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Naruto salió a la calle con Hinata, y Sakura se quedó en el vestíbulo

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Naruto salió a la calle con Hinata, y Sakura se quedó en el vestíbulo. Al ver que la llevaba hasta el Mercedes, aparcado a poca distancia de allí, Hinata supo que había conducido hasta allí él mismo. 

El barrio no era de los mejores, una zona residencial que se estaba quedando anticuada, pero de cualquier manera, un coche como aquél allí estacionado tampoco corría ningún peligro.

Mientras Naruto abría la puerta del pasajero, ambos se mantuvieron en silencio. Hinata entró intentando encontrar algo que decir. Enterarse de cómo era realmente Sakura y de las razones verdaderas del divorcio la había conmocionado un poco, pero en realidad, más por Naruto que por ella misma.

—Lo siento —dijo él cuando ya llevaban un minuto circulando—. Sé que una de las razones de que no quisieras saber nada de mí era evitarte escenas como esta.

—No ha sido culpa tuya, sino de ella. —El semáforo al que se acercaban cambió a verde—. Yo también lo siento. Lo... lo del aborto. No lo sabía.

—Lo hizo hace unos dos años. —Su boca era una delgada línea de tristeza—. No lo supe hasta poco después de que tú llegaras a la ciudad. Entonces la eché de casa y pedí el divorcio.

—¿Tú querías tener ese hijo? —Hinata pensó inmediatamente que era una estupidez haber hecho esa pregunta. Pues claro que quería tener hijos. De otro modo no le habría dolido tanto saber lo del aborto.

—Entonces ya no. No con ella. Su embarazo fue un accidente, pero una vez embarazada... Eso ya era distinto. Existía, era mi hijo.

Hinata no podía imaginarse ser la esposa de Naruto y abortar un hijo suyo. Ella nunca había pensado en tener hijos, y punto. Le costaba imaginar a su padre preocupándose por su descendencia, la nacida o la que no había llegado a nacer.

—¿Cómo te enteraste?

—Me lo explicó ella misma. Estábamos discutiendo, había bebido... y me lo soltó a bocajarro.

El segundo semáforo se puso en verde cuando se acercaban.

—Creo que, desde ahora en adelante, te quedarás para siempre sentada en el coche —le dijo con una sonrisa.

Hinata comprendió que Naruto necesitaba cambiar de tema y se recostó en el asiento, relajándose.

—¿Adónde vamos?

—A un pequeño restaurante que conozco. Nada elegante.

—Mejor, a mí lo elegante no se me da bien.

El pequeño restaurante estaba al otro lado del río. Cruzaron el túnel en un tiempo récord, y Hinata se sintió un poco complacida de sí misma. Si Naruto había dudado de ella con respecto a lo de las luces de los semáforos, ya no podría hacerlo.

En el restaurante, que no podía haber cambiado mucho desde los años cincuenta, se sentaron en un reservado y cuando llegaron los huevos y el café, Hinata comentó:—Creía que la galería era de Sakura.

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