Capítulo 9: Pertenencia

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Makima se levantó lentamente, sintiendo el peso de su propio cansancio. El aire en el callejón era espeso, y a lo lejos, las presencias de varios hechiceros comenzaron a hacerse notar. Apenas le alcanzaba la energía, sus ojos se sentían pesados, pero mantuvo su compostura. Miró a Rika, quien seguía con expresión confusa y asustada por esos nuevos y complejos sentimientos que la abrumaban.

"Hay que irnos" dijo Makima en voz baja, extendiendo su mano hacia Rika.

Rika la tomó sin vacilar. Aunque su corazón seguía lleno de miedo y confusión, había algo en la voz de Makima que la tranquilizaba, algo que le decía que seguirla era lo correcto.

Detrás de ellas, Yuta trató de detenerlas. "¡Espera!" Su voz salió cargada de desesperación. El joven sentía que algo terrible estaba sucediendo. Rika estaba a su lado, pero algo faltaba. Había un vacío que lo aterraba. Sabía que esa niña, Makima, tenía algo que ver. Quiso acercarse más, pero entonces sintió un escalofrío.

Makima, ya irritada por la insistencia de Yuta, giró lentamente para mirarlo. Esta vez, sus ojos brillaban con una intensidad abrumadora, mucho más fuerte que antes. Ya no tenía paciencia para él. Esta niña le pertenecía ahora, y no permitiría que Yuta interfiriera más. Levantó su mano con un gesto seguro, reafirmando su tecnica Dominación Maldita. Sabía que debía reservar su energía para lo que venía, pero no podía dejar que Yuta la siguiera molestando. No invocaría sus cadenas; no necesitaba tanto para hacer que se rindiera.

"Vete de una vez."

La voz de Makima resonó en el aire como una orden ineludible. El cuerpo de Yuta se sacudió violentamente, como si algo invisible lo estuviera aplastando. Sentía su mente luchando por resistir, pero cuanto más trataba de desobedecer, más insoportable se volvía el peso en su cabeza. Era como si un muro invisible lo aplastara desde dentro, sofocando cualquier intento de rebelión.

Yuta sabía lo que estaba ocurriendo. Sabía que su voluntad estaba siendo quebrada. Intentó resistirse, su corazón latiendo con fuerza mientras veía a Rika, su mejor amiga, alejándose con esa extraña niña. Rika... ella no parecía ser la misma. El miedo lo invadió, pero estaba paralizado. Los ojos de Makima lo mantenían prisionero.

El niño, que había presenciado todo, retrocedió un paso, asustado. Hace unos momentos, Rika había estado tendida en un charco de sangre, al borde de la muerte, y luego esa niña, Makima, la curó. Parecía un milagro, pero algo en ella era profundamente inquietante. Sus ojos... esos ojos daban miedo.

Makima, sin decir más, apartó la mirada de Yuta y comenzó a caminar, llevándose a Rika consigo. La maldición que había creado entre ellas era profunda, más de lo que Yuta podía comprender. Makima lo había decidido: ahora Rika era suya

Gojo caminaba con las manos en los bolsillos, mientras el cielo nocturno se oscurecía aún más sobre la ciudad. Le habían dado una misión un tanto peculiar: encontrar a una niña, posible heredera del clan Zenin. Le parecía una broma de mal gusto. Ya tenía suficiente cuidando de Megumi, que llevaba la sangre de ese clan en sus venas, y ahora el mundo parecía empeñado en lanzarle más niños Zenin para que los protegiera. Suspiró, fastidiado por la ironía de la situación.

Había recibido informes sobre una gran liberación de energía maldita hace unos días. Una explosión tan intensa que había atraído a múltiples maldiciones. Varios hechiceros fueron enviados a limpiar el desastre, y ahora, Gojo estaba allí, sintiendo la misma perturbación en el aire. Sin embargo, algo inusual captó su atención. Dos energías, apenas perceptibles, pero definitivamente presentes, se entrelazaban. Si no fuera él, nadie más lo habría notado.

Destapando sus ojos, el mundo se aclaró ante él. Comenzó a seguir el rastro con calma. Pasó por un callejón, luego por una tienda de hamburguesas, una de dulces, e incluso un hotel. El rastro parecía interminable, hasta que finalmente llegó cerca de una lavandería. Ahí estaban, dos niñas. Eran las 10 de la noche, y ambas estaban sentadas, una con el cabello negro durmiendo sobre la otra, que tenía el cabello rojo.

