Apoyo.

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La plática que tuvieron esa noche donde sus sentimientos salieron a flor de piel, lo hicieron sobre pensar mejor las cosas, tratando de ver lo positivo de sus imperfecciones que tal y como Katsuki le menciono, estos podrían desaparecer o mejorar con el tiempo.
Pero de todo aquello, había cierta emoción por la propuesta que le hizo el rubio a la mañana siguiente.

«Kiyoshi ya tiene un mes de nacido, también ya estás a pocos días de cumplir tu cuarentena, ¿qué te parece si tenemos una cita después? Ya sabes, como cuando aún íbamos a la universidad».

En ese momento el rubio cenizo juraría haber apretado el interruptor que lo enviaron al espacio por la cantidad de estrellas que se reflejaron a través de sus hermosas esmeraldas que se ampliaron hasta donde sus cuentas lo permitieron.
La emoción se quedaba corta ante la ola de sentimientos que lo invadieron en ese momento, pues ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que tuvieron una cita decente, sin interrupciones, sin cancelaciones.

Las últimas que tuvieron fueron pocas, y terminaron yendo a casa de alguno de los dos; ambos durmiendo y con el televisor encendido. Incluso su vida sexual se estaba yendo en picada.

Por ende, la inesperada propuesta lo mantuvo emocionado en los últimos días.
Pero ese sentimiento se veía obstruido por una sola y pequeña persona: Kiyoshi.

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El día tan esperado había llegado, pero Katsuki se sentía mareado al igual que su madre e Inko.

Antes de pedirles que cuidarán a Kiyoshi, les había explicado un poco de lo que había estado pasando con Izuku, y para su suerte no tuvo que dar más detalles pues ambas entendían y comprendían la razón de su sentir, después de todo ellas ya pasaron por ello y el mayor apoyo que podían darle, era la empatía, además de cuidar al pequeño que ahora se encontraba sobre su mecedor intentando agarrar a los animalitos de felpa que colgaban frente a él.
A Katsuki le resultaba entretenido ver cómo su bebé pataleaba y se quejaba por el hecho de que las figuras de los animales no se dejaban de mover ni mucho menos los podía agarrar como a sus peluches sobre su cuna. Para solo llevar un mes de vida, Kiyoshi era bastante enérgico.

Mirando de soslayo a Izuku, se preguntó a sí mismo si el peliverde era consciente que ya había repetido todas sus indicaciones más de tres veces.

—Por favor que no se pase su hora de la siesta— volvió a repetir Izuku, recibiendo la afirmación de las mujeres que en ese momento pidieron ayuda del rubio con la mirada.

Katsuki, suspiro bajo, alboroto los pequeños rizos de su hijo y se colocó de pie; al estar junto a Izuku, colocó sus manos sobre sus hombros.

—Creo que ya les quedó bastante claro lo que tienen que hacer. Así que será mejor que nos vayamos o la película que elegiste iniciará sin nosotros.

—¿Realmente está bien? ¿y si Kiyoshi me extraña? Es muy pequeño aún para que lo dejemos solo— murmuró.

—Izuku, hijo, no lo están dejando solo, tanto Mitsuki como yo nos encargaremos de que él esté bien.

—Exacto— hablo ahora Mitsuki, dirigiéndose hasta donde el pequeño bebé se encontraba para levantarlo y tomarlo entre sus brazos—, él estará bien, Inko y yo nos las ingeniaremos.

—¿Pero y si llora por qué me necesita?

—Cariño, el que necesita esto eres tú —volvió a hablar Mitsuki—, ve, sal y distráete. Kiyoshi entenderá que a veces sus padres necesitan un pequeño respiro. Además, yo encantada de cuidarlo.

—Y yo— dijo Inko, palmeando la espalda de su hijo, intentando darle ánimos con ese pequeño gesto.

—Y yo— dijo Inko, palmeando la espalda de su hijo, intentando darle ánimos con ese pequeño gesto

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