La mañana en la casa principal transcurría en una calma inquietante. Rika, con su ropa habitual, se encontraba sentada de rodillas junto a Makima en el comedor. Ambas esperaban en silencio que les sirvieran el desayuno. Poco después, una mujer entró con una bandeja cargada: dos platos de arroz blanco, dos cuencos de sopa de miso y dos tazas de té verde. Mientras servía, la mujer evitaba mirar a Makima directamente, con una mezcla de miedo y respeto evidente. Cuando terminó de colocar todo, se dispuso a retirarse apresuradamente, pero Makima la detuvo con su voz tranquila."Por cierto..." La mujer se detuvo en seco, temiendo lo peor. ¿Había cometido algún error? Su cuerpo se tensó. "Dile a mi madre que la veré luego", añadió Makima, sin cambiar su tono indiferente.
La mujer exhaló un suspiro aliviado, girándose para hacer una profunda reverencia. "Por supuesto, señorita Makima", respondió antes de marcharse, dejándolas solas.
"Vaya, parece que te tienen mucho respeto aquí", comentó Rika, observando lo ocurrido con cierta incomodidad.
"Es lo natural", respondió Makima sin inmutarse, tomando su tazón de arroz. "Si no lo hacen, ya saben qué pasará." Su tono era tan calmado que no dejaba espacio para dudas, lo que hizo que Rika decidiera centrarse en su comida, tratando de ignorar la atmósfera fría de la casa de su amiga.
Después de terminar, ambas salieron al patio. El jardín estaba tranquilo, el aire fresco. Makima se detuvo en el centro, observando a Rika con una mirada que parecía analizar cada parte de su ser.
"Bien, ¿qué sabes sobre la energía maldita?" le preguntó de repente, con un tono tan directo que hizo que Rika se sintiera incómoda.
"Nada", respondió Rika, sintiendo cómo empezaba a sudar bajo la mirada de su amiga.
Makima asintió, como si hubiera esperado esa respuesta. "Tienes padres", preguntó entonces, pero Rika solo bajó la cabeza, negando con un gesto.
"Entiendo. No conoces tu linaje, eso es comprensible." Hizo una pausa, observando el cielo por un momento antes de continuar. "Aun así, sientes la energía en tu interior, ¿verdad?"
Rika asintió con timidez. "Desde el accidente, la siento", confesó, recordando los momentos extraños que habían seguido a aquel fatídico evento.
"Bien. Esa es energía maldita", dijo Makima, acercándose un poco más a ella. "Y ahora aprenderás a controlarla."
Makima hizo un gesto con la mano, señalando el espacio vacío frente a ellas en el jardín. "Siéntate. Vamos a empezar con lo básico."
Rika, aún nerviosa, obedeció. No estaba segura de qué esperar. Nunca antes había escuchado hablar de la energía maldita, pero desde el accidente, esa extraña sensación en su cuerpo la había inquietado. Ahora, frente a Makima, sentía una mezcla de curiosidad y temor. ¿Qué significaba todo eso?
"Cierra los ojos", ordenó Makima con suavidad, aunque su voz no admitía objeción. "Concéntrate en esa sensación que has tenido desde el accidente. La energía maldita está ahí, como una corriente. Debes aprender a sentirla con claridad antes de controlarla."
Rika respiró hondo, cerrando los ojos. Al principio, solo sentía su respiración y el latido acelerado de su corazón. El sonido del viento que acariciaba las hojas del jardín parecía amplificarse, haciendo que se distrajera. Pero, poco a poco, comenzó a percibir esa presencia familiar en su interior, una especie de vibración que recorría su cuerpo. No era fuerte, pero siempre había estado ahí, como un murmullo constante.
"Bien", dijo Makima, notando el leve cambio en la expresión de Rika. "Ahora, mantén ese enfoque. La energía maldita es una extensión de tu emoción. Puedes canalizarla si aprendes a controlar cómo fluye."
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Jujutsu Kaisen: La Hechicera del Control
Fiksi PenggemarEn un mundo donde los hechiceros luchan contra maldiciones y la manipulación del poder se convierte en un juego mortal, Makima Zenin, la hija de Naobito Zenin, nace con un potencial que supera las expectativas de su clan. Desde sus primeros momentos...