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De regreso al hotel, no podía evitar que mi mente divagara. Las palabras de Kiran sobre una "noche prometedora" me llenaban de curiosidad, y mientras subía en el ascensor, sentía una emoción que no lograba definir del todo. ¿Qué tenía planeado mostrarme?

Después de un largo día recorriendo la ciudad, una ducha caliente era lo único que mi cuerpo pedía. Me tomé mi tiempo, dejando que el agua me despejara y relajara cada uno de mis músculos. Kiran había dicho que estaría en mi puerta a las ocho en punto, y si había algo que le gustaba, era la puntualidad. Así que, por primera vez, estaba lista antes de tiempo. Miré el reloj: aún faltaban veinte minutos. Intenté leer un poco, pero cada página parecía prolongar la espera, y los minutos se regresaban eternos.

Finalmente, a las ocho en punto, escuché que alguien llamaba a mi puerta. Mi corazón dio un pequeño salto de anticipación, y cuando abrí, me quedé sin palabras.

Kiran estaba de pie en el umbral, y la imagen que proyectaba era impresionante. Vestía un traje oscuro que le quedaba perfectamente ajustado, resaltando su figura atlética y elegante. Su cabello, ligeramente despeinado, y su expresión confiada lo hacían parecer salido de una portada de revista.

 Era hermoso.

 Guapo y varonil de una manera que no podía ignorar. Sentí un calor inexplicable en las mejillas al darme cuenta de cuánto estaba admirándolo.

— ¿Lista? —preguntó, con esa sonrisa ligeramente burlona que me hacía sentir expuesta, como si pudiera leer cada pensamiento que cruzaba por mi mente.

— Más que lista —respondí, recuperando la compostura e intentando parecer tan tranquila como él.

Caminamos hacia el ascensor, y mientras descendíamos en silencio, la tensión entre nosotros se sentía casi tangible. En algún momento nuestras miradas se cruzaron, y sentí un leve escalofrío recorrerme. Había algo en sus ojos, una intensidad que me hacía sentir desnuda y, al mismo tiempo, deseada. Pero ninguno de los dos dijo nada. Simplemente mantuvimos las miradas, y cuando las puertas del ascensor se abrieron, él me hizo un gesto para que saliera primero.

— Adelante, señorita García —dijo, su tono suave, pero con una chispa que parecía esconder algo más.

Me limité a asentir, siguiendo su paso mientras salíamos hacia la noche cálida de Mumbai.

Después de un breve trayecto en coche, llegamos a un club que, al parecer, era muy popular. La entrada estaba decorada con luces que proyectaban un brillo dorado y acogedor, y desde el primer instante me di cuenta de que no era un club cualquiera. El ambiente era elegante y cómodo, con detalles cuidados y una atmósfera que, de algún modo, lograba ser tanto cálida como intrigante.

Kiran me guió hasta una mesa en la parte frontal del salón, donde teníamos una vista privilegiada del escenario. Apenas nos sentamos, las luces del lugar bajaron un poco, y el sonido de música suave y exótica comenzó a llenar el aire.

— ¿Siempre traes a tus visitas aquí? —le preguntó en tono de broma, pero con una genuina curiosidad.

— Solo a las que quiero impresionar —respondió él, mirándome con una intensidad que me hizo sonrojar.

Antes de que pudiera responder, el escenario se iluminó con un destello dorado, y una serie de bailarinas hicieron su entrada. Sus movimientos eran hipnotizantes, llenos de gracia y sensualidad, y el ritmo de la música era contagioso, como si cada nota estuviera diseñada para despertar una emoción particular en los espectadores. Las bailarinas llevaban trajes coloridos y fluidos, que se movían con ellas al ritmo de sus caderas.

Observé fascinada cómo sus cuerpos se balanceaban, sus caderas moviéndose con una fluidez que no había visto antes. Sus manos delicadas trazaban líneas en el aire, y cada gesto parecía contar una historia. La forma en que se movían era un espectáculo en sí mismo, algo tan hermoso que me costaba apartar la mirada.

Kiran, que estaba sentada a mi lado, sonreía al verme tan interesada.

— Te gusta, ¿eh? —murmuró, acercándose un poco para hacerse oír entre el sonido de la música.

— Es impresionante la forma en que se mueven. Nunca había visto algo igual —le respondí, sin apartar la vista del escenario.

