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La mansión de Kiran tenía un aire mágico esa noche. Había algo en el ambiente, de la manera en que la luz de las velas danzaba suavemente sobre las paredes, y en el delicado aroma de flores frescas que llenaba cada rincón. A medida que avanzaba por el pasillo principal, sentí como si todo a mi alrededor estuviera diseñado para contar una historia, y de alguna manera, yo era la protagonista.

—¿Qué está pasando? —pregunté, mirando a Kiran, que caminaba tranquilamente a mi lado, sus manos en los bolsillos y su expresión tranquila pero con una pizca de emoción escondida.

—Paciencia , Elena. Lo entenderás pronto. —Su voz era baja, pero cargada de significado.

Cuando llegamos a la sala principal, había un camino de pétalos de flores que conducía hacia el centro de la habitación. Rangolis intrincados decoraban el suelo, con colores vibrantes que parecían formar patrones interminables, como si quisieran contar una historia ancestral. Las velas estaban perfectamente alineadas a lo largo del camino, sus llamas parpadeando como si compartieran un secreto entre ellas.

En el centro, un altar pequeño pero impresionante estaba dispuesto, decorado con lámparas de aceite y flores frescas de jazmín y rosas. Junto al altar, estaban mis padres y los de Kiran , sus rostros llenos de una mezcla de emoción y orgullo.

—Kiran, ¿qué es esto? —pregunté en un susurro, girándome hacia él. Mi corazón latía con fuerza, como si ya supiera la respuesta pero no pudiera creerlo.

—Es algo que debía hacer bien, Elena. —Me miró directamente, sus ojos oscuros reflejando la luz de las velas— Algo que representa lo que tú y yo somos, y lo que podríamos llegar a ser.

No podía hablar. Apenas podía respirar.

Mi padre fue el primero en hablar. Se acercó y me tomó suavemente de las manos, su rostro mostrando una ternura que pocas veces dejaba ver.

— Hija... —dijo, su voz cargada de emoción—No fue facil aceptarlo, pero cuando Kiran nos dijo lo que planeaba, tu madre y yo no lo dudamos. Este es un hombre que no solo te quiere, sino que respeta quién eres y de dónde vienes.

Mi madre, con lágrimas en los ojos, se unió a él.

—Elena, siempre hemos querido lo mejor para ti, y hoy vemos algo especial aquí. Algo que no puede explicarse con palabras.

—¿Qué está pasando? —pregunté, mi voz temblorosa mientras intentaba mantener la calma.

Fue entonces cuando los padres de Kiran dieron un paso adelante. Su madre, me sonrió con calidez, mientras sostenía un par de brazaletes dorados entre las manos.

— Elena, —dijo suavemente— en nuestra cultura, los brazaletes son un símbolo de amor, prosperidad y buena fortuna. Hoy, queremos dártelos como un gesto de bienvenida a nuestra familia.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras Aarti deslizaba los brazaletes en mis muñecas. Eran hermosos, decorados con intrincados patrones que brillaban con la luz de las velas.

Entonces, sentí la mirada de Kiran sobre mí, y cuando alcé la vista, vi que sostenía algo en sus manos: un anillo delicado con un diseño único, un diamante en el centro rodeado por pequeños rubíes, que reflejaban los colores de las flores a nuestro alrededor.

De verdad nos ibamos a casar.

Kiran dio un paso adelante, y por primera vez desde que lo conocí, vi una vulnerabilidad en sus ojos que me dejó sin palabras.

— Elena, —dijo, su voz firme pero llena de emoción—En nuestra cultura, el matrimonio no es solo un vínculo entre dos personas, sino entre dos familias, dos mundos. Hoy, quiero hacerte siete promesas, como símbolo de lo que significas para mí.

Bajo las 7 promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora