La primera vez que vi a Campbell Grant tenía solo ocho años. Lo recuerdo muy bien, porque estaba escuchando una conversación entre mis padres que sabía que no debía estar escuchando. Ellos estaban en el primer piso y yo en el segundo haciendo mis deberes junto a mi hermana mayor Addison. Mis padres miraban a la casa enfrente a la nuestra, donde vive la señora Grant, una anciana que siempre es muy buena con nosotros.
- ¿La recuerdas? – le pregunta mi padre a mi madre, mientras que ella solo niega con la cabeza.
- No mucho, la verdad- responde después de unos segundos- Era dos años menor que yo en la escuela. Solo sé lo que decían los rumores. Ya sabes, la única hija de los Grant escapó de casa a los quince años con su novio universitario y nunca más la volvimos a ver.
- Y ahora la pobre Esther tendrá que hacerse cargo de un nieto que jamás supo que tenía...
La voz de mi padre baja un poco de volumen y yo intento acercarme un poco más a ellos para terminar de escuchar lo que estaba diciendo.
- Te van a castigar si te encuentran escuchando a escondidas- escucho la voz de mi hermana en mi oído derecho, haciendo que dé un salto en el lugar y mi corazón comience a latir más rápido de lo normal.
Me doy media vuelta y allí se encuentra ella. Addison tenía solo diez años, pero ya parecía bastante mayor. Siempre la hermana más linda, con su cabello marrón oscuro y sus ojos verdes. Popular y con las mejores calificaciones de su generación.
Es decir, la hija perfecta a los ojos de mis padres. La hija que jamás escucharía una conversación de adultos a escondidas.
- No se van a enterar si no les dices- le respondo intentando agudizar mi oído para escuchar a mis padres, pero parece que ya se alejaron demasiado.
Salgo de mi escondite y voy de vuelta a nuestro salón de estudio con Addie a mi espalda.
- ¿No tienes curiosidad por lo que está pasando en la casa de la señora Grant?
Addie me queda mirando fijamente unos segundos, con indecisión. Puedo ver cómo la curiosidad va invadiendo su interior, pero luego niega con la cabeza y la esconde. Como siempre, debe ser la hija perfecta.
- Si nuestros padres quisieran que supiéramos, nos lo habrían dicho.
- Eres caso perdido, Addison Torres.
Justo en ese momento, escuchamos el ruido de un auto acercándose a nuestra calle. Addie y yo nos miramos solo unos segundos antes de correr hacia la ventana y pegar nuestras narices en ella, mirando en dirección a la casa Grant.
En silencio, vemos como dos señoras se bajan de un auto grande de color blanco. No reconozco a ninguna de ella, pero si reconozco a la señora Grant, que sale de su casa y espera pacientemente en su jardín.
- ¿Qué crees...?
-Cállate- me interrumpe Addie.
Las señoras del auto abren la puerta de los asientos traseros de éste y veo bajar a un niño de nuestra edad, con el cabello largo y del color de una zanahoria, delgado y vestido con ropa demasiado grande para él.
-Pobre niño- comenta Addie más para ella misma que para mí.
- ¿Qué crees que le sucedió?
- No lo sé, Hail- me llama por mi apodo- Supongo que no tiene unos buenos padres.
No lo entendí en su momento. No tenía la madurez para hacerlo. Mucho menos para relacionar lo que había estado escuchando de la conversación de mis padres con lo que estaba viendo ahora.
Después de unos días, nuestros padres nos sentaron a Addie y a mí y nos contaron la historia de Campbell Grant, nieto de la señora Grant y que ahora vivirá con ella por un tiempo porque su madre no podía cuidarlo. Addie preguntó por qué, pero no recuerdo que contestaron mis padres. Una mentira, probablemente. No hay una forma correcta para decirle a tus hijas de ocho y diez años que el pobre chico había sido abandonado por su madre, una joven adicta a la heroína y con un padre desconocido para todos. Eso lo averigüé mucho después.
Cuando se convirtió en mi mejor amigo.
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La estrella que guía mi camino
Dla nastolatkówHailey y Campbell han compartido una amistad inquebrantable desde su primer encuentro en una fiesta, donde sus almas se conectaron al hablar sobre el vasto universo y la soledad que lo acompaña. Mientras Campbell navega por un oscuro camino de autod...