Capítulo 5: Deshumanización

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Makima estaba sentada en el jardín, rodeada de plantas, aparentemente observando la nada. El viento soplaba suavemente, pero su mente estaba completamente vacía, en calma. De repente, un chorro de agua fría cayó sobre su cabeza, empapando su cabello y sus ropas. Alzó la mirada, encontrando una regadera vaciándose sobre ella. Detrás, una criada, con las manos temblorosas y los ojos abiertos de par en par, se tapaba la boca, horrorizada por lo que acababa de hacer.

"¡Lo siento mucho, señorita Makima!" exclamó la criada, nerviosa. "No la vi... No me di cuenta de que estaba aquí..."

Makima, aún sentada, no dijo una sola palabra. Solo la observaba, inmóvil. Pero algo oscuro y opresivo comenzó a rodear la atmósfera. La mirada de la joven Zenin era fría, calculadora, y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Sin previo aviso, la criada llevó sus manos al cuello, comenzando a estrangularse a sí misma. Su rostro rápidamente se tornó azul, y sus ojos suplicaban por ayuda mientras intentaba gritar, pero el aire no llegaba a sus pulmones. Se caía de rodillas, convulsionando.

Kaori estaba paseando por los jardines de la finca Zenin, disfrutando de la calma del entorno, cuando un sonido extraño, casi como un quejido ahogado, captó su atención. Frunciendo el ceño, se acercó al lugar de donde provenía el sonido, y al llegar, lo que vio la dejó atónita.

Delante de ella, una de las criadas del clan estaba arrodillada en el suelo, estrangulándose a sí misma con sus propias manos. Su rostro estaba azul, y sus ojos, desorbitados, rogaban por auxilio. Frente a la escena, su hija Makima, empapada con agua, permanecía observando la agonía de la mujer con una leve sonrisa en los labios.

"¡Makima, detente ahora!" exclamó Kaori, con la voz cargada de preocupación y autoridad.

Makima no desvió la mirada de la criada, pero tras unos segundos, giró su rostro lentamente hacia su madre. Sus ojos, vacíos de emoción, la miraron fijamente.

"Me mojó" dijo Makima, su tono tranquilo pero frío. "Ella, que es solo una sirvienta, se atrevió a mojarme a mí. A la hija del líder del clan. A la futura líder."

Kaori se estremeció. No por las palabras en sí, sino por lo que revelaban sobre la mente de su hija. Nunca había imaginado que Makima pensara de esa manera, ni que tuviera esa capacidad de crueldad.

"¡Te he dicho que te detengas, o recibirás un castigo severo!" le advirtió Kaori, con firmeza.

Por un momento, madre e hija se miraron a los ojos, en un tenso silencio. Entonces, de repente, la criada soltó su cuello y cayó al suelo, jadeando y tosiendo, intentando recuperar el aliento mientras su rostro volvía lentamente a su color normal.

Makima se levantó con calma, su expresión imperturbable.

No quiero volver a ver a esa cosa cerca de mí" dijo, mientras se alejaba lentamente.

Kaori se quedó mirando a su hija, sintiendo una profunda preocupación por la personalidad que Makima estaba desarrollando. Sabía que la niña había heredado una gran cantidad de poder y ambición, pero algo en ella parecía estar tomando un rumbo peligroso, uno que Kaori no sabía si podría detener.

Makima caminaba con pasos firmes y decididos hacia el dojo. Aún sentía la tensión en su pecho, ese nudo que no podía deshacer. No comprendía del todo la sensación que la dominaba, pero sabía que necesitaba desahogarla. Al entrar al dojo, el eco de los golpes resonaba en las paredes. Allí, Maki entrenaba, mientras Mai estaba sentada al costado, respirando profundamente, tomando un descanso.

Cuando las primas vieron entrar a Makima, ambas se detuvieron. Maki bajó la guardia, sorprendida, y Mai, que estaba más tranquila, inclinó levemente la cabeza.

"Ya estábamos por irnos" dijo Maki, con una voz neutral, aunque una ligera incomodidad se le notaba en la expresión.

Mai se puso de pie rápidamente, preparándose para marcharse, pero antes de que Maki pudiera dar un paso más fuera del centro del dojo, sintió un golpe brutal en el estómago. El aire se le escapó de los pulmones, y su cuerpo voló hacia atrás, estrellándose violentamente contra la pared. Mientras intentaba recuperar el aliento y procesar lo que acababa de suceder, levantó la vista y vio una cadena maldita que emanaba del cuerpo de Makima, brillando con una energía oscura.

Maki se levantó con dificultad, jadeando, pero antes de que pudiera siquiera reaccionar, Makima juntó las palmas de sus manos y varias cadenas más aparecieron a su alrededor. Los ojos de Maki se abrieron de par en par, su cuerpo comenzó a sudar, sus instintos le gritaban que sus intenciones no eran buenas. Mai, a un costado, observaba la escena con el rostro paralizado de miedo. Los ojos de su prima no mostraban piedad, ni siquiera un rastro de compasión.

"¡Makima, basta!" gritó Maki, pero sus palabras no tuvieron ningún efecto.

De repente, las cadenas se lanzaron hacia Maki con una fuerza aterradora. Maki intentó resistir, bloqueando los golpes como podía, pero las cadenas eran demasiado rápidas, demasiado fuertes. Cada impacto resonaba en su cuerpo, haciendo que gritara de dolor. Su piel se llenaba de moretones, el dolor era insoportable, y pronto su resistencia se desmoronó. Maki cayó de rodillas, jadeando, apenas consciente de lo que sucedía a su alrededor.

Mai, quien había estado inmóvil hasta ese momento, comenzó a llorar. Las lágrimas corrían por su rostro mientras veía cómo su hermana mayor, siempre fuerte, era brutalmente golpeada sin poder hacer nada para detenerlo. La impotencia y el miedo la consumían.

"Por favor... para, Makima... por favor" murmuraba Mai entre sollozos, pero su voz era un simple eco en la tormenta de violencia.

Finalmente, las cadenas cesaron su ataque. Maki estaba en el suelo, llena de heridas, apenas consciente. Sus músculos temblaban por el esfuerzo, y su respiración era débil. Makima observó a su prima, con una expresión fría, sin rastro de remordimiento.

"No es suficiente" murmuró Makima, sin emoción en su voz. Luego, su mirada se posó en Mai.

Mai retrocedió instintivamente, el miedo la paralizaba. Sus labios temblaban, y apenas pudo articular palabras entre sus sollozos.

"No... no... por favor, Makima..." rogó Mai, su voz era un susurro desesperado.

Makima no dijo nada. Juntó las manos una vez más, y las cadenas se lanzaron hacia Mai, avanzando a toda velocidad. Mai cerró los ojos, esperando el impacto. Pero las cadenas se detuvieron, a solo centímetros de su rostro.

"Makima, mamá te está buscando" dijo una voz firme y tranquila.

Era Naoya, quien había entrado sin que ellas se dieran cuenta. Estaba de pie, observando la escena con una ceja levantada, como si todo aquello no fuera más que una trivialidad. Las cadenas malditas desaparecieron en el aire, y Makima se giró lentamente hacia su hermano.

"Ya voy" dijo, sin emoción, y sin molestarse en voltear a ver a sus primas.

Mientras Makima salía del dojo, Mai cayó al suelo, abrazándose las piernas, temblando de miedo y alivio al mismo tiempo. Maki, aún en el suelo, solo podía observar con ojos entrecerrados, luchando por mantener la conciencia, pero incapaz de moverse. Ambas primas estaban traumadas por lo que acababa de suceder, sin entender cómo su prima, la que compartía su sangre, había sido capaz de tratarlas de esa manera.

Naoya, sin mostrar mucha preocupación, observó a sus primas por un momento más, luego se dio la vuelta y siguió a su hermana, dejando el dojo en completo silencio, salvo por los suaves sollozos de Mai y la respiración entrecortada de Maki.

Jujutsu Kaisen: La Hechicera del ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora