Capítulo 32: Un nostálgico aroma

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Inuyasha

- ¿Cómo? - me miró confundida.

Cierto, ese no es tu nombre en esta época.

- Himari. - traté de continuar normal. - Buenos días.

- ¿Se conocen? - Urasue intentaba hacerse la desentendida.

- Si, bueno, nos conocimos en la fiesta del hospital. - respondió ella.

- Que coincidencia. - sonrió. - Los Taisho han sido amigos de nuestra familia desde hace mucho tiempo, ¿verdad Inuyasha? - asentí. - Sólo que la vida se encargó de desencontrarnos.

Miré disimuladamente a Kahori y noté que estaba sonrojada, algo que me hizo sonreír internamente, ya que me traía demasiados recuerdos.

- ¿Por qué no van a almorzar juntos? - preguntó, observando la hora, la cuál se había ido más rápido de lo que pretendía.

- Mamá, no es necesario, estoy segura de que el joven Inuyasha tiene muchas cosas que hacer.

- La verdad no. - fui sincero, ya que ya había dado por perdido mi día en la oficina. - ¿Te gustaría ir a comer?

Su sonrojo aumentó y sus ojos grises se desviaron, sin embargo aceptó mi propuesta.

- Iré... iré a cambiarme. - Urasue y yo asentimos mientras ella se perdía por el pasillo que, yo suponía, llevaba a su habitación.

- ¿Por qué lo hiciste? - me preguntó.

- ¿De que hablas? Tú lo sugeriste.

- Inuyasha, es evidente que aún sientes algo por ella, lo noto en tu mirada, sin embargo... ese amor ya no es tan intenso como antes, ¿verdad? - me quedé en silencio. - El Inuyasha de aquella época no hubiese dudado en tomarla entre sus brazos y no dejar que jamás se marchara.

- Ya te dije que pasaron cientos de años.

- Y yo ya te dije que eso jamás sería un impedimento. - se inclinó en mi dirección. - ¿Cómo se llama?

- ¿He?

- Alguien más está en tu corazón. - no fue pregunta, fue afirmación. - ¿Te has enamorado nuevamente?

- Deja de decir tonterías. - desvié mi rostro, tratando de ocultar lo avergonzado que estaba. - Mi vida no es de tu incumbencia, asique... - me puse de pie.

- Ya... estoy lista. - mis ojos se encontraron con los de Kahori y mentiría si no dijera que mi corazón no amenazaba con salirse de su pecho.

Llevaba puesta una camisa manga ancha, similar ala que vestía en la época feudal, con la única diferencia que, en lugar de su hakama, llevaba puestos unos jeans negros. Su cabello lacio cayendo a ambos lados de su rostro, sus ojos grises iluminados por aquel brillo y sus mejillas levemente sonrojadas eran una combinación fatal para mi.

- Y... lamento haber sido tan descortés al no saludarlo correctamente. - extendió su mano, la cual yo tomé sin apartar mi mirada de la suya. Su imagen se intercaló con la de aquella época y me fue inevitable no sonrojarme yo también.

- Mi niña, siempre tan hermosa. - Urasue se puso de pie y se acercó a ella, acariciando sus mejillas.

- Mamá. - susurró, notablemente avergonzada.

- Tranquila, él ya me conoce. - sus ojos se dirigieron a mi. - Cuídala bien, Inuyasha.

- ¿Tienes dudas de mi?

- Ninguna. - me sonrió. - Bien, que se diviertan.

Asentí al mismo tiempo en que Kahori abría la puerta y salía despedida de su casa.

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