Apenas el avión tocó tierra en Jaipur, sentí una mezcla de emoción y agotamiento recorrer mi cuerpo. Miré por la ventanilla y observé cómo el cielo dorado de la India nos daba la bienvenida. Era tan diferente de cualquier otro lugar que hubiera visitado, con una intensidad en el aire que casi podía tocarse. Mi padre, con su puerta sereno y su habitual aire de calma, parecía satisfecho al mirar por la ventanilla, como si este viaje fuera el inicio de algo más grande de lo que me había contado.
Al salir del aeropuerto, conocemos a algunos de los contactos indios de mi padre. Trajes impecables, sonrisas diplomáticas y apretones de manos firmes. Sabía que detrás de cada saludo había un posible contrato, una alianza que podría definir el futuro de nuestra empresa. Yo estaba aquí para aprender, para observar y, aunque no quería admitirlo, para enfrentar el peso de lo que significaba ser una "García" y la responsabilidad que venía con eso.
Finalmente, después de las formalidades y de las presentaciones iniciales, nos dirigimos al apartamento que mi padre había alquilado. La ciudad pasaba rápido a través de la ventanilla del auto: un caos vibrante, lleno de vida y contrastes. Mi padre me observaba mientras miraba por la ventana, y yo sabía que estaba evaluando cada una de mis reacciones.
Al llegar, subimos al apartamento, que era amplio, luminoso, con una decoración entre moderna y tradicional que, curiosamente, lograba crear una armonía entre ambos estilos.
—¿Qué opinas?—Me preguntó, con ese brillo en los ojos que indicaba que había pensado en cada detalle.
—Es hermoso, papá— respondi recorriendo el espacio con la vista. Los tonos cálidos, las piezas de arte en las paredes todo era tan mi madre. Sonreí y bromeé. —Mamá se sentirá muy bien aquí. Es justo su estilo.
Él río suavemente.
—Esa era la idea— respondió, mientras observaba el lugar con una satisfacción en su expresión.— Quería que ambos se sintieran cómodas, que fuera un segundo hogar.
Levanté una ceja y, con tono divertido, dije:
—Papá, ambos todavía están jóvenes deberían intentar tener el varón. Así yo quedo libre de toda esta responsabilidad.
Mi comentario fue en tono de broma, pero vi cómo una sombra cruzaba su rostro. Se detuvo un momento, mirándome con seriedad.
—¿Elena esto no es lo que tú quieres?
Mi sonrisa se desvaneció al notar la preocupación en su mirada. No era mi intención hacerle pensar que lo estaba engañando. Sentí una punzada de culpa. Había sacrificado tanto por nuestra familia, y aquí estaba yo, haciendo un comentario que lo hacía dudar. Lo miré, tratando de poner mis pensamientos en orden.
—Papá está todo bien— le dije, tocando su brazo para darle algo de tranquilidad.—Solo estoy cansada. Ha sido un viaje largo y el jet lag me tiene algo desorientada. Voy a dormir un poco.
Él suspiro, asintiendo, aunque todavía parecía pensativo.
Unas horas después, desperté y me encontré a mi padre esperándome en la sala, vestido con su mejor traje. Me miró con una mezcla de impaciencia y orgullo mientras me alistaba. Teníamos una invitación formal con algunos contactos importantes. Apenas me había hablado de ello en el avión, pero entendí que esta cena era clave para nuestras futuras conexiones.
Me puse un traje elegante, sencillo pero con un toque profesional. Agregué un blazer para darme un aspecto más formal, además de respetar la cultura de quienes nos recibirían. Si fuera por mí, estaría en pijama, pero en el fondo disfrutaría la transformación. Me sentí diferente. Elegante, segura y, sí, también un poco sensual. Revisé mi reflejo en el espejo y noté la aprobación en la mirada de mi padre cuando salí lista.

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Bajo las 7 promesas
Teen FictionElena García tenía su vida perfectamente planeada: terminar sus estudios, unirse a la empresa familiar y quizás algún día, dejar de ser la hija obediente para seguir sus propias pasiones. Pero un inesperado viaje de negocios a la India junto a su pa...