XIV

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Mis ojos seguían fijos en la mirada de Max, y el silencio en la casa parecía hacerse más denso a cada segundo. Daniel se había ofrecido a llevar a papá a su trabajo, dejándonos completamente solos. Sentía el corazón latirme en el pecho, mientras mis manos se entrelazaban inquietas bajo la mesa.

—Yuki... —su voz me hizo salir de mis pensamientos. Sus ojos me miraban con suavidad, pero antes de que pudiera terminar la frase, lo interrumpí.

—¿Por qué? —pregunté sin más, dejando salir lo que llevaba dentro. Al ver la confusión en su rostro, volví a hablar, esta vez sin filtro—. ¿Por qué nos tratas así? ¿Qué buscas? ¿Intentas ganarte a mi papá solo para luego romperle el corazón? ¿Quieres burlarte de nosotros ganándote nuestra confianza? —Mi pecho se sentía pesado—. ¿Qué buscas, Max?

Él se quedó callado, sorprendido por mis palabras. Pasaron unos segundos antes de que respondiera. Parecía escoger sus palabras con cuidado.

—¿Crees que me estoy aprovechando de tu papá? —me preguntó, bajando la mirada un momento antes de levantarla nuevamente. En sus ojos había una mezcla de sinceridad y algo que parecía dolor—. Yuki, yo nunca jugaría con los sentimientos de Sergio. Él es... —soltó una sonrisa suave—, él es mi mayor apoyo, y lo amo. Lo amo profundamente, y lo último que quiero es que viva lo que ya vivió con tu padre.

Noté que su voz se quebraba levemente al hablar, y la sinceridad en sus palabras me tocó más de lo que quería admitir.

—Checo merece lo mejor del mundo, porque ha hecho mucho para salir adelante y para estar contigo, Yuki. Si algún día llegara a romperle el corazón, te juro que... no sé qué haría. Él no merece eso, ni merece volver a sufrir, ni mucho menos llorar por Kamui —continuó, con una mirada fija y decidida—. Yuki, yo no quiero reemplazar a tu papá. No quiero ocupar el lugar de alguien que todavía es importante para ti.

Se quedó esperando una respuesta, pero al ver que no decía nada, suspiró y siguió hablando.

—Quiero ser tu amigo, Yuki. No quiero alejarte de Checo, solo quiero estar aquí para cuidarlos a los dos, porque de verdad los adoro. No quiero que sigan sufriendo.

Por un instante, intenté contener las lágrimas, pero mis ojos comenzaron a picar y mis labios temblaron al darme cuenta de lo que estaba por decir. Sentí la calidez de una mano en mi espalda, lo que me hizo sobresaltarme un poco y alzar la vista. Max estaba frente a mí, mirándome con una mezcla de ternura y preocupación mientras se agachaba para estar a mi altura.

—No te guardes nada, Yuki... Sé lo que es guardar todo para ti mismo. —Su mano seguía apoyada en mi espalda, transmitiéndome una tranquilidad inesperada—. Suéltalo, no voy a juzgarte. No tengas miedo, ¿sí?

Quería decir algo, pero las palabras se enredaban en mi garganta. No quería admitirlo en voz alta: el miedo de avanzar, de aceptar todos estos cambios en mi vida, de permitirle a él, a Daniel, y a todos los que comenzaban a aparecer en mi vida, ocupar un lugar en mi corazón. Luché un momento, hasta que, sin pensarlo mucho, me lancé a sus brazos, dejando que me envolviera en un abrazo silencioso. Hundí mi rostro en su pecho y dejé salir todo, entre sollozos.

—Tengo miedo... —murmuré entrecortado—. Miedo de todo. No quiero que el tiempo siga avanzando. —Las lágrimas caían sin que pudiera controlarlas—. Tengo miedo de encariñarme contigo, con Daniel, con todos... y luego que se tengan que ir. No quiero volver a sentirme solo.

Max me sostuvo con fuerza, sin decir una sola palabra. Solo estaba allí, dejándome sentir. En ese instante, supe que él entendía. Que no necesitaba decirme nada, porque él ya lo sabía.

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