Hailey

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Cinco años después.

Addie por fin dejó de ser la hija perfecta de mis padres y se da la oportunidad de disfrutar un poco de la vida.

Lamentablemente para mí, a los trece años, significaba tener que acompañarla a todos los lugares que ella quisiera ir porque, en la mente de mis padres, si Addie estaba acompañada de su hermana menor, se iba a preocupar por cuidarme a mí en vez de estar haciendo cosas que no debía.

Un claro error cuando consideramos que Addie tenía quince años.

En defensa de mis padres, estaban preocupados por mi vida social y pensaban que juntarme con los amigos populares de Addie me convertirían en ella. Suena muy mal, lo sé, pero no les guardo resentimiento por eso. Eventualmente se dieron cuenta que con mis clases de danza era más que feliz.

Un viernes por la noche, estaba en la habitación de Addie ayudándola a escoger un vestido para la fiesta a la que teníamos que asistir en una hora más. Bueno, ella es la que estaba invitada y yo solo era la hermana menor que debían soportar.

- ¿Qué te parece esto? – me pregunta Addie mientras me muestra un vestido largo y blanco que le regaló mi abuela para su último cumpleaños.

- Me parece bien si la fiesta tiene temática de boda.

- Tienes razón – guarda el vestido y saca lo que en realidad es una playera larga con un cinturón en la cintura- ¿Y este?

- Papá jamás te dejará salir a la calle con eso. Apenas si cubre tu ropa interior.

Puede que Addie y yo seamos las personas más distintas en este mundo, pero siempre fuimos muy cercanas. Ella fue, por mucho tiempo, la única amiga que tenía en el mundo. Además, nunca se quejó de tener que ir conmigo a todos lados, aunque sé que le molestaba.

Media hora más y Addie por fin se decide en un vestido simple de color negro que llega un poco más arriba de la rodilla. Papá nos va a dejar a la casa de West, uno de los mejores amigos de Addie en ese entonces y el lugar en donde iba a ser la fiesta.

- ¿Estás segura de que los padres de West estarán en casa? – pregunta papá mientras mira con inseguridad la casa y los muchos adolescentes que entran en ella.

- Claro que sí, papá- contesta mi hermana, aunque ambas sabíamos que la respuesta verdadera era un "claro que no".

A regañadientes, papá abre el seguro de las puertas y nos deja salir. Addie toma mi brazo con fuerza para sacarme del auto y se despide con la mano de nuestro padre que no se va hasta que hemos entrado en la casa de West.

Cuando la cara de mi hermana aparece a la vista, todos sus amigos se acercan a abrazarla y llevársela a otro lugar, dejándome sola en la entrada de la casa.

Claro que estaba acostumbrada a eso así que no me afectó. Addie y yo somos cercanas, sí, pero entiendo que necesitara su espacio y yo estaba feliz de dárselo.

Estuve un par de horas dando vueltas por la casa, viendo las fotografías de la familia de West, la decoración, las habitaciones y los invitados en sí. Era básicamente invisible y no me importaba. Nunca he sido de llamar la atención como Addie. Ella fue la única entre las dos que heredó los ojos verdes de nuestra abuela materna. Yo era solo una hija de latinos más. Con ojos marrón, piel bronceada y cabello oscuro.

Faltaban solo unas dos horas para que nuestros padres nos vinieran a buscar cuando decidí que era un buen momento para salir al patio trasero de la casa. Abrí un ventanal enorme que conectaba ambos lugares y me quedé embobada viendo la enorme piscina que tenía West.

- Definitivamente dios tiene sus favoritos en este mundo – digo en un susurro.

Una risa ante mi comentario me llama la atención, haciéndome saber que no estoy sola. Giro la cabeza y me encuentro con un chico de cabello rojizo y ojos marrón mirando las estrellas al tiempo que está sentado en el costado de la piscina.

La estrella que guía mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora