Capítulo 43: Carrera

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Gojo caminaba por los pasillos de una escuela secundaria, rodeado por una extraña y alarmante cantidad de maldiciones que merodeaban por el área, atraídas por una fuga anormal de energía maldita. Al percibir la magnitud de las maldiciones alrededor, Gojo dejó escapar un silbido bajo de asombro y se volvió a cubrir los ojos, sintiendo la intensidad del aura que emanaba de algún lugar dentro del edificio.

Había rumores de alguien en la ciudad de Sendai tenia cantidades de energía maldita fuera de lo común, pero en su momento, el caso fue minimizado. Con Makima dentro de la escuela, el Ministerio de Hechicería estaba más concentrado en vigilarla a ella, asegurándose de que no intentara nada raro. Sin embargo, ahora parecía que esta anomalía merecía atención. Gojo sonrió para sí mismo mientras un pensamiento cruzaba su mente: Esta no es la misma ciudad donde encontré a Makima por primera vez? Se rió suavemente, empezando a hilar en su mente el enredo que era Makima.

Siguió caminando por los pasillos mientras las maldiciones, en su mayoría inofensivas, flotaban y lo observaban, aunque las maldiciones agresivas habían desaparecido casi al instante al sentir su presencia. Desde su llegada, ya había recibido varios informes de desapariciones de personas en el área, lo cual no era usual y hacía que la situación resultara aún más alarmante. Al abrir de golpe la puerta de un aula, se encontró con la fuente de esa energía desbordante.

Dentro, un chico estaba sentado solo, encorvado en su pupitre, con una expresión apagada y ojos visiblemente cansados. Al levantar la vista, el joven se quedó mirando a Gojo con confusión, observando la venda que cubría sus ojos. ¿Un ciego? se preguntó para sí mismo, sintiendo aún curiosidad por el extraño hombre que había aparecido en la puerta.

Con una sonrisa despreocupada, Gojo se acercó con calma. "Hola, niño", saludó, observando con interés la reacción del joven. El chico no respondió de inmediato, pero lo miró con ojos cautelosos y un poco perdidos. Gojo lo evaluó rápidamente, percibiendo la energía densa e incontrolada que emanaba de él. "Me llamo Gojo Satoru", dijo Gojo, inclinándose ligeramente, "y déjame preguntarte algo... tú los ves, ¿cierto?" Con un gesto, señaló hacia la ventana, donde varias maldiciones inofensivas observaban a través del vidrio.

El chico pareció estremecerse al escuchar la pregunta, y con un nerviosismo evidente, murmuró: "N-no sé de qué habla..."

Gojo se quedó observándolo, un poco sorprendido por la actitud del chico, pero sin perder su sonrisa relajada. "¿Seguro?" preguntó, levantando una ceja. Sin perder el humor, estiró la mano bajo una de las mesas y tomó algo que se retorcía lentamente, sacando una pequeña maldición y acercándola a la cara del muchacho.

"¡AH!" gritó el chico, apartándose con miedo.

"Jaja, sí, claro, eso pensé," se rió Gojo, liberando una rafaja de su energia a la maldición, que se desintegro rápidamente. "Bueno, volvamos a empezar. ¿Cómo te llamas?"

El chico dudó un momento, claramente incómodo, pero luego bajó la cabeza y murmuró: "Y-Yuta Okkotsu."

Gojo frunció el ceño brevemente, intentando recordar si el apellido Okkotsu le resultaba familiar, pero no encontró nada en su memoria. Aun así, el nombre no era lo importante; lo que tenía delante era una anomalía de energía maldita, algo raro y peligroso si no se controlaba adecuadamente.

"Bueno, Okkotsu," dijo finalmente, una chispa de interés brillando en sus ojos. "Tengo una oferta para ti."

En los terrenos de la escuela de hechicería, Makima miraba fijamente a un chico de cabello oscuro y semblante cansado, los ojos del joven revelaban un agotamiento que parecía ir más allá del físico. "¿Sigues aquí?" preguntó ella con su voz baja y distante, dejando que la pregunta se deslizara sin ofrecer mayor contexto.

El chico en cuestión, Megumi Fushiguro, respondió con un gruñido malhumorado mientras se estiraba. "Me dejaron aquí abandonado desde ayer", replicó con irritación, visiblemente molesto por su situación.

