Parto.

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En el momento en que Inko estaba revisando los documentos con su jefe, no esperaba recibir una llamada de Katsuki, y mucho menos que le hablaba para darle aviso de lo que los ha mantenido ansiosos en los últimos días.

Ella era consciente que no todos los embarazos solían llegar a la fecha programada, pero lo que, si nunca esperó, es que justo ese día en el que tuvo que dejar a su hijo solo, iniciaría con su labor de parto.
Al finalizar la llamada, reaccionó tal y como Izuku lo imaginó más de una vez en su mente.

—¡Ya viene, ya viene! — comenzó a gritar con euforia mientras sostenía su estómago, preocupando a su supervisor quien se acercó a ella con los nervios de punta.

—¿Quién viene Inko? — preguntó el hombre de semblante lamentable de nombre Yagi.

—¡Mi nieto! ¡Mi nieto está por nacer! — volvió a gritar, comenzando a dar vueltas por la oficina mientras movía sus manos con impaciencia.

—Por dios mujer, ¿cómo que tú nieto? Pensé que el joven Izuku era...— fue interrumpido con el drama de la mujer explotando aún más.

—¡Mi hijo es el que está dando a luz! ¡Por Dios, debo irme!

Con eso dicho, Inko tomó su bolso y salió corriendo del lugar a como sus piernas lo permitían.
Por otro lado, el hombre rubio, trató de asimilar lo que la mujer había dicho, pero, antes de reaccionar por completo, sus piernas se movieron por sí solas yendo tras de ella.

No entendía lo que pasaba, pero por una extraña razón, no quería alejarse de la mujer y mucho menos dejarla sola cuando eran más nervios los que la dominaban en ese momento.

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Al otro lado de la ciudad, el resonar de los tacones sobre la madera pulida, Mitsuki se adentró a la oficina de su esposo sin siquiera dar aviso.
Acción que por supuesto molesto al hombre que estaba sentado frente a Masaru y por supuesto demostró su descontento con su entrecejo fruncido. Primero el hijo, ahora la esposa. ¿Con que clase de empresarios estaba tratando?

—Masaru, date prisa tenemos que irnos.

—¿Pero a dónde?

Antes de que pudiese responderle, un quejido por parte del accionista la hizo detener cada acción que hacía en el momento.

—¿Es que acaso así se me va a tratar cada vez que esté aquí? Realmente debería reconsiderar su oferta. Esto es indignante.

Mitsuki, frunció su ceño y con un golpe sordo sobre el escritorio, miro amenazante al sujeto.
La empresa de los Bakugo tenía mucho mayor prestigio que su diminuta empresa, ¿y tenía la osadía de sentirse ofendido y hacerse el digno?

—Usted es libre de hacer lo que quiera, pero este es un asunto familiar con mucho mayor importancia que su maldita miseria de inversión.

—¿Q-qué ha dicho?

—He dicho que se largue, mi nieto está por nacer y no me apetece amargar este momento con alguien como usted.

—¿Qué has dicho Mitsuki? ¿Por qué no lo dijiste antes?

El hombre de cabellera castaña recogió sus cosas y se fue con su esposa rumbo al hospital, dejando al sujeto solo en esa oficina sin la oportunidad de apelar.
Nejire, quien presenció todo, se acercó al hombre que no hizo más que mirarla confundido y ofendido.

—¿Desea que le agende una nueva cita o, le muestro la salida? 

Vaya experiencia se llevó ese sujeto de regreso a casa.

Cuando Izuku era un infante, sufrió muchas caídas que por consecuencia lo llevaron a tener muchas raspaduras y cortaduras en su pequeño cuerpo

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Cuando Izuku era un infante, sufrió muchas caídas que por consecuencia lo llevaron a tener muchas raspaduras y cortaduras en su pequeño cuerpo. Incluso los niños solían llamarlo «pecoso llorón».
La infancia puede ser dura a una edad temprana, pero poco a poco este sentimiento va siendo mínimo cuando se llega a la adultez y nuevas heridas afectan a tu vida de distintas formas.

Emocional.

Física.

Salud.

Pero definitivamente ninguna de esas estaba superando el dolor que en ese momento de su vida estaba experimentando.

15 de abril: 8 hrs con 17 minutos.

Y él se estaba ahogando en la agonía del dolor.

—Vamos Izuku, un poco más, ya está coronando— le ordenó Ibara con severidad en su voz.

Con una bocanada de aire, Izuku pujo lo más fuerte que su débil cuerpo le permitía. No sabía que el parto sería una de las cosas más complicadas de su vida, pero, sin embargo, allí estaba, dando lo mejor de sí, aunque su cabeza doliera y sintiera su racionalidad desvariar.

Intentando llenar sus pulmones de aire, Izuku hizo su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Dolía, le dolía horrores y no tenía idea de dónde le saldría más energía para terminar con éxito pues el cansancio comenzaba a vencerlo, pero en el momento en que la voz de Ibara llegó a sus oídos una vez más, escucho un pitido en sus oídos, realmente no sabía si lo soportaría.

—Vamos amor— fuerte y claro, Katsuki intentó animarlo con palabras suaves y llenar de cariño para reconfortarlo—, yo sé que tú puedes, siempre puedes lograrlo así que, por favor, una vez más.

Comenzando con los ejercicios de respiración, una vez más se preparó para pujar hasta tener un mayor avance. Y por supuesto que lo estaba consiguiendo, pues al segundo intento, la cabeza de su pequeño comenzó a verse con más claridad.

—¡Un poco más, Izuku! — motivó nuevamente la mujer—, solo un poco más y esto habrá terminado.

Kendo, no dejaba de mirar el monitor de frecuencia cardíaca, pues en el peor de los casos, debía estar lista para comenzar con la reanimación si fuera necesario.

—Vamos cariño, a la cuenta de tres: 1, 2 y ¡3!

Pujo Izuku con más fuerza en el momento en que Katsuki exclamó con fuerza el número tres y apretó aún más el agarre de su mano.

Ante el esfuerzo dado, el llanto del bebé resonó sobre toda la fría habitación, dejando a todos respirar con más calma.
Su llanto era fuerte, tanto, que Izuku miro a Katsuki de soslayo, no pudiendo evitar recordar lo enérgico que solía ser el rubio en ocasiones. Tal para cual, quizá.

Por el contrario, Katsuki, apretó su mano y la llevó hasta su frente al mismo tiempo que sus ojos se mantenían cerrados. Estaba aliviado, y feliz por escuchar el llanto de su bebé, su hijo. Pero, sobre todo, que Izuku esté con bien.

 Pero, sobre todo, que Izuku esté con bien

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