VIII

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Últimamente no comprendía lo que sucedió en su vida. Había aceptado convivir con Max para que su padre pudiera trabajar en aquella pasarela sin preocuparse ni tener estrés, pero sintió que su presencia solo traía mala suerte a quienes se veían obligados a cuidarlo.

Mientras estaba en el paddock, conversando con Verstappen mientras esperaban el inicio de la primera práctica, se encontró con algo que no esperaba: el padre de Max.

— ¿Qué demonios haces aquí, Max? Te dije que fueras al box apenas llegaras —gruñó furioso el hombre, parándose frente a ambos—. ¿Y quién es él? Ya te dije mil veces que dejes de traer fans al lugar para perder el tiempo hablando, cuando podrías estar revisando las estrategias para la clasificación y la carrera.

El hombre agarró a Max de la muñeca, levantándolo de su asiento sin dejar de mirarme con desdén.

—Y tú, mocoso, llamaré a seguridad de inmediato para que te saque de aquí.

No entendía cómo ese hombre podía tratar así a su propio hijo, y aún menos comprendía por qué esta vez Max no me defendió. Los observé alejarse, preocupado al ver que su padre seguía gritándole mientras se marchaban.

Mi mirada seguía perdida en el ventanal, tanto que no noté la presencia de cierto rubio hasta que soltó un grito alto para asustarme. Me sobresalté, golpeándome ligeramente contra el vidrio.

—Oh, lo siento, bonito. No quise que te golpees. ¿Qué haces viendo por la ventana? ¿Esperas a Daniel? Todavía se está cambiando —comentó Liam, con una sonrisa coqueta, cruzando los brazos—. ¿Sucede algo?

No respondí de inmediato, aún distraído por lo que acababa de ver. Finalmente murmuré:

—Es que... estaba hablando con Max, y llegó su padre, creo... —bajé la voz, sintiéndome algo apagado—. Se veía raro, como si no quisiera estar con él.

Liam soltó una risa alta al escucharme.

—La única preocupación de Max es quedar en segundo puesto, lindo. Su padre saca lo mejor de él; ¿Cómo podría odiar estar con él?

Algo en su respuesta me incomodó. No aceptaba esa visión de Max, y no comprendía por qué sentía la necesidad de defenderlo.

—No es lo que tú crees, Liam —solté, un poco molesto, y lo aparté levemente para salir y caminar hacia el box de Red Bull.

Al llegar, me detuve en la puerta, y lo que vi me preocupó aún más. Max estaba con la mirada baja mientras su padre, con el rostro endurecido y una mano en alto, le gritaba.

— ¿No comprendes que ese estúpido de Leclerc estuvo a dos segundos de pasarte en la carrera anterior? —gruñó su padre, sujetándolo del cabello con fuerza antes de soltarlo bruscamente—. Espero que no solo en las prácticas tengas una diferencia de veinte segundos. También quiero ese tiempo en la clasificación y carrera, ¿o es que ya olvidaste qué pasa si no lo logras, Max?

—Lo sé... —susurró Max en voz baja, sin levantar la mirada, claramente evitando el intenso enojo de su padre—. Lo mejoraré, lo prometo.

—No es cuestión de prometerlo, es cuestión de hacerlo —replicó su padre con dureza.

Cuando vi que se acercaba hacia donde estaba, rápidamente me escondí detrás de una torre de neumáticos. No salí hasta que estuve seguro de que se había ido. Con cautela, me acerqué a Max, pero al verlo sentado, con las manos cubriendo su rostro, comprendiendo que no era el momento adecuado para hablar de lo que había presenciado.

Había algo tan pesado en el aire, algo que parecía abrumarlo completamente. Quise decir algo, alguna palabra de apoyo, pero el silencio me pareció más seguro. Decidí quedarme a su lado, en silencio.

¡Yuki!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora