Hiruzen Sarutobi había sido asesinado, víctima de un violento robo en plena calle. Lo habían atacado, llevado a rastras entre dos edificios y golpeado hasta la muerte. Murió de varias heridas graves en la cabeza infligidas por un objeto contundente. Una testigo reacia finalmente había declarado que vio a un joven que salía corriendo del callejón la tarde de los hechos.
Naruto pensó en los detalles que había sabido a través del triste y abatido Asuma Sarutobi. No le gustaron en absoluto.
Sus empleados del turno de día ya se habían marchado y se quedó solo en casa. Era la hora del día que más le gustaba. Por lo general, trabajaba de noche y, de hecho, necesitaba estudiar unos informes que tendría que haber leído esa mañana, pero no estaba de humor para márgenes de beneficios ni opciones de compra.
Sacó una botella de cerveza del frigorífico y se sentó ante el televisor. Para Sakura, el que le gustara la cerveza siempre había sido un recordatorio de sus orígenes campesinos. Aunque rara vez decía algo al respecto, Naruto siempre notó su mezcla de disgusto y desdén.
Al principio de estar casados, cuando a él le importaba lo que ella pensase, se limitó a una lista de vinos, combinados y whiskis elegidos por Sakura. Proyectar la imagen correcta nunca le había parecido importante, ni antes ni ahora, pero a ella sí. Cuando empezó a engañarlo, a él dejó de importarle y desde entonces en adelante siempre tuvo cerveza en el frigorífico.
Pensó que Hinata no debía distinguir un vino de otro ni tampoco debía importarle demasiado. Era una actitud placentera.
Apoyó los pies en la mesilla y puso un canal de noticias, pero ya sabía el índice Dow Jones y el Standard and Poor. Estaba al corriente del último precio del oro, de lo que estaban haciendo los mercados asiáticos, de lo que hacían los accionistas y le importaba un pito. El trabajo podía esperar. Tenía la mente ocupada en cosas mucho más importantes.
Que Hinata afirmase ver fantasmas y afectar a los aparatos electrónicos no le preocupaba. No lo creía necesariamente pero tampoco le preocupaba. Era evidente que estaba en sus sanos cabales, en el peor de los casos, sus convicciones podían resultar excéntricas.
El efecto sobre los aparatos electrónicos se explicaba fácilmente. Algunas personas no pueden llevar relojes de baterías porque su campo energético personal hace que esos aparatos funcionen mal. Y si era cierto que Hinata podía cambiar las luces de los semáforos, a él le parecía muy bien.
En cambio, había otras cosas que sí lo preocupaban. Esas tiritonas extremas que tenía, tanto si estaban causadas por un shock o por otra cosa, eran tan serias que la incapacitaban.
Naruto no sabía si corría algún peligro físico pero, a juzgar por lo que había visto esa mañana, era mas que posible. Tanto si estaban provocados por su imaginación como si se debían a algún trastorno físico, las tiritonas y el frío eran reales.
Quería creer que había un trastorno físico, algo que pudiera remediarse con una medicación. Eso sería la causa más lógica y también la solución.
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Ahora la Ves
FantastiqueHinata una pintora con peligrosas visiones que la llevan a pintar escenas de crímenes en las que poco o nada puede intervenir. Tras esas experiencias sufre unos estados de shock cuyo elemento dominante es el frío. Un frío interior que sólo un hombre...