.

Cerró la puerta de la heladera y caminó hacia la salida de la cocina para asomarse y ver que onda.

Llegó a ver a una persona toda encapuchada de negro y con un arma, se quedó tiesa sin saber que hacer, pero cuando vió que el encapuchado iba hacia las escaleras, en un impulso, gritó.





- no!





El hombre se giró exaltado, claramente nunca se había percatado de la presencia de la chica, y como auto reflejo disparó, directo al abdomen de la protagonista.

Mateo se despertó enseguida, totalmente asustado por el ruido que claramente se había oído hasta su habitación, miró a su lado y no vió a Nicole, y derrepente un miedo enorme le inundó todo el cuerpo.

De tanta preocupación nisiquiera necesitó las muletas para caminar, al pararse de la cama sintió dolor pero lo ignoró completamente para salir rápido de la pieza, no sin antes buscar el arma que tenía en la mesita de luz.

Empezó a bajar las escaleras apuntando con el arma hacia adelante por cualquier cosa que se pueda cruzar, pero cuando terminó de bajarlas y miró hacia la cocina, se le rompió el corazón en mil pedazos en cuestión de segundos.

Nicole estaba en el piso, con un charco de sangre a su al rededor, y un hombre agachado a su lado, este estaba todo vestido de negro y tenía un gorro en la cabeza como si se hubiese sacado la mascara, por lo tanto, el protagonista enseguida pudo reconocer quien era.






- que hiciste? - preguntó Mateo casi sin que le saliera la voz caminando hacia el





Ya nisiquiera tenía fuerzas para mantener el arma arriba en forma de amenaza; y en cuanto a su pierna, la herida se le había abierto por ya tanto esfuerzo, pero estaba ignorando por completo el dolor.






- n-no sabía que era ella - respondió Sergio ahogado en lágrimas - disparé sin querer






El chico se terminó de acercar agachándose al lado de ella, quien todavía seguía despierta mirándolo, muy débil, pero despierta.






- llama a una ambulancia - largó Mateo ya con lágrimas en los ojos






Por alguna razón el hombre le obedeció y se alejó un poco para llamar.





- no me quiero morir Mateo - habló Nicole débil





El protagonista la miró y negó con la cabeza limpiándole las lágrimas a la joven, aunque sus mejillas también estaban mojadas.





- no, no te vas a morir mi amor - respondió el chico para después darle un beso en los labios - aguanta que ya viene la ambulancia





Sergio volvió a agacharse al lado de su hija, lloraba al igual que Mateo, ninguno tenía fuerzas para ponerse a discutir, por primera vez tenían una preocupación en común y era que Nicole este bien.

Al rato se escuchó la llegada de la ambulancia a las afueras de la casa, el hombre fue a abrirles, el joven no se movió de al lado de la chica.





- aguanta mi amor porfavor te lo pido - le rogó el protagonista besándole la mano


- ándate bien lejos - habló débil - que Sergio no te encuentre


- sshh no hables


- te venía a buscar a vos Mateo





Los hombres de la ambulancia llegaron para llevársela en la camilla, el chico se levantó para ir junto con ella, pero el padre de la protagonista se lo impidió.





- no, vos no - frenándolo con su mano en el pecho


- no me rompas los huevos - corriéndole el brazo bruscamente


- vos a mi hija no la ves nunca más





Al terminar de decir esas palabras le pegó fuertemente en la herida de la pierna, haciendo que ahora definitivamente no pueda resistir el dolor y caiga al piso chorreando mas sangre de la que ya había perdido.

Mateo se quejó del dolor y nisiquiera pudo hablar para putearlo mientras Sergio se alejaba y cerraba la puerta.

Intentó moverse para llegar a la puerta antes de que la ambulancia se aleje pero fue imposible, la perdida de sangre lo estaba debilitando y ni hablar del dolor.

Se sentó con la espalda apoyada en la mesita ratona frente al sillón y con la sabana de decoración que había encima de este se tapó la herida para por lo menos intentar desangrarse mas lentamente.

No tenía forma de llamar a nadie, no había ningún celular cerca y subir las escaleras claramente era impensado.

Sentía como se moría de a poco, estaba cada vez mas débil, y había zafado la primera vez de perder tanta sangre, dos veces probablemente no zafe.

Hacía lo posible para mantenerse despierto pero los ojos se le cerraban solos, hasta que no pudo soportarlo más y terminó desmayándose con las pulsaciones lentas que indicaban su poco tiempo de vida.

Pero el hombre de la entrada del barrio es amigo de los amigos de Mateo, tantas veces que fueron ahí a joderlo, ya se habían hecho amigos.

Y al ver que una ambulancia entró con la dirección de su casa el hombre llamó a los chicos, y en pocos minutos ya estaban ahí pateando la puerta de entrada para abrirla justo en el momento indicado.

Se habían dividido, algunos fueron hacia el hospital directamente, otros fueron a ver que onda a la casa.

Por suerte llegaron a agarrar a Mateo a los pocos segundos del desmayo y después de cargarlo en el auto se dirigieron directo al hospital con la velocidad al palo.

Ahora los dos protagonistas peleaban entre la vida y la muerte.

DANGEROUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora