Makima llevó a Rika hasta el claro del bosque, donde los árboles altos y oscuros creaban una atmósfera opresiva. El silencio del lugar solo era interrumpido por el crujido de las hojas bajo sus pies. Makima se detuvo en el centro del claro y, sin decir una palabra, dio media vuelta para mirar a Rika.
"¿Sabes por qué te traje aquí?" preguntó Makima, su voz parecia distante, como si el aire mismo se volviera más pesado.
Rika, aún sin entender completamente, negó con la cabeza. "Pensé que sería para entrenar..." respondió con cierta duda.
Makima dejó escapar una pequeña risa, aunque no había rastro de humor en su mirada. "Entrenar implica progreso. Pero en este momento, eres inútil. No puedes controlar tu energía maldita, y eso te convierte en una carga." La frialdad de sus palabras cortó como un cuchillo, dejándola claro que no iba a mostrar ni una pizca de compasión.
"Pero..." Rika comenzó a hablar, pero fue interrumpida cuando Makima levantó una mano, y sin advertencia alguna, desapareció del lugar, dejándola completamente sola en el claro.
Rika miró a su alrededor, sintiendo cómo la oscuridad de los árboles la rodeaba. Trató de buscar señales de Makima, pero no había rastro de ella. El silencio se volvió insoportable, y la ansiedad comenzó a crecer dentro de ella.
De repente, el crujido de ramas rotas la hizo saltar. Algo estaba acechando en la oscuridad. Sintió la presión de la energía maldita en el aire, y supo que no estaba sola. Maldiciones menores se movían entre los árboles, observándola con ojos vacíos y hambrientos. Pero lo que la aterrorizó no fueron las maldiciones, sino el hecho de que Makima la había dejado. La única persona que parecía saber cómo ayudarla se había ido sin más. Y si no podía defenderse, nadie vendría a salvarla.
Las maldiciones se acercaban, y Rika empezó a temblar. No sabía qué hacer. La energía maldita en su interior estaba presente, pero era como un torrente incontrolable. "Makima... ¿dónde estás?" susurró, desesperada.
Horas habían pasado desde que Makima había desaparecido, dejándola sola en ese claro sombrío. Al principio, Rika había intentado mantenerse tranquila, buscar algún rastro de energía maldita y alejarse de las presencias que sentía merodeando en la oscuridad. Sin embargo, las maldiciones seguían acercándose, implacables, siempre a la distancia, acechándola. Con el paso del tiempo, su energía, tanto física como mental, comenzó a agotarse.
Corrió por lo que parecieron horas interminables. Las maldiciones no la atacaban directamente al principio, como si se divirtieran observándola mientras huía, saboreando su miedo y su desesperación. A medida que la noche se hacía más profunda, Rika se sentía cada vez más cansada. Su respiración era errática, y el peso de su propio cuerpo se volvía insoportable. La oscuridad que la rodeaba era opresiva, y solo la luz de la luna, filtrándose a través de las ramas, le daba pequeños destellos de esperanza que se desvanecían rápidamente.
Finalmente, sus piernas cedieron. Se derrumbó en el suelo, jadeando, con los músculos temblando por el esfuerzo y el sudor recorriendo su frente. Apenas podía mantenerse en pie, y, para su horror, las maldiciones se dieron cuenta. Salieron de las sombras con ojos brillantes y siniestros, rodeándola lentamente. No había escapatoria.
La voz de Makima resonó de repente en el aire, como si siempre hubiera estado observando desde las sombras. "Pensé que había algo único en ti, Rika, pero parece que me equivoqué. Eres igual de patética que el resto." Su tono era despiadado, helado como el viento nocturno.
Rika sintió que algo dentro de ella se rompía. Había aguantado todo lo que podía, pero esas palabras de Makima la destrozaron. El miedo, el agotamiento y la frustración la envolvieron, y todo lo que pudo hacer fue gritar, un grito desgarrador que resonó por todo el claro. En ese momento, sin siquiera comprender cómo, una ola de energía maldita de un color rosa intenso explotó de su cuerpo, como un cañón que disparaba en todas direcciones. Las maldiciones que la rodeaban no tuvieron oportunidad de reaccionar; fueron barridas y destrozadas al instante.
Rika se quedó inmóvil, respirando con dificultad. Apenas podía comprender lo que acababa de suceder. La energía que había liberado no solo la dejó exhausta, sino que sintió que algo en su interior se desgarraba. El dolor era insoportable, como si esa explosión de poder hubiera costado más de lo que ella podía manejar.
Parpadeó, todavía aturdida, cuando un susurro suave se coló en sus oídos. "Mueran..." Esa única palabra resonó en su mente, y, ante sus ojos, las maldiciones restantes, aquellas que no habían sido destruidas por la explosión, empezaron a matarse entre ellas de maneras grotescas. Unas se estrangularon, otras arrancaron sus propios cuerpos, y en cuestión de segundos, el claro quedó cubierto de restos de maldiciones.
Rika sintió náuseas, pero antes de que pudiera procesar lo que había sucedido, vio una figura en lo alto de uno de los árboles. Makima la observaba desde las ramas, con una sonrisa que parecía completamente fuera de lugar, como si estuviera disfrutando del sufrimiento ajeno. Pero algo en esa sonrisa también era inquietante. Falsa, calculada. Todas las sonrisas de Makima lo eran, pero esta vez, Rika lo notó con más claridad.
"Buen trabajo", dijo Makima con una frialdad que no coincidía con sus palabras. "Ahora sí podemos progresar."
Rika tembló. No por el frío, sino por la revelación brutal de lo despiadada que era Makima. Desde el principio, esto no había sido más que una prueba cruel. Sabía que, si no hubiera mostrado su poder, Makima habría perdido interés en ella. La verdad era simple y aterradora: si no podía demostrar su valor, si no era útil para Makima, no dudaría en deshacerse de ella, sin importar cuán débil o vulnerable estuviera.
La luz de la luna proyectaba sombras extrañas en el rostro de Makima, que continuaba mirándola desde su posición elevada. Esa sonrisa seguía ahí, pero ahora Rika lo entendía. No era una sonrisa de aprobación, era la sonrisa de alguien que consideraba a todos a su alrededor como piezas de un tablero, y Rika había estado al borde de ser descartada.
Mientras se ponía de pie, agotada y con el cuerpo dolorido, Rika comprendió una verdad inquietante: si quería sobrevivir bajo el control de Makima, no solo tendría que volverse más fuerte, sino también más resistente emocionalmente. Porque, en los ojos de Makima, solo había dos opciones: ser útil o ser eliminada.
Makima bajó del árbol con gracia y caminó hacia ella, deteniéndose justo a su lado. "Descansa por ahora. Mañana continuamos." Su voz era tan indiferente como siempre. Luego, sin esperar respuesta, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el bosque, dejando a Rika sola en la oscuridad, con la cabeza llena de dudas y el cuerpo agotado hasta el límite.
Rika la siguió, sabiendo que no tenía otra opción.
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Jujutsu Kaisen: La Hechicera del Control
FanfictionEn un mundo donde los hechiceros luchan contra maldiciones y la manipulación del poder se convierte en un juego mortal, Makima Zenin, la hija de Naobito Zenin, nace con un potencial que supera las expectativas de su clan. Desde sus primeros momentos...