— Es una danza tradicional que tiene sus raíces en la India. No solo es un baile, sino una manera de contar historias —me explicó, y su voz reflejaba una mezcla de orgullo y admiración.

Mientras continuaba el espectáculo, me di cuenta de que Kiran también me observaba, como si mi reacción fuera tan importante como la danza misma. Por un instante, nuestras miradas se encontraron, y sentí esa misma electricidad que había sentido en el ascensor. Pero esta vez, no había excusas ni interrupciones; solo estábamos él, yo, y esa conexión innegable que parecía intensificarse a cada segundo.

Cuando terminó el espectáculo, Kiran pidió algo de beber, y el mesero nos trajo dos copas de vino. Sin embargo, recordando la noche anterior, levanté una mano en señal de protesta.

— No pienso beber esta noche —dije, con firmeza— No quiero terminar como ayer.

Las horas pasaron con la misma fluidez que las copas de vino para Kiran, quien, a pesar de su compostura habitual, comenzaba a mostrar los efectos del alcohol. Era extraño verlo así, más relajado y espontáneo, sin ese aire calculador que tanto lo caracterizaba. Cada vez que soltaba una carcajada, su risa resonaba como si hubiera olvidado todas sus preocupaciones, y me di cuenta de que estaba disfrutando viéndola así, tan libre.

—¡Elena! —dijo, extendiendo la mano hacia mí de repente, con una sonrisa que le iluminaba el rostro— Vamos a bailar.

Lo miré, sorprendida. ¿Bailar? No había ni una pizca de duda en sus ojos; solo una insistencia borracha y divertida que me hacía sonreír.

— No creo que sea buena idea, Kiran estás un poco... —intenté decir, pero él ya me había tomado de la mano y me estaba arrastrando hacia la pista de baile, donde las luces proyectaban destellos suaves sobre las pocas parejas que aún danzaban .

— ¿Vamos, Elena? ¿Tienes miedo? —me desafió, con una sonrisa traviesa y los ojos brillando.

Sabía que en su estado él no tenía mucha idea de lo que hacía, pero aún así no pude negarme. Sus pasos eran algo torpes, pero mantenía una energía que hacía que todo pareciera natural. Mientras él se movía, yo intentaba seguir sus pasos, sintiéndome extraña al principio, pero después, dejándome llevar.

En un giro inesperado, sus manos se posaron en mi cintura y me atrajo hacia él, manteniendo nuestras miradas fijas. En ese momento, el bullicio de la música, las luces y el mundo entero parecieron desvanecerse. Era solo él, con sus ojos oscuros y profundos, y la calidez de sus manos sosteniéndome como si fuéramos las únicas dos personas en esa pista.

Y, de pronto, sin decir una palabra, Kiran se inclinó y me besó. Fue diferente al primer beso, más suave, más profundo, como si no tuviéramos prisa, como si este instante fuera solo nuestro. Sentí que el tiempo se detenía, y en ese beso confirmé lo que había estado temiendo admitir: tenía sentimientos por Kiran, y lo que sentía no era pasajero.

Nos separamos lentamente, y lo miré, tratando de leer en sus ojos algo que me dijo que él sentía lo mismo. Pero Kiran, con esa mirada adormilada y tierna, solo sonriendo y entrelazó su mano con la mía, guiándome hacia la salida del club sin decir nada.

Al llegar al hotel, subimos en silencio, ambos sin necesidad de palabras. En el ascensor, nos quedamos uno junto al otro, y en el reflejo del espejo podía ver cómo nuestros dedos seguían entrelazados, una unión que ninguno de los dos parecía dispuesto a soltar. Cuando llegamos a su puerta, se detuvo y me miró en silencio, con una ternura que nunca antes había visto en él.

— Quédate esta noche, Elena —dijo en un susurro, su voz cargada de una suavidad que me desarmaba.

Asentí sin pensarlo dos veces. Entramos juntos a la habitación, y en ese instante comprendí que ya no había vuelta atrás. En esa noche compartida, todo lo que habíamos guardado, todos los momentos llenos de tensión, culminaron en algo tan íntimo como natural. Fue romántico y único, una experiencia que quedó grabada en mi memoria, y cuando finalmente caímos dormidos, sentí que algo nuevo había nacido entre nosotros.

Bajo las 7 promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora