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Habían pasado días desde mi conversación con Priya, y el peso de sus palabras aún me atormentaba. Cada vez que cerraba los ojos, veía la forma en que me miró cuando me lanzó aquella noticia. "La próxima semana será mi compromiso con Kiran". No habíamos hablado ni una palabra desde Diwali, y aunque Kiran me había mandado algunos mensajes, los había ignorado todos. Era más fácil así, convencerme de que yo no era parte de su vida, y que todo lo que pasó entre nosotros debía quedar en el pasado.

Mi madre entró en mi habitación una de esas mañanas, cuando intentaba concentrarme en un libro sin mucho éxito. Sabía que ella había notado mi comportamiento, pero no pensé que lo mencionaría directamente.

— Elena, ¿piensas ignorarlo para siempre? —preguntó con su tono suave, pero firme.

— ¿Ignorar qué? —respondí, esquivando la conversación.

Mi madre se sentó a mi lado, con esa mirada que solo ella tiene cuando sabe que algo me duele y no lo quiero admitir.

— Sabes a lo que me refiero —me miró con esa mezcla de ternura y desafío que solía usar cuando yo era pequeña— Has estado evitando a Kiran desde Diwali. Hija, ¿cuándo dejarás de huir de los problemas?


— Mamá, es que aunque quiera, no puedo enfrentar esto. No puedo ser la persona que rompa un compromiso. No soy capaz de hacerle eso a nadie, y menos a mí misma —murmuré, tratando de sonar convencida.

—Hija, el corazón quiere lo que quiere —dijo, en voz baja—Sé que la situación es complicada, pero enfrentar lo que sentimos es mucho más difícil que huir. A veces, hacer lo correcto para uno mismo significa asumir riesgos, incluso si eso desafía las expectativas de los demás.

Supe que intentaba darme una lección, algo que me ayudara a ver más allá del dolor y del miedo. Y, en ese momento, deseé con todo mi corazón tener su fortaleza.

— Ojalá fuera más fácil, mamá —susurré, intentando contener las lágrimas.

Ella solo me sonrió y me abrazó, dejando que el silencio hablara por ambas.

Esa noche, mi familia y yo decidimos salir a cenar. Fuimos a uno de los restaurantes más hermosos de Jaipur, con una terraza decorada con luces y una vista impresionante de la ciudad. Intenté distraerme con el ambiente, disfrutar de la velada con mis padres y la conversación ligera, pero todo en mi interior estaba lejos de esa tranquilidad. Apenas nos sentamos, un murmullo de voces conocidas captó mi atención, y cuando miré hacia la mesa de al lado, el aire me faltó.

Allí estaba él, Kiran, cenando con su familia y con Priya.

Sentí cómo el estómago se me revolvía, y, al mismo tiempo, una mezcla de enojo y tristeza me llenaba el pecho. Intenté no mirarlos, pero cada tanto mis ojos regresaban hacia esa mesa, viéndolos tan "perfectos." Y no pude soportarlo más.

— Mamá, voy al baño un momento —murmuré, levantándome sin esperar respuesta.

Al llegar al baño, cerré los ojos y respiré hondo. 

Esto es ridículo, pensé, tratando de calmar el temblor en mis manos. Miré mi reflejo, intentando convencerme de que estaba bien, de que no me importaba, y de que lo que había pasado entre Kiran y yo no había sido nada importante. Nada más que un momento de pasión.

Cuando finalmente salí, sentí que el tiempo se detenía. Ahí estaba él, esperándome. Su expresión era seria, tensa, y supe que no iba a dejarme ir sin hablar.

— ¿Vas a ignorar mis mensajes para siempre? —preguntó, con los brazos cruzados y una mirada fija que me hizo querer girarme y huir— ¿Fue tan insignificante para ti?

Bajo las 7 promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora