Sé que estoy soñando cuando me veo al espejo y veo en mi reflejo al pequeño Campbell de cinco años. Intento despertar porque sé que nada de esa época puede ser algo bueno, pero no puedo hacerlo. Siento que estoy paralizado. Veo mi mano, mi pequeña mano de niño de cinco años, y tiene un cuchillo ensangrentado...
Despierto y lo primero que noto es que tengo la garganta seca. Intento tragar un poco de saliva, pero duele demasiado. Es como si tuviera una lija ahí dentro. Poco después llega el dolor de cabeza y no me demoro demasiado en darme cuenta de que son los efectos de la resaca lo que me tiene así y el recordatorio de la pesadilla que acabo de tener, aunque no es nada comparada con otras que he tenido.
Aun sin abrir los ojos, tanteo a mi alrededor para sentir la cama. Lo único que soy capaz de pensar es que por favor esté en mi cama y no en una desconocida con alguna chica de la fiesta a la que fui anoche...
Abro los ojos y la luz me deja ciego por algunos segundos, pero luego me deja percibir lo que está a mi alrededor y me percato de que estoy en mi habitación, en la casa de mi abuela, con mis paredes azules y los cuadros que algunas veces dibuja la abuela en ellas.
¿Cómo llegué aquí anoche? No tengo la más mínima idea. Intento buscar en mi memoria algún indicio de lo que sucedió el día de ayer, pero solo aparecen algunas cosas que en realidad no quiero recordar, como Hailey contándome que perdí el año escolar, yo hablando con el rector y él diciéndome que me vaya a la mierda con palabras formales y, finalmente, esa chica rubia en la fiesta que no paraba de mirarme, todos los shots de tequila que tomamos juntos y luego creo que me la llevé a la parte trasera de la casa para jugar un poco sin testigos.
¿Me la follé? No recuerdo muy bien. Intento llevar mis pensamientos a ese momento, pero lo único que aparece en mi cabeza es Hailey muy molesta, gritándome y casi poniéndose a llorar.
Oh, mierda. Discutí con Hailey.
Me levanto de la cama de un salto al recordar nuestra discusión. Cuando me gritó, cuando le dije que se olvidara de mí, ella insistiendo y diciendo cosas que me hirieron un poco... Yo diciéndole cosas que sé que la hirieron mucho.
Sin perder el tiempo, busco un poco de ropa limpia y entro al baño para darme una ducha de agua fría. Aprovecho para tomar un poco de agua y alivianar mi garganta seca, pero va a tener que esperar. Ahora arreglar las cosas con Hailey es prioridad.
Me golpeo mentalmente en la cabeza por todas las cosas que le dije.
¿En qué estaba pensando cuando le dije que era una niña, que debía madurar y que me daba vergüenza? Claramente no estaba pensando. De haber sido así, no la habría tratado así cuando lo único que ha hecho es intentar ser una buena amiga y salvarme del hoyo en el que he ido cayendo poco a poco.
Qué estúpido soy, joder.
Salgo de la ducha, me lavo los dientes y salgo de la casa. Es sábado, así que mi abuela debe estar en el mercado haciendo las compras para la semana y lo agradezco. Tengo un aspecto horrible por la fiesta de anoche y todo lo que bebí. No quiero que me vea de esta manera.
Con la cabeza ardiendo de dolor por la deshidratación, toco la puerta de los Torres, esperando que sea Hailey la que la abra, pero no tengo tanta suerte.
Addison Torres es la que me abre la puerta... y no está feliz de verme, eso es seguro.
-Oh, miren. El hijo pródigo vuelve con la cola entre las piernas- me dice mirándome de arriba abajo con una expresión de asco en la cara.
Si hay algo que caracteriza a las hermanas Torres es que pueden decir todo lo que están pensando con su cara.
- Hola, Addie...
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La estrella que guía mi camino
Teen FictionHailey y Campbell han compartido una amistad inquebrantable desde su primer encuentro en una fiesta, donde sus almas se conectaron al hablar sobre el vasto universo y la soledad que lo acompaña. Mientras Campbell navega por un oscuro camino de autod...