Makima asintió, esbozando una media sonrisa. Sabía que esa era una de las peculiaridades de Gojo. Es el tipo de cosa que Gojo haría, pensó ella, ocultando una chispa de diversión detrás de su expresión imperturbable.

De repente, una voz animada interrumpió el silencio. "¡Makima-chan, ya llegué! ¿Oh? ¿Interrumpo algo?" Era Kirara, que llegaba como cada mañana para acompañarla en su rutinaria carrera. Al ver la situación, Kirara se detuvo, observando la tensión en el ambiente entre Makima y Megumi.

Makima apenas giró la cabeza hacia Kirara y negó ligeramente, en una señal de que todo estaba bien, antes de comenzar a caminar nuevamente. Sin embargo, después de un par de pasos, se detuvo bruscamente. Kirara, que ya había dado el primer paso hacia adelante, terminó chocando contra la espalda de Makima, soltando una queja ahogada. "¡Moooh! ¿Qué sucede?" preguntó Kirara, frunciendo el ceño ante la acción de su amiga.

Makima observó a Megumi detenidamente, estudiándolo como si estuviera considerando algo muy en serio. Megumi sintió que la incomodidad se hacía palpable, y esa mirada de Makima, que parecía analizarlo en capas, lo ponía aún más nervioso. La evaluación silenciosa se sentía casi como si fuera transparente ante ella, incapaz de ocultar sus pensamientos. Ahí está de nuevo esa mirada, pensó el chico, notando que cada vez que los ojos de Makima lo observaban de esa forma, sentía un impulso casi imperceptible a obedecer.

Finalmente, la voz de Makima rompió el silencio con una orden inesperada. "Corre con nosotras," dijo, como si fuera la decisión más natural del mundo, aunque estaba claro que Megumi jamás había mostrado interés en acompañarlas en sus carreras.

Megumi parpadeó, algo desconcertado. Intentó pensar en una excusa para no correr, pero en el momento, fue como si su voz se negara a emitir una negativa. "C-claro," aceptó sin saber muy bien por qué, sorprendido de su propia sumisión. Quizá había algo en Makima que le hacía difícil negarse.

Cuando empezaron a correr, Megumi se dio cuenta rápidamente de que había subestimado por completo lo que significaba acompañarlas. Makima no se movía a un ritmo casual; corría con una velocidad sorprendente, como si estuviera persiguiendo una meta invisible con una determinación feroz. Kirara, a su lado, luchaba por seguirle el paso, forzando su propio ritmo con evidente esfuerzo. Megumi, aunque atlético, sentía que este ejercicio era de otro nivel, y pronto sintió la fatiga acumulándose en sus piernas. Aún así, por alguna razón desconocida, no se permitió quedarse atrás.

Desde una ventana del edificio, Rika observaba la escena. Fruncía el ceño mientras veía a Makima, Kirara y Megumi alejándose. Un pequeño puchero asomó en sus labios; había algo en la facilidad con la que Megumi corría junto a ellas que le causaba molestia. Era difícil de explicar, pero sentía que su ama Makima estaba prestando una atención especial al chico. Hizo una mueca de asco antes de suspirar y regresar al edificio con resignación.

Al adentrarse, Rika se dirigió al laboratorio, donde su maestra, la esperaba con una expresión serena y calmada. El aire estaba impregnado del característico olor a desinfectante, y, sobre la mesa, un cadáver descansaba cubierto por una tela. Al ver el cuerpo, Rika fruncio el seño en molestia y de inmediato, casi de mala gana, se colocó una mascarilla.

Shoko la observaba con una ligera sonrisa, divertida al ver la renuencia de su alumna. Aunque Rika no quería estar allí, sus constantes visitas al laboratorio eran algo que había impuesto, pues sabía que Rika aún tenía mucho que aprender en el arte de la curación, y cada vez que aparecía, aunque protestara, se convertía en una oportunidad para mejorar sus habilidades.

"Es bueno verte aquí de nuevo, Rika," comentó Shoko, manteniendo la sonrisa. Sabía que Rika no lo hacía precisamente de buena gana, pero estaba ahí, y eso ya era suficiente para Shoko.

Jujutsu Kaisen: La Hechicera del ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora