Sentía cómo la ira le recorría el cuerpo, una furia que apenas podía contener. En ese preciso momento, lo único que quería era dejar todo atrás, tomar el primer vuelo a Mónaco y partirle la cara al maldito ex de Sergio.
¿Cómo podía ser capaz de amenazar de esa manera? Pensar en lo que Kamui había dicho lo enfurecía aún más. No le importaba que intentara arruinar su carrera como piloto; Ese era el menor de sus problemas. Pero amenazar con llevarse a Yuki a Japón y apartarlo de Checo era cruzar una línea que no estaba dispuesta a tolerar.
Con pasos firmes y rápidos, caminó hacia su monoplaza. No podía abandonar la carrera sin una razón válida, y mucho menos cuando necesitaba asegurarse de acumular puntos para mantenerse en la cima del campeonato. Terminó de ajustarse el Nomex y, con movimientos casi mecánicos, se colocó el casco, aunque su mente estaba en otro lugar.
Quería estar con Sergio y Yuki, apoyarlos, pero estaba a millas de kilómetros de ellos, atrapado en esta pista sin poder hacer nada.
La largada fue intensa, más brusca de lo esperado, pero por suerte no hubo incidentes graves que obligaran a detener la carrera. Max buscó imponiendo un ritmo agresivo, queriendo asegurarse el primer puesto lo más rápido posible, como si dominar la pista pudiera ayudarle a calmar su mente. Sin embargo, con el paso de las vueltas, se dio cuenta de que otro piloto se acercaba rápidamente a él.
— ¿Quién está detrás de mí? —preguntó por la radio, su tono dejaba entrever su irritación. Esto no estaba en sus aviones, no hoy.
—Norris —respondió su ingeniero.
Esa respuesta solo alimentó su frustración.
—Copiado —respondió con secuencia, volviendo a concentrarse en la carrera.
Intentó mantener su ritmo, buscando abrir una diferencia de al menos diez segundos para estar tranquilo, pero Lando seguía acercándose, presionándolo vuelta tras vuelta. Max podía sentir el estrés acumulándose, como si cada maniobra del británico fuera una provocación directa.
En una curva cerrada, sintió cómo el McLaren intentaba cerrarle el paso. Su instinto fue abrirse con su monoplaza, rozando al otro coche en un movimiento que podía resultar polémico.
—¡Max, ten cuidado con lo que haces! —advirtió su ingeniero por radio, con un tono de alarma—. Podrían ponerte una penalización.
Max apretó los dientes, pero no respondió de inmediato. Mantuvo su enfoque, siguiendo su estrategia inicial para despistar al McLaren en la próxima curva.
—¡Max!
—¡¿QUÉ?! —rugió por la radio—. Solo estoy cuidando mi posición. Si me ponen una penalización, prometo solucionarlo.
Dejó escapar de un suspiro pesado, ajustando su agarre al volante. Sus manos estaban tensas, al igual que su cuerpo, pero en lugar de ceder, canalizó toda su frustración en el acelerador. Necesitaba aumentar la ventaja, sacar el mayor tiempo posible por si llegaba la penalización. Cinco o diez segundos, no importaba. Haría lo que fuera necesario para mantenerse al frente.
Concentrado, Max empujó su monoplaza al límite, consciente de que esta carrera no era solo por puntos, sino también una forma de demostrar, al menos a sí mismo, que aún tenía control en medio de todo el caos que rodeaba su vida personal.
El final de la carrera llegó con una mezcla de alivio y tensión para Max. Había conseguido mantener su posición en el podio, pero no sin un susto: la penalización de cinco segundos impuesta tras el incidente con Norris casi le cuesta el primer lugar. Aun así, su habilidad y ritmo inquebrantable en las últimas vueltas habían hecho la diferencia.
Al bajar del monoplaza, Max se quitó el casco con movimientos rápidos y tensos. No se detuvo a disfrutar del triunfo, ni a posar para las cámaras. Su mente seguía atrapada en las palabras de Kamui, en la amenaza que había dejado caer como una bomba sobre Checo y Yuki. Su corazón latía con fuerza no por la carrera, sino por la impotencia de no estar allí para enfrentarlo directamente.
Una vez que llegó a la zona de entrevistas, donde lo esperaba una multitud de periodistas ansiosos, Max sintió cómo la tensión se acumulaba en su cuerpo. Sus pasos eran firmes, pero su rostro mostraba una mezcla de cansancio y determinación. Sin esperar ninguna pregunta, tomó el micrófono que le ofrecieron y, mirando directamente a las cámaras, comenzó a hablar con un tono seco y carente de emoción.
—He tenido esto en la cabeza durante toda la carrera —dijo, sus palabras cortas pero cargadas de intención—. Pero déjame decirte algo: estás jugando con fuego, y yo realmente no tengo miedo de quemarme.
Sin añadir nada más, dejó el micrófono sobre la mesa y salió del lugar sin mirar atrás. Su salida abrupta dejó a todos los presentes en un estado de confusión total. Las miradas entre los periodistas se cruzaron, llenas de preguntas.
—¿A quién iban dirigidas esas palabras? —murmuró uno de ellos, apretando su grabadora con curiosidad.
—¿Está declarando la guerra a Lando? —aventuró otro, recordando los momentos tensos durante la carrera.
—¿O era para alguien más? —susurró una reportera, su mente analizando cada posible significado.
Max había plantado una semilla de intriga en el aire. Su mensaje era directo, pero el destinatario permanecía en las sombras, dejando a todos los que lo escucharon con más preguntas que respuestas.
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¡Yuki!
FanfictionEsta historia está narrada principalmente desde el punto de vista de Yuki, mostrando el impacto que puede provocar la separación de sus padres y la inesperada aparición de dos personas en su vida que, con el paso de los días, la transformarán por co...