IV

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Quería irme de aquel lugar; no veía la hora de volver a casa y alejarme de todo ese ruido que me aturdía. Últimamente me sintió irritado, molesto e incómodo, sin saber realmente por qué. No había nada en concreto que provocara mi mal humor, pero deseaba estar lejos de ahí.

Max había ganado esa carrera con una gran diferencia de tiempo respecto al segundo y tercer lugar, pero no me sorprendió; no había visto nada de la clasificación, y tampoco me interesaba. Trataba de no recordar las palabras de Kamui, pero la molestia volvió. No entendía qué estaba pasando en mi cabeza. ¿Por qué, por un lado, odiaba la idea de que papá Checo reemplazara a papá Kamui con otra persona? Pero, al mismo tiempo, sentía rechazo al pensar en su papá japonés hace varios días que no lo veía, y su padre tampoco parecía interesado en llamarlo o enviarle un mensaje, pero intentaba tapar ese sentimiento de frustración, inventando la excusa de que estaba ocupado con su trabajo.

- ¿En qué piensas, chico? —me di vuelta para ver a Daniel acercándose. Se había ido a cambiar después de la carrera y ahora estaba conmigo mientras esperábamos a que papá Checo viniera por mí.

- Solo... no entiendo por qué les gusta correr —dije, mirando hacia el televisor, donde se veía a Max en el podio—. Solo dan vueltas por algunas horas. ¿Por qué les gusta hacer eso? No tiene sentido.

- Cada persona tiene su motivo, Yuki. Por ejemplo, a mí me gusta sentir la velocidad, la competencia en cada carrera y la adrenalina que se siente —respondió con una sonrisa, haciendo un gesto como si estuviera girando un volante a toda velocidad—. Otro ejemplo es Max, pero creo que eso lo tienes que descubrir tú solo cuando hables con él.

Solo lo miré. No quería hablar con Max, aunque se había comportado bien conmigo; su presencia me incomodaba de alguna manera. 

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Quería que la tierra me tragara y me escupiera de vuelta en mi habitación; empezaba a pensar que la vida me odiaba. Creí que después de esa estúpida carrera volveríamos a casa, pero en cambio me encontré en un restaurante con papá Checo, Daniel y Max.

Estaba sentado junto a papá, con Ricciardo frente a mí, pero odiaba aquello. No quería pasar tiempo con Max. Él intentaba parecer gracioso y varias veces trató de entablar conversación conmigo, pero yo simplemente no le seguía.

—Bueno... Me pone contento que hayas clasificado primero otra vez, Max; Estoy feliz por ti —dijo Sergio, tratando de suavizar el ambiente incómodo. Miró a cada uno en la mesa—. Y tú también, Daniel, quedaste en una buena posición. Seguramente ambos van a sumar puntos en la carrera.

—Sí, estoy feliz con el resultado. Sexto puesto no está tan mal. Con el tiempo voy a llegar a los primeros puestos ya hacerle competencia a mi hermano —respondió Daniel, el mayor de los cuatro, dejando escapar una pequeña risa nerviosa al notar la tensión en mí.

—Se vuelve aburrido cuando siempre gana el mismo... pierde el sentido de ver el campeonato —solté, mirando directamente a Max para que me respondiera—. ¿Para qué verlo si ya sabes quién va a ganar la carrera y el campeonato?

—Es talento —respondió Verstappen tras una pausa, dejando sus cubiertos a un lado, cruzando los brazos y mirándome—. Que los demás no puedan seguir mi ritmo no es mi problema.

Le lancé una mala mirada; Realmente no esperaba que respondiera así. Sabía que estaba actuando con celos, aunque ni siquiera entendía del todo por qué.

— ¿De verdad te crees tan bueno? —solté, molesto, frunciendo el ceño por la situación que había comenzado yo mismo y que ahora solo aumentaba mi incomodidad.

—Yuki, detente ya mismo —dijo papá, visiblemente frustrado al ver mi actitud—. Por favor, deja de buscar pelea con Max; él no te ha hecho absolutamente nada.

—¡Yo no pedí estar aquí! —grité, mirándolo a los ojos, solo para darme cuenta de que le había levantado la voz a papá. Sentí vergüenza de inmediato y bajé la mirada—. Lo siento... —murmuré, hundiéndome un poco en la silla.

Vi cómo Checo soltaba un suspiro, llevándose la mano al cabello para acomodarlo, y se quedó unos segundos mirándome en silencio.

—Hablaremos en casa, ¿bien? Por ahora, terminemos de comer, por favor —pidió, casi como una súplica, al ver que la tensión en el aire aún no se disipaba.

¡Yuki!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora