Piensa en ello.
Pues sí, lo había hecho. Pese a sus mejores esfuerzos y hasta el punto de empezar casi a gritar, había pensado en ello. Las horas pasaban y en vez de dedicarlas a pintar, se encontraba frente al lienzo con el pincel en la mano y la mirada perdida en el vacío como un estúpida adolescente.
El problema no era tanto la atracción que Naruto sentía por ella como la que ella sentía por él. Lo que más la turbaba era su incapacidad de dejar de pensar en ese hombre. Otros se habían caracterizado por su falta total de distinción, los había apartado de su mente como si, de hecho, no hubiesen existido y su vida había seguido como si nada hubiera ocurrido. No se había sentido tentada por ninguno de ellos.
De Naruto no podía decir lo mismo.
Obsesionarse por un hombre era una estupidez. La atracción que sentía por él no iba a servirle de nada, así que era estúpido perder el tiempo pensando en eso. Ningún otro hombre tendría mejor suerte, pero el hecho de que se tratara de Naruto la sorprendía una y otra vez, golpeándola directamente en medio de la frente.
De todos los hombres del mundo que hubiesen podido despertar su hasta entonces inexistente libido, Naruto ni siquiera estaba en la lista. Naruto estaba casado, casado con la dueña de la galería donde vendía sus cuadros y ambos estaban pasando por un divorcio difícil.
Razón de más para mantenerse alejada de él.
Muy bien. Su mente captó el mensaje. Si esas palabras calaban hondo, tal vez podría trabajar un rato.
La lluvia había cesado pero el día seguía nublado y. aunque tenía buena iluminación en el estudio, no era lo mismo que la luz del sol. Normalmente, eso no le habría importado, pero ese día sí. Quería una brillante luz solar. Estaba trabajando en un paisaje, que seguía siendo uno de sus temas favoritos, aunque sin la luz del sol no le salían los colores.
Hastiada, metió el pincel en un bote de trementina y removió el contenido. ¿A quién pretendía engañar? Los colores no le salían de ninguna manera. Hacía un año que los colores no le salían bien.
Le habría gustado poder señalar con el dedo el acontecimiento que había provocado aquel cambio, pero no lo conseguía. En su mente no había nada que destacase. ¿Cómo iba a notar si se ponía verde el único semáforo de Byakugan? Lo hacía a intervalos regulares. También se había fijado en que sus plantas se veían inusualmente sanas, aunque al principio pensó que se debía a la aclimatación o que había comprado unas plantas especialmente resistentes que soportaban sus cuidados fortuitos.
Tal vez se tratara de eso. Antes, sin embargo, había tenido que cambiarlas de vez en cuando, pero ahora, no paraban de crecer. El traslado a la ciudad no les había afectado. El cactus de Navidad florecía alegremente por quinta vez en un año, sus bromelias estaban grandes y hermosas, los líquenes exuberantes, y el delicado ficus no perdía las hojas por más que lo cambiara de sitio.
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Ahora la Ves
ParanormalHinata una pintora con peligrosas visiones que la llevan a pintar escenas de crímenes en las que poco o nada puede intervenir. Tras esas experiencias sufre unos estados de shock cuyo elemento dominante es el frío. Un frío interior que sólo un hombre...