Postparto.

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Bajo el marco de la puerta que daba a la cocina, Katsuki se encontraba de pie con un vaso de licuado en una mano y un plato con un sándwich en la otra.

No sabía cómo reaccionar, ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba de pie mirando a Izuku brincar sobre esa pelota.

Solo estaba ahí, embelesado ante el magnífico paisaje que se le estaba brindando.

Por recomendación de Kendo, Izuku ya llevaba más de dos semanas haciendo ejercicios: «—Es para fortalecer tu suelo pélvico al igual que tus caderas, también ayudará a tu abdomen». Fue lo que mencionó el día que fue dado de alta y recordó en su última revisión médica.

Pero para Katsuki aquella escena frente a sus ojos le resultaba bastante estimulante, desbloqueando recuerdos específicos de escenas específicas.

Tentador. Era bastante tentado ver aquel bien torneado trasero dar sentones sobre la grande pelota de plástico.

Solo bastó de la vibración de su celular anunciando la llegada de una notificación en el costado derecho de su pantalón para salir de aquel trance hipnótico, llevándolo a carraspear su garganta cuando su cordura lo hicieron regresar en sí y al mismo tiempo llamar la atención de Izuku, quien al verlo le sonrió.

—¿Licuado otra vez? — preguntó, poniéndose de pie para acercarse a su lugar en la mesa donde el rubio colocó los alimentos.

—Mi bebé necesita la mejor leche.

—Si sigo comiendo mucho me costará más adelgazar.

—Yo te veo bien.

—Pues mis gorditos dicen otra cosa— reprochó, y Katsuki suspiro con pesadez.

—Sabes que te debes alimentar bien, todo lo que ingieras se lo darás a Kiyoshi cada vez que lo amamantes, además, tienes mucho tiempo para recuperar esas lindas curvas que tenías— sonrió con picardía, acunando el rostro del pecoso para besar sus labios, un beso que se vio interrumpido por el llanto del bebé.

—¿Puedes traerlo? — preguntó en un susurró contra sus labios Izuku.

Con un suave asentimiento el rubio se dirigió a la habitación del menor, regresando con él entre sus brazos segundos después.

—Pero miren quien ya quiere sostener su cabecita por sí solo— chillo Izuku en cuanto vio las lindas esmeraldas de su hijo—, aún eres muy pequeño mi amor— extendiendo sus brazos para ser él quien lo cargue ahora.

—Primero come y luego lo cargas— ordenó Katsuki.

—Bien— respondió— ¿tú no comerás algo?

—No tengo mucho apetito.

Izuku asintió, no tardando en arrugar su entrecejo; colocándose de pie para ir con dirección al baño.

—¿Todo bien? — escucho a Katsuki preguntar antes de perderse por el pasillo.

—¡Lo mismo de siempre! —exclamó por la lejanía.

Katsuki abrió su boca para después cerrarla, pues solo le bastó con escuchar eso para entender su situación, pues al igual que todas las mujeres después del parto, Izuku se encontraba sangrando, un sangrado que duraría cuarenta días con exactitud.

Era realmente incómodo para él, tomando encanta que su sangrado se estaba dando de manera anal.

Ya anteriormente Izuku le había preguntado a Kendo -como una de sus tantas dudas-, si en algún momento él también comenzaría a menstruar cada mes, lo cual fue una pregunta sin respuesta pues no sé sabía cómo reaccionaría su cuerpo de ahora en adelante.

Y por supuesto, el peliverde esperaba que eso no pasará, pues sería otro martirio para él, pues no quería sufrir de más cólicos como los que tuvo los primeros días en casa después del parto; eran como pequeñas contracciones, claro, estas no lo hacían doblegarse de dolor, pero aun así seguían siendo bastante molestas.

Esa era una de las principales razones por las cuales Katsuki se retenía de tener relaciones sexuales, no quería lastimarlo no mucho menos hacer un desastre en la cama, y sobre todo, que su nivel de fertilidad era mucho más alto de lo normal, y si Izuku quedó embarazado una vez, no dudaban en que podía hacerlo una segunda vez aún usando condón.

—¡Agh! — se quejó Izuku en cuanto volvió al comedor— Es bastante incómodo.

—Me lo puedo imaginar, pero ya falta poco.

—Solo espero que esto no regrese en un mes— volvió a quejarse.

—Solo relájate, si no lo tuviste antes dudo que lo tengas después de esto.

Izuku lo miró, dándole la razón con un puchero infantil en sus labios.

—Está muy tranquilo— comentó nuevamente Katsuki, tratando de impedir que su pequeño llevará uno de sus dedos que sostenía con su diminuta mano a su boquita—. Come, en cualquier momento volverá a llorar pidiendo ser alimentado.

El peliverde asintió, volvió a tomar asiento y continuó consumiendo sus alimentos.

Y mientras él lo hacía, Katsuki no dejaba de verlo cada cierto tiempo de soslayo, sintiéndose cada vez más inquieto por sus cambios de humor repentinos.

Kendo le había mencionado la alteración hormonal que tendría durante y después de su embarazo, pero, algo que se encontraba alojado en su mente no dejaba de incomodarlo.

De entre todos los problemas después del parto, estaba el más difícil de superar: depresión postparto. Y aunque esté se presentaba los primeros días después de dar a luz, no descarta que Izuku pudiera sufrir algún estrago de la misma, aunque no la haya sufrido como tal.

Después de todo, todo lo que pasó en un lapso de casi diez meses no era fácil de superar de golpe, no de forma ilesa. 

 

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