Amamantar.

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Hace poco más de dos meses atrás, Izuku tuvo una larga plática con su madre, una plática dónde la mujer fue sincera ante los nuevos hábitos que debía tomar una vez Kiyoshi naciera, cambios y responsabilidades.

Entre todos esos, el dolor que sería amamantar.

Los primeros días se sentía raro al ver cómo una pequeña y rosada boquita inexperta succionaba con sutileza; una caricia que en ocasiones lo hacían sentir somnoliento.

Pero ahora, se había convertido en un verdadero martirio: ardor, dolor, sangrado, sensibilidad. Su madre no se equivocó, pero la realidad supera sus palabras.

Tenía que morder su lengua y su labio inferior para soportar el dolor que ahora le provocaba amamantar a su bebé, por lo cual su madre había recomendado comprar un ungüento especial para esa situación dolorosa.

«Unta un poco en tus pezones y deberás masajearlos, cuando alimentes a Kiyoshi deberás lavar, aunque no es tóxico para los bebés, es mejor mantener esa zona limpia para evitar algún brote de dermatitis en su boquita»

Esas fueron las indicaciones que Inko le había dado, y Katsuki por supuesto, fue a la farmacia por dicha pomada.

Al regresar a casa, encontró a Izuku acostado sobre el sofá con su camisa levantada dejando su abdomen y pecho al descubierto, su ceño estaba fruncido y sus labios no dejaban de moverse ante el malestar de sus botones rosados.

—¿Duele mucho? — pregunto, dando un pequeño golpecito sobre su rodilla, acto que hicieron a Izuku levantar una de sus piernas, permitiendo que el rubio se sentará entre sus piernas.

—Arde— murmuró.

Con un asentimiento, Katsuki saco la pomada de la caja, abriendo está y untando un poco sobre su índice para llevarlo hasta uno de sus pezones, sonriendo tan amplio como las comisuras de sus labios se lo permitieron al escuchar un quejido salir de los labios del pecoso.

—¿Me estás provocando? —preguntó altanero.

—No digas tonterías, es frío y estoy bastante sensible— respondió, escuchando una suave risa por parte del rubio.

Izuku, entre abrió sus ojos al sentir como Katsuki se removía sobre el sofá, notando cómo este acomodo uno de sus brazos a un lado de su cabeza quedando encima de él, continuando con el masaje en uno de sus pezones con su otra mano.
El rubio, bajó un poco su cabeza para plantar un beso sobre su mejilla, pasando a rozar sus labios contra los del pecoso, inclinándose ahora hacia abajo para tomar el otro pezón entre sus labios; dando movimientos estimulantes con su lengua y con sus dedos, sonriendo y agradeciendo la sensibilidad del pecoso pues este comenzaba a curvar su espalda como reacción ante su tacto, dejando salir más de un suspiro y gemidos de sus labios semi abiertos.

—Kacchan— lo nombró jadeante y con un tono suave—, de-détente.

Haciendo caso omiso, continúo estimulando su pezón, sintiendo como aquel líquido blanquecino casi amarillento salía de ambos,

—No sabe nada mal— dijo, llevando su lengua hasta donde iniciaba la hinchazón de su pecho, lamiendo el poco de leche que se derramó.

Al mirar de soslayo al pecoso, este tenía sus ojos cerrados y una de sus manos cubriendo sus labios, privándose de liberar esos ansiosos gemidos.
En el momento en que Katsuki se incorporó un poco para poder besarlo, el llanto de Kiyoshi se escuchó de fondo. Haciéndolo suspirar con frustración.

Izuku se reincorporó con rapidez, evitando la mirada de Katsuki y bajando su camisa para así levantarse del sofá, no sin antes arrebatarle el ungüento de las manos al rubio.

—Yo me encargaré de colocarlo— susurró Izuku.

El rubio solo bufo, viendo como Izuku se perdía de su vista; dejándose caer de espaldas contra el sofá, llevando sus manos a su rostro y gruñendo en forma de quejido pues cualquiera que lo mirara en ese momento se daría cuenta del no tan pequeño problema haciendo bulto en sus pantalones.

Sabía que aún no podía tocar a Izuku pero, ¿cuánto más tenía que esperar? Realmente lo deseaba y anhelaba estar una vez más entre sus piernas y dejarse succionar por completo por aquel agujero cálido.

Solo dos semanas y media, solo ese tiempo tenía que seguir esperando y su paciencia se iría al carajo.

Por otro lado, Izuku, sentía su rostro arder por la vergüenza, pues le resultaba incómodo amamantar a su bebé mientras sentía como su erección poco a poco regresaba a la flacidez.

Él también se sentía ansioso por sentir a Katsuki hasta lo más profundo de él, pero en ese momento todo rastro de excitación se esfumó cuando Kiyoshi volvió a succionar su pezón y este ardió de nuevo.

Doloroso, real y jodidamente doloroso.

Doloroso, real y jodidamente doloroso

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