Makima sonrió con una calma perturbadora. Sus ojos brillaron con un destello de malicia contenida cuando finalmente respondió, pronunciando una palabra con una naturalidad que enmascaraba todo lo que había detrás de ella: "Tokio."
Tengen asintió, aunque no pudo evitar que una pequeña chispa de curiosidad lo invadiera. "¿Alguna razón en específico?" preguntó, tratando de sondear los pensamientos de la joven que tenía frente a él, sabiendo que, aunque parecía una niña, la realidad era muy distinta.
Makima inclinó la cabeza levemente, como si considerara la pregunta. Después de un breve silencio, sus labios formaron una ligera sonrisa mientras sus ojos seguían enfocados en Tengen. "Ahí está Satoru Gojo, ¿cierto? De las pocas personas que podrían enseñarme algo."
La mención de Gojo no sorprendió a Tengen, aunque no esperaba que lo dijera tan directamente. Con un pequeño gesto de la mano, abrió los sellos de la habitación. La pesada barrera que mantenía el lugar herméticamente sellado durante la conversación se disipó. Un susurro suave, como un eco lejano, llenó el aire cuando la puerta se abrió lentamente, revelando la salida.
Makima se levantó con la misma elegancia calculada con la que había estado sentada. Bebió lo que quedaba de su té con parsimonia, dejando la taza vacía sobre la mesa de madera oscura. Sin prisa, caminó hacia la salida. A medida que avanzaba, su silueta se proyectaba contra la luz que ahora entraba desde el pasillo, una figura pequeña pero que irradiaba una autoridad inquietante.
"Un placer hacer negocios", dijo, mirando brevemente a Tengen con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Luego, sin esperar respuesta, giró y salió de la sala.
Tengen dejó escapar un profundo suspiro, como si con cada paso que Makima daba hacia la puerta, una parte de él se llenara de incertidumbre. Cuando la puerta se cerró tras ella, su susurro apenas audible resonó en la habitación vacía. "Espero que no abuse del trato... si lo hace, será solo otro peso en mi ya larga lista de arrepentimiento." Apretó los puños suavemente, sabiendo que había algo siniestro en lo que acababa de acordar. Había hecho un trato con un demonio, y aunque era el peor tipo de demonio, era uno que prefería tener de su lado.
Afuera, Rika, que había estado esperando con nerviosismo, corrió hacia Makima en cuanto la vio. Sus ojos escanearon cada centímetro de su cuerpo, buscando cualquier señal de daño o algo inusual. Aunque Makima no era alguien que soliera mostrar vulnerabilidad, Rika sabía que la reunión había sido extraña. La joven no sentía la conexión usual que mantenía con Makima durante la mayor parte del tiempo, y eso la inquietaba más de lo que quería admitir.
"¿Estás bien, Makima?" preguntó Rika, sus ojos preocupados buscando una respuesta que pudiera tranquilizarla.
Makima la observó por un momento, sus ojos azules reflejando la imagen de Rika con esa típica frialdad controlada que siempre había tenido. Pero esta vez, algo era diferente. Su sonrisa-esa sonrisa que normalmente parecía mecánica, forzada, como una máscara bien colocada-ahora parecía genuina. Era una pequeña diferencia, apenas perceptible, pero para Rika, que la conocía bien, era como si hubiera una chispa más humana detrás de esos ojos.
Sin decir una palabra, Makima alargó su mano y tomó el mentón de Rika entre sus dedos, apretando ligeramente sus mejillas de una manera que parecía juguetona, algo que rara vez haría en público.
"Hey, hey, hagan eso en privado", interrumpió de pronto una voz burlona. Gojo, apoyado contra una de las paredes cercanas, observaba la escena con una amplia sonrisa en su rostro, claramente disfrutando del momento.
Makima cambió su mirada hacia él. Sus ojos se fijaron en los de Gojo por un momento, como si lo analizara con precisión, aunque sin el menor indicio de admiración o temor. Ante ella estaba Satoru Gojo, el hombre al que todos llamaban el hechicero más fuerte de la actualidad. Pero Makima, fiel a su carácter, no mostraba ni una pizca de emoción. Para ella, él era solo otro individuo con habilidades que podrían ser útiles.