Gojo las observó por un momento, y luego revisó la foto que le habían dado. Suspiró otra vez. Era la misma niña. El cansancio se notaba en sus ojos.

Entró en la lavandería, y sus ojos azules se encontraron con los ojos dorados de la niña pelirroja. En ese instante, sintió algo más allá de lo común. La cantidad de energía maldita que emanaba de esos ojos era descomunal, aunque la niña parecía agotada, no de sueño, sino del abuso de ese poder.

"Gojo Satoru, ¿verdad?" dijo Makima, rompiendo el silencio con su voz serena pero cargada de tensión.

El sonido despertó a Rika, que abrió los ojos y, al ver al hombre de pie frente a ellas, se asustó. Hasta ese momento, no habían tenido problemas con la gente, pero Makima había dicho que necesitaba descansar. Fueron a un hotel, pero Makima nunca logró conciliar el sueño. Decía que, aunque su cuerpo estaba agotado, nunca había experimentado la sensación de necesitar dormir. Y lo que era peor, su cuerpo no estaba recargando su energía maldita de manera normal. Los ojos de Makima, esa fuente inmensa de poder, parecían no dejar de estar activos nunca.

Makima lo miró fijamente. "Te llevaré a casa", dijo calmadamente Gojo, sin inmutarse.

Cuando dio un paso hacia ellas, Makima murmuró algo, extendiendo su mano hacia él. Apuntó a su cabeza y liberó una pequeña fracción de su Dominación Maldita. Gojo inclinó levemente la cabeza, y la pared detrás de él se contrajo violentamente, destruyéndose en un pequeño agujero.

"Hey, eso no se hace", respondió Gojo, en tono despreocupado.

Cuando volvió la mirada hacia las niñas, ambas habían desaparecido. Escaneó la zona rápidamente con sus ojos, encontrándolas a dos calles de distancia. "...¿Cómo llegaron ahí tan rápido?" murmuró, intrigado.

Makima ya no podía más. Cayó al suelo jadeando, apretando los ojos con la poca fuerza que le quedaba.

"Fui muy descuidada... No sabía que mi capacidad para regenerar energía estuviera tan atrofiada", murmuró, agotada.

Rika, sin saber qué hacer, se agachó junto a Makima, claramente preocupada. Mientras tanto, Gojo apareció detrás de ellas sin hacer ruido. Rika, sin pensarlo dos veces, se interpuso entre él y Makima. Aunque no sabía cómo utilizar la energía que Makima le había mencionado, puso su mejor cara de valiente y alzó los puños.

Gojo la miró y casi no pudo evitar reírse de la ternura. Esta niña, con su expresión decidida, podría matar a cualquier maldición... pero solo de lo adorable que era. Dio un paso hacia adelante con tranquilidad.

Rika, asustada, lanzó un puñetazo con toda su valentía. Sin embargo, el golpe nunca llegó. Confundida, abrió un ojo y vio que su puño estaba a escasos centímetros de Gojo, pero no podía avanzar más.

"Eh...?" susurró, desconcertada.

Gojo solo sonrió, y tocó suavemente la frente de Rika con su dedo, dejándola inconsciente al instante.

Ahora, sus ojos se posaron en Makima. Si las miradas pudieran matar, él ya sería polvo.

"¿Cómo te atreves...?" murmuró la niña con odio en su voz. "Muérete..."

Gojo sintió algo extraño en su mente, una presión.

"Muérete", repitió Makima, esta vez con más fuerza, tratando de activar su Dominación Maldita con todo el poder que le quedaba.

Pero, para su horror, parecía no afectarle. La sangre comenzó a caer de los ojos de Makima, y sus oídos también comenzaron a sangrar.

"¡Maldito bastardo! ¿Qué le has hecho? Nadie más que yo puede castigar a mis perros. ¡Nadie!" gritó, furiosa.

Makima estaba al borde del colapso. Desesperada, intentó invocar sus cadenas, utilizando la casi inexistente energía maldita que le quedaba. Pero Gojo fue más rápido. Con la misma facilidad que antes, tocó su frente, haciéndola perder la conciencia.

"Uff, eso fue intenso... Dios, ¿todos los Zenin son así? ¡Qué miedo!" murmuró con una sonrisa, mientras recogía a ambas niñas y desaparecía con ellas en un abrir y cerrar de ojos.

Jujutsu Kaisen: La Hechicera del ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora