Han pasado seis meses desde que dejé India y regresé a casa para completar mi último semestre de universidad. Terminar mis estudios fue un reto, pero ahora, al sostener mi diploma, siento que cada desvelo valió la pena. Mis padres estuvieron conmigo en cada paso, orgullosos y emocionados por lo que estaba por venir. Pero lo que realmente ocupaba mi mente no era mi graduación, sino el hecho de que ahora estaba de regreso en India, esta vez para quedarme.
Kiran había insistido en que regresara con él después de graduarme. Ahora, mientras el auto avanzaba por los coloridos caminos de la ciudad, sentía cómo mi corazón latía más fuerte con cada kilómetro. No era solo el regreso a India, sino la promesa de lo que significaba: mi boda, mi unión con Kiran y una vida completamente nueva.
—¿Nerviosa, hija? —preguntó mi madre desde el asiento delantero, girándose para mirarme.
—Un poco... —respondí, aunque eso era un eufemismo. Estaba completamente abrumada por lo que me esperaba.
Mi padre, siempre práctico, dejó escapar una leve risa.
—Tendrás mucho que aprender, Elena, pero sé que te adaptarás. Siempre lo haces.
Sonreí, agradecida por su confianza en mí, pero aún no podía sacudirme el nudo en el estómago.
*
Cuando llegamos a la mansión de los Mehra, me recibió el familiar y delicado aroma de jazmín que siempre parecía envolver el lugar. Aarti y Amara estaban esperándonos al pie de la entrada, sus rostros radiantes con sonrisas de bienvenida.
—¡Elena, finalmente estás aquí! —exclamó Amara, corriendo hacia mí para abrazarme.
—¡Amara! —le respondí, riendo mientras la abrazaba de vuelta. A pesar de mi nerviosismo, su energía contagiosa me hizo sentir un poco más relajada.
Aarti se acercó con la misma calidez que siempre emanaba, sosteniendo un pequeño recipiente de plata con un líquido que no reconocí de inmediato.
—Esto es para darte la bienvenida oficial, Elena, —dijo, trazando un pequeño círculo frente a mí con el recipiente antes de tocar mi frente suavemente con sus dedos.
—¿Qué significa? —pregunté curiosa, sintiéndome nuevamente como una extraña en un mundo que apenas comenzaba a comprender.
—Es un ritual de bienvenida, para purificarte y bendecirte al entrar a nuestra casa —respondió con una sonrisa, guiándome hacia adentro.
Esa misma tarde, Aarti y Amara me llevaron a una de las habitaciones más grandes de la casa, donde una selección de saris de colores vivos y tejidos intrincados estaba cuidadosamente dispuesta sobre la cama.
—Hoy aprenderás a ponerte un sari, —anunció Aarti, tomando uno en tonos dorados y rojos, con bordados que brillaban a la luz.
—¿Yo? ¿Ponerme esto? —pregunté, levantando una ceja mientras miraba los metros y metros de tela que parecían imposibles de manejar.
Amara soltó una carcajada.
—Vamos, Elena, no es tan difícil como parece. Bueno, tal vez un poco. Pero te ayudaremos.
Aarti comenzó a explicarme los pasos, moviéndose con una gracia que me hizo pensar que había hecho esto toda su vida, lo cual, probablemente, era cierto. Me mostró cómo envolver la tela alrededor de mi cintura, cómo crear los pliegues y asegurarlos con un broche, y finalmente, cómo colocar el pallu (la parte que cae sobre el hombro) de manera elegante.
—Cada color y diseño tiene un significado, Elena —dijo Aarti mientras ajustaba el sari en mi hombro— El rojo, por ejemplo, simboliza amor y prosperidad, por eso muchas novias lo usan en su boda.

ESTÁS LEYENDO
Bajo las 7 promesas
Ficção AdolescenteElena García tenía su vida perfectamente planeada: terminar sus estudios, unirse a la empresa familiar y quizás algún día, dejar de ser la hija obediente para seguir sus propias pasiones. Pero un inesperado viaje de negocios a la India junto a su pa...