Hinata una pintora con peligrosas visiones que la llevan a pintar escenas de crímenes en las que poco o nada puede intervenir. Tras esas experiencias sufre unos estados de shock cuyo elemento dominante es el frío. Un frío interior que sólo un hombre...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Eso es imposible. Debes de estar equivocado.
—No me equivocaría en una cosa así —dijo Sasori, preocupado.
—Los poderes extrasensoriales no existen, sólo son juegos de salón. Lo más seguro es que ya tuviera el cuadro hecho y que, cuando se enteró de la muerte de Sakura, pintase la cara.
—Y entonces, ¿cómo explicas que Hinata supiese la ropa que llevaba Sakura? Yo la vi en la fiesta, ¿sabes? Vi cómo iba vestida. Hinata pintó el vestido, los zapatos, las joyas. Todo coincidía.
—Esto es increíble. Tuvo que enterarse de otra manera.
—No hay otra manera —insistió Sasori—. Me importa un pito si crees o no en la existencia de los médiums. La pintura existe porque la he visto. Y tienes que decidir qué vas a hacer al respecto.
—¿Hacer? ¿Y qué es lo que hay que hacer? Yo no sé nada de lo que ocurre. Tú, en cambio, vas a cumplir con tus deberes de ciudadano y vas a contarle a la policía lo de esa interesante pintura que Hinata tiene y que probablemente no existiría si no hubiese visto o cometido el asesinato. Al menos, se quedarán con el cuadro y ella no podrá terminarlo.
—¿Y no crees que a la policía puede interesarle que lo termine?
—¿Por qué?
A Sasori le pareció que se golpeaba la cabeza contra un muro. Empezaba a ponerse nervioso.
—A: En principio pensarán que la mató ella pero, por desgracia, no hay ninguna prueba que la vincule al asesinato excepto el cuadro. B: Les demostrará cómo lo pintó y una vez la crean, vigilarán todas sus pinceladas.
—Ante un juez, eso no va a ninguna parte.
—No, pero una vez sepan dónde buscar, ¿crees que no encontrarán ni una mínima prueba por la que puedan condenarte?
—No, no lo harán. Todo lo que encuentren apunta hacia otra persona y tú lo sabes.
—Pero ¿y tu jodida cara? —preguntó con los dientes apretados—. Cuando la tengan, ¿crees que no se les ocurrirá enseñarla al guarda de seguridad? Y entonces, ¿Qué ocurrirá?
Finalmente, empezó a hacerse evidente el peligro de la situación y se miraron en silencio unos instantes.
—Bien, tenemos que limitar los peligros. Todavía creo que deberías ir a la policía. Eso te descartará como sospechoso. Y no le permitirán trabajar en el cuadro porque si lo hacen, es una prueba inadmisible y no correrán ese riesgo.
—¿Y si lo hacen?
—Entonces sacaremos nuestra red de seguridad. Con pruebas físicas sólidas y la grabación como móvil, ¿piensas que creerán en una pintura excéntrica? Él tendrá que morir, por supuesto y dejar una nota diciendo por qué se ha suicidado. Qué pena.
Sasori se relajó. La lógica del plan lo tranquilizó. Por primera vez después de haber visto el cuadro en el apartamento de Hinata, creyó que podría escapar de la trampa en la que se sentía apresado.