Hinata una pintora con peligrosas visiones que la llevan a pintar escenas de crímenes en las que poco o nada puede intervenir. Tras esas experiencias sufre unos estados de shock cuyo elemento dominante es el frío. Un frío interior que sólo un hombre...
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—Estás a punto de derrumbarte —dijo Naruto con rudeza, al tiempo que le inclinaba la cabeza hacia arriba. Hinata estaba blanca como la cera debido al cansancio, los nervios y la conmoción. Tenía los ojos apagados y unas ojeras tan oscuras que parecían moretones—. Recoge algo de ropa. Voy a llevarte a casa conmigo.
—Yo me ocuparé de eso —dijo Akimichi, poniéndose en pie—. No tiene por qué entrar en el dormitorio. ¿Desea alguna cosa en concreto?
Hinata sacudió la cabeza. En circunstancias normales, nunca habría dejado que un desconocido revolviera su ropa, pero en aquel momento no le importó. El detective tenía razón: no quería entrar en su cuarto. Tal vez no entraría nunca más.
—En la estantería de arriba del armario hay una bolsa. Meta cuatro cosas en ella.
—Tendrá que firmar una declaración —dijo Nara dirigiéndose a Naruto pero ese trámite puede esperar unas horas. Duerma, si puede. Ya sabe que los medios de comunicación se volcarán en la noticia.
—Sí, ya lo sé. —Naruto se frotó la mandibula—. ¿Hay alguna manera de impedir que no se enteren de lo del cuadro?
Para que Hinata no fuera acosada por la prensa sensacionalista, quería decir.
—Tal vez. No veo necesidad de mencionarlo. Lo más probable es que los periodistas lo vean como un crimen pasional... Una pelea entre amantes.
A los padres de Sakura ya les había afectado demasiado su muerte, pero ahora la prensa analizaría y diseccionaría su relación con Sasori en público.
—Me preguntó por qué la mató —dijo Nara, casi para sí mismo.
—Si fue él quien lo hizo —intervino Hinata, en un barboteo de palabras confusas.
Ambos la miraron con intensidad, sobre todo Naruto que lo hizo más tiempo.
—¿Por qué dice eso? —preguntó el detective—. Si Akatsuki no mató a la señora Uzumaki, no se hubiera preocupado por el cuadro, y aparte de eso, no hay ninguna razón por la que alguien quisiera matarla.
Hinata se encogió de hombros. No sabía por qué lo había dicho. Intentó imaginar el rostro de Sasori en el cuadro, pero el muro de piedra seguía ahí y la visión no se formaba.
Akimichi regresó con una bolsa a los pocos minutos.
—La ha hecho una de las policías —dijo, como si quisiera que Hinata supiese que no había revuelto su armario— . Pensé que una mujer sabría mejor lo que otra mujer necesita.
—Gracias —dijo ella. Alargó la mano para cogerla pero la de Naruto lo hizo primero. Si el peso de la bolsa le molestó en el hombro, no dio señales de ello.
—No llamen a un taxi. Un coche patrulla los llevará a casa.