"Me olvidé de que seguías aquí", comentó, con ese tono frío y distante que parecía cortar el aire como una cuchilla afilada.
Gojo, por un instante, frunció el ceño, pero su orgullo rápidamente se recuperó. Aun así, las palabras de Makima habían logrado descolocarlo momentáneamente, algo que pocas personas conseguían hacer. "Bueno, olvidarse de mí es difícil, pero no imposible, supongo", bromeó, intentando recuperar su compostura habitual.
"Así que serás estudiante aquí, ¿eh?" añadió, con esa sonrisa despreocupada que ocultaba la seriedad de sus palabras. Aunque no lo admitiera abiertamente, sabía que la presencia de alguien como Makima en Tokio no era un simple asunto académico. Ella era mucho más peligrosa de lo que parecía, y eso lo intrigaba.
Makima no hizo ningún esfuerzo por prolongar la conversación. Simplemente asintió con la cabeza, confirmando su próximo destino sin darle mayor importancia.
"Jeje, bueno, tus estudios empiezan en dos años, pero supongo que te llevo a casa ahora", añadió Gojo, aunque no pudo evitar seguir preguntándose cuál sería el verdadero motivo de su traslado.
Pero, como siempre, Makima tenía su respuesta lista. "En realidad, me voy a las instalaciones en tres días."
Gojo levantó una ceja, claramente confundido. "¿Tres días? ¿Por qué?"
"Dice Tengen que quiere que esté vigilada... o algo así", respondió Makima con la misma calma que había mostrado desde el inicio.
Gojo suspiró, llevando una mano a su frente. "Genial, otro Zenin para cuidar en la escuela donde trabajo", murmuró para sí mismo, aunque con un tono burlón que mostraba que, en el fondo, no se lo tomaba tan en serio.
Mientras caminaban, Gojo liderando el camino y Makima siguiéndolo a corta distancia con Rika detrás, el hechicero más fuerte del mundo no pudo evitar sentir que había algo más detrás de esa decisión. Era evidente que Tengen quería mantener a Makima bajo control, pero ¿realmente era solo eso? Gojo no estaba convencido. Sentía que había algo en la joven que se le escapaba, y aunque no lo reconocería en voz alta, le preocupaba.
"¿Vienes?" preguntó, mirando por encima de su hombro con una sonrisa que trataba de parecer relajada, aunque en el fondo estaba claro que estaba evaluando a Makima.
Makima solo asintió y continuó caminando detrás de él. Rika, a su lado, seguía observando de cerca, sus ojos alertas, pero su mente ya se perdía en la cantidad de escenarios posibles que podrían desarrollarse a partir de esa reunión.
Mientras el grupo avanzaba, el futuro se desplegaba ante Makima como un tablero de ajedrez. Cada movimiento de los demás, cada palabra pronunciada, cada gesto observado, todo estaba siendo almacenado en su mente. A sus ojos, el mundo era un juego estratégico donde los hechiceros y sus poderes eran piezas en su intrincada red de planes y manipulaciones. Y mientras Gojo caminaba frente a ella, con su inquebrantable confianza, Makima ya estaba visualizando las infinitas formas en las que podría usarlo a su favor.
Lo que los demás no sabían era que, para Makima, este no era simplemente un nuevo capítulo en su vida como estudiante. Era una oportunidad para expandir su influencia, entender mejor a los que la rodeaban y, sobre todo, asegurarse de que el trato que acababa de hacer con Tengen funcionara a su favor. Al fin y al cabo, había algo que Tengen no había considerado: en el juego de la dominación, no importa cuánto poder tengas, si no sabes cómo usarlo.
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Jujutsu Kaisen: La Hechicera del Control
Fiksi PenggemarEn un mundo donde los hechiceros luchan contra maldiciones y la manipulación del poder se convierte en un juego mortal, Makima Zenin, la hija de Naobito Zenin, nace con un potencial que supera las expectativas de su clan. Desde sus primeros momentos...