Cordón umbilical.

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En el momento en que Ibara tuvo al bebé en sus brazos, suspiró aliviada, pues durante sus años trayendo a bebés a ese mundo, nunca se sintió tan nerviosa y temerosa por cometer algún error que pudiera dañar tanto al padre como al hijo.
Izuku inició como un ejemplar de su curiosidad, aquel que alimentó su mente de nuevos conocimientos, pero, sobre todo, el amor a su carrera y trabajo.

No fue fácil, y aunque sus dudas sobre ese cuerpo masculino que consiguió dar a luz a un sano bebé seguían haciendo mella en su cabeza, se sentía orgullosa de su trabajo y la gran fortaleza que tuvo para llevar el proceso a término.

Comenzando a sentir el escozor en sus ojos por sus infinitas ganas de llorar, dibujando la más grande sonrisa que sus labios le permitieron a través del cubrebocas.

—Katsuki— rompió la atmósfera Kendo— ¿Deseas hacer los honores?

Pregunto, extendiendo una tijera esterilizada. Ante la confusión en su mirada, la pelirroja señaló hacia donde Shinso e Ibara se encontraban colocando pinzas sobre el cordón umbilical.

—¿De verdad puedo hacerlo yo?

—Por supuesto— respondió Ibara, acercando a su bebé para que pudiera cortarlo.

Con el temblor de su mano, Katsuki se acercó a ese pequeño que no dejaba de hacer pucheros en su carita, teniendo intenciones de llorar con más fuerza; asustándose cuando uno de sus piecitos golpeó su mano, teniendo miedo de lastimar su piel tan sensible. Con un poco de dificultad, lo consiguió.

Shinso, envolvió al bebé con la manta y se lo llevó para terminar de limpiarlo. Cuando terminó, se lo entregó a Katsuki, quien no dudó en acercárselo a Izuku, quien se mantenía con los ojos cerrados por el gran esfuerzo que había dado, sintiéndose desfallecer en cualquier momento si no fuera por el llamado.

—Deku— lo nombró.

Y en el momento en que el aludido abrió sus ojos, se topó con una pequeña cabecita rubia; parpadeando un poco más para intentar despertarse, levantando con lentitud su mano hasta la manta blanca que rodeaba a su pequeño, al destapar más su rostro, se encontró con unas pequeñas manchitas sobre sus mejillas.
Sintiendo ganas de llorar una vez más, aunque esta vez son más lágrimas de felicidad que de dolor.

Sus pestañas rubias y largas, su piel rojiza, ojitos cerrados e hinchados con una tonalidad morada a su alrededor. Tal vez su aspecto en ese momento no podía ser el más agradable para otras personas, pero ante sus esmeraldas acuosas, era el bebé más hermoso que podía existir sobre la faz de la tierra.

—¿Es mi bebé? — preguntó con voz temblorosa, quejándose un poco por el trabajo que aún Ibara se encontraba haciendo en la parte baja de su cuerpo.

—Sí— respondió — es nuestro pequeño Kiyoshi.

Con sus lágrimas corriendo nuevamente por sus mejillas, Izuku se movió un poco para tomar al pequeño entre sus brazos, comenzando a arrullarlo en cuanto lo escuchó quejarse.
Acariciando su mejilla tan tersa, sonriendo al tiempo que sentía los labios de Katsuki sobre la suya.

—Es tan pequeñito — dijo, sonriendo al sentir como su pequeña manita se aferraba a su dedo índice.

Era un momento tan maravilloso que incluso no les molesto tener más personas presentes a su alrededor, aunque para su mala suerte, su pequeña burbuja se rompió con la voz de Shinso.

—Lo siento, pero me lo tengo que llevar, aún tenemos que revisar sus signos, peso... Cuando el señor Midoriya esté instalado en su habitación, lo llevaré yo mismo.

—¿Lo prometes? — preguntó Izuku, frunciendo sus labios con disgusto ante la idea de ser alejado de su pequeño.

Con un leve asentimiento, Shinso tomó al bebé entre sus brazos, llevándolo consigo.
Ibara por su parte, le indico a Kendo y a Katsuki retirarse para que ella pudiera terminar su trabajo.

Volver a empezar [BakuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora