Falta de tiempo, falta de atención, llevándolos a tomar una madura decisión.
Pero ninguno de los dos imagino que su tan peculiar e inolvidable despedida, traería cierta consecuencia.
Un pequeño ser que venía en camino los llevaría a recuperar lo que...
Con el pasar de los días, las cosas no mejoraron tanto. Izuku seguía con sus pequeños malestares, se sentía más cansado y comenzaba a notar la falta de sueño reflejado en las bolsas negras que se encontraban bajó sus ojos. Pero algo que lo aliviaba en ese momento, es el hecho de que Kendo había programado el nacimiento de su bebé dentro de dos semanas.
Solo dos semanas para tenerlo entre sus brazos. Muy en el fondo anhelaba que ese momento llegará.
Aunque las ganas disminuían cuando le explicaban la dificultad de la labor de parto.
Pero como siempre, Katsuki tenía que interferir cuando el tema era tocado. Realmente no entendía por qué el afán de asustar a su tierna bolita pecosa, cuando sabían lo asustadizo que solía ser. Ya bastaba con todos sus altibajos por nueve meses para que sigan derribando sus energías positivas.
. . .
Cómo pocas veces desde que inicio con síntomas similares a los de Izuku, Katsuki se levantó temprano esa ocasión, aprovechando el buen sueño del peliverde para ser él quien prepare su desayuno.
Izuku por su parte, despertó al sentir los movimientos de su pequeño, mismos que se podían ver bajó sus ropas; un pequeño bulto que sobresalía de su enorme barriga. Frotando sus ojos y bostezando, terminó estirando su brazo al costado derecho, abriendo con dificultad sus ojos adormilados al sentir la ausencia del rubio a su lado. Con algo de dificultad, consiguió ponerse de pie, saliendo de su habitación; sintiendo como sus papilas gustativas eran estimuladas por el exquisito aroma proveniente de la cocina.
Al hacer acto de presencia, no imagino que la vista de Katsuki se fijará en una sola parte de su cuerpo, sin intenciones de mirar dónde los rubíes se encontraban embelesados, pregunto.
—¿Qué ocurre?
Katsuki reaccionó a su voz, subiendo su vista hasta encontrarse con sus esmeraldas. Carraspeando su garganta, apagando la estufa y limpiando sus manos con un trapo de cocina. Al acercarse a él, señaló con su dedo índice su pecho; siguiendo el movimiento de su dedo, Izuku no tardó en sentir su rostro arder al notar las manchas de su camisa. ¿Qué estaba pasando?
—Pero ¿qué? — no termino de formular su pregunta.
Quedando estático ante las acciones de Katsuki, mismo que levanto su camisa y comenzó a tocar los pezones hinchados de Izuku. Al dar el primer apretón, gotas blancas comenzaron a emerger del botón rosado.
—¡Ja! Estás teniendo fugas de leche...
—¿¡Eh!? ¿Pero por qué ahora?
—No lo sé, quizá tú cuerpo ya se está preparando para recibir a nuestro bebé. ¿Te duelen? — pregunto, comenzando a masajear alrededor de sus pezones erectos, bufando al ver cómo el loquito transparente con una tonalidad blanquecina y amarillenta no dejaba de brotar.
—¡Kacchan! Deja de hacer eso, es raro.
—Oh lo siento— alejo sus manos—, deberías tomar una ducha, estás algo pegajoso.
Con mejillas rojizas y manos temblorosas, Izuku asintió, caminando de regreso a su habitación para darse una ducha caliente.
No cabía duda que cuando pensaba haberse acostumbrado, algo nuevo venía a recordarle las dificultades del embarazo.
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En el momento en que su madre llegó y Katsuki se marchó, comenzó a inundar a la pobre mujer con preguntas. Debía informarse más antes de que la sorpresa volviera a golpearlo.
Lo único que esperaba la pobre de Inko, era que Katsuki no la terminará regañando por el estado en que había quedado Izuku al escuchar todas sus respuestas. Parecía algo ido, pero al mismo tiempo parecía estar asimilando las cosas; quizá, solo quizá, su mente turbulenta se estaba preparando con más seriedad sobre lo próximo que se vendría.
Porque el tener un bebé puede ser el acto más hermoso y una experiencia maravillosa, pero esto también conlleva a un gran desgaste físico y emocional. Y por más que Katsuki quisiera protegerlo de eso, era imposible evitar lo inevitable.
Aunque la fuga de leche duró pocas horas, su madre le aseguro conseguir instrumental necesario que debía usar cuando iniciará a amamantar y la leche que se fugaba fuera más al punto de incluso llenar un biberón de dos onzas.
Leyendo una revista de maternidad que le encargó a Mitsuki para esa misma tarde, Izuku asintió con su cabeza cuando Katsuki anunció su llegada.
El rubio, se despojó de su sacó y caminó con dirección al sofá donde el pecoso se encontraba entretenido con un par de revistas a su alrededor.
—¿Qué estás leyendo? — preguntó, tomando asiento a su lado, recargando su mentón sobre su hombro, dando un pequeño beso fugaz en su mejilla, abrazando su enorme barriga con un solo brazo.
—Son revistas sobre maternidad, dan consejos e incluso hablan de experiencias vividas.
—¿Por qué lees eso ahora?
—Simple curiosidad.
Escucho musitar a Katsuki, deteniendo su lectura y cerrando su revista de golpe en el momento en que sintió las grandes manos del rubio tocar su pecho plano.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Ya no está saliendo más? — El peliverde negó — Ya veo. Mientras estaba en la oficina no dejaba de pensar en todo lo que podemos hacer cuando el bebé nazca— contó, comenzando a masajear sus pezones, mordiendo el lóbulo de su oreja, sonriendo al sentir como su piel se erizaba al tacto.
Izuku no tuvo que preguntar más para saber a lo que se refería, pues para su gran suerte, Ochako ya le había contado de más sin que él se lo preguntara, entre ellas, un mini fetiche departe de Tsuyu, que tal parecía que Katsuki también había adquirido: tener sexo mientras su leche salía a borbotones.
—¡Kacchan! — exclamó exaltado. Se colocó de pie, alejándose lo más rápido posible del rubio que lo miraba divertido— ¡Dios, no digas cosas extrañas!
Con el rostro colorado, el peliverde fue a su habitación, dejando a un rubio divertido por la situación y con la perversión vistiendo su rostro. Definitivamente no desperdiciara la oportunidad cuando se le presente, no lo dejaría escapar tan fácilmente. Después de todo, su cuerpo ya no soportaba la abstinencia.
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