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Los tres concursantes ocuparon sus asientos, mientras una voz decía sus nombres y lugares de residencia

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Los tres concursantes ocuparon sus asientos, mientras una voz decía sus nombres y lugares de residencia. Salió el presentador y anunció que los tres eran nuevos ya que el pentacampeón se había retirado en el programa anterior.

—La número tres —dijo Hinata con otra taza de café bajo la nariz, inhalando el humo—. Ella ganará.

Los detectives se limitaron a mirarla. Estaban sentados en unas desvencijadas sillas de oficina con asientos de vinilo roto por los que asomaba la goma espuma, en una pequeña, sucia y caótica habitación llena de vasos de plástico y latas de refrescos. 

La cafetera, la máquina de caramelos y la de refrescos ocupaban mucho espacio y en el silencio se oía un zumbido incesante. El televisor era de trece pulgadas con antena interior, pero la imagen y el sonido eran bastante claros.

No estaban solos en la habitación. Los policías, de natural curiosos, encontraban cualquier excusa para entrar a ver qué pasaba. Había otros tres de uniforme y dos más de paisano. Cuando Akimichi gruñó que aquello no era ningún circo, dijeron:—Oye, que a nosotros también nos gusta el programa.

El presentador leyó las categorías.

—Inventores.

—Cyrus McMormick —dijo Hinata.

—Película infantil.

—Mujercitas —respondió Hinata.

—Yo también lo hubiera adivinado —dijo un policía de uniforme. 

—¿Y por qué no lo has hecho? —preguntó otro. 

—¡Silencio! —gritó Akimichi.

—Colegios y Universidades.

—Tulane —dijo Hinata al tiempo que cogía el vaso con más fuerza. Hacer aquello en su apartamento no era lo mismo que allí, en que realmente tenía importancia para ella. Tal vez sólo había sido cuestión de suerte.

—Negocios e Industria.

—General Motors.

—Matemáticas.

—Números primos.

—Y finalmente, Autopistas y carreteras.

—La A—10 y la B—90 —dijo Hinata y esperó con tensión que el primer concursante eligiera.

—Matemáticas, por cien dólares —dijo el concursante número uno.

—Estos números sólo pueden dividirse exactamente por uno y por sí mismos.

La número tres pulsó frenética el timbre y dijo:—Los números primos.

En la sucia habitación de la comisaría se hizo el silencio. Uno a uno, los concursantes eligieron más temas y las respuestas que Hinata iba dando eran siempre correctas. La concursante número tres iba lanzada y aunque no pulsara el botón primero, siempre estaba a punto de responder cuando los otros dos se equivocaban. En la primera pausa para los anuncios, tenía el doble de dinero que los demás.

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