Justo cuando estaba guardando mis papeles y preparándome para regresar al hotel, escuché la voz de Kiran detrás de mí.
— Señorita García, ¿le gustaría ir a cenar? —me dijo, con una leve sonrisa en los labios.
Me giré sorprendida. No era el tipo de invitación que esperaba de él, sobre todo después de la forma en que me había tratado en reuniones anteriores, pero asentí.
— Claro, acepto —respondí con una sonrisa.
Nos dirigimos a un restaurante cercano, uno de esos lugares íntimos y modernos con luz tenue y una decoración elegante. Tomamos asiento, y pronto, Kiran pidió un par de platillos típicos indios que no había probado aún. Era un ambiente completamente diferente, y, por primera vez, noté que Kiran me miraba sin su expresión de burla o desdén.
Mientras esperábamos la comida, él se inclinó ligeramente hacia mí, y con una expresión que no pude descifrar del todo, me preguntó:
— ¿Extrañas a tu novio?
La pregunta me tomó por sorpresa. ¿Por qué le interesaba saberlo?
— No tengo novio —respondí, con una sonrisa divertida—¿Por qué, tú extrañas a la tuya?
Él río suavemente y negó con la cabeza.
— No, tampoco tengo novia. No tengo tiempo para eso —respondió, mirándome con curiosidad—Pero sabía que me mentías, aun así me sorprende que alguien como tú no tenga a alguien esperándola en casa.
— Pues, alguien como yo tiene otros planos en mente —le respondí, con un tono desafiante— Además, no todos tenemos que basar nuestras decisiones en lo que los demás esperan de nosotros.
Él arqueó una ceja, sin dejar de mirarme.
— ¿Te gusta desafiar las expectativas, Elena?
Le sostuve la mirada, dándome cuenta de que había algo diferente en su expresión, como si estuviera intrigado, genuinamente interesado en conocerme más allá de la imagen profesional que proyectaba.
— Digamos que no me gusta que me digan lo que puedo o no puedo hacer.
Él sonó, asintiendo lentamente.
—Me gusta eso. Pero te advierto, en este mundo hay reglas, y no siempre se pueden romper.
La cena continuó en ese mismo tono, con ambos tratando de desentrañar un poco más de la personalidad del otro. Finalmente, cuando terminamos de comer, Kiran levantó la mano para llamar al mesero.
— ¿Te gustaría un trago? —preguntó, y pude ver un destello de diversión en su mirada.
— Claro, ¿por qué no? —respondí, tratando de mantener la misma seguridad que había mostrado en la reunión.
Kiran pidió una bebida tradicional que, aunque desconocida para mí, parecía bastante popular. No acostumbraba a beber, pero la situación me hizo sentir que debía aprovechar la oportunidad. Le di un sorbo y sentí cómo el líquido caliente bajaba por mi garganta, fuerte y dulce al mismo tiempo. Kiran me observaba, divertido, mientras yo intentaba no toser.
— ¿No estás acostumbrada, verdad? —me preguntó, con una sonrisa.
— Puedo manejarlo —respondí, aunque ya sentía cómo el calor se acumulaba en mi rostro.
Nos sirvieron un par de tragos más, y, antes de darme cuenta, ya había perdido la cuenta de cuántos había bebido. Todo empezaba a sentirse más ligero, y una risa inevitable se escapaba de mis labios cada vez que él hacía un comentario divertido. Mi mente estaba nublada, y por primera vez desde que había llegado a India, me permití relajarme, sin preocuparme por lo que debía hacer al día siguiente.
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Bajo las 7 promesas
Teen FictionElena García tenía su vida perfectamente planeada: terminar sus estudios, unirse a la empresa familiar y quizás algún día, dejar de ser la hija obediente para seguir sus propias pasiones. Pero un inesperado viaje de negocios a la India junto a su pa...