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Desperté con la cabeza dándome vueltas, una especie de tambor golpeando detrás de mis ojos, y la sensación de que el mundo estaba girando un poco más rápido de lo normal. ¿Qué demonios paso anoche? Intenté recordar los detalles, pero mi mente estaba nublada, como si los recuerdos estuvieran flotando en algún lugar entre la niebla y el olvido.

Me incorporé en la cama y sentí el peso del cansancio en todo el cuerpo. Busqué mi teléfono en la mesita de noche, solo para ver la pantalla iluminada con una cantidad absurda de notificaciones. Más de cien llamadas perdidas y todas de mi padre.

Oh, no.

Abrí el registro y llamé de inmediato, intentando mantener la calma mientras sonaba el tono. Al tercer repique, su voz grave y tensa me contestó.

— Elena García, ¿te das cuenta de la situación en la que me pusiste? —me regañó sin preámbulo alguno. Su voz era un latigazo de frustración y enojo.

— Papá, lo siento, no sé qué pasó... —comencé, buscando una explicación que justificara mi silencio.

— No sabes qué pasó porque te fuiste de fiesta, Elena —respondió él, con una mezcla de enojo y decepción—Si no fuera porque Kiran asistió a la reunión, no quiero ni imaginar el desastre que habríamos causado. ¡Esto no es un juego!

Sentí una punzada de vergüenza y rabia al escuchar el nombre de Kiran. 

Así que él tuvo que cubrirme...

Justo en ese momento, escuché otra voz de fondo, familiar y suave. Era mi madre.

—Elena, hija, ¿estás bien?

Cerré los ojos, dejando que su voz me tranquilizara un poco. Al menos no todos estaban furiosos conmigo.

— Hola, mamá. Sí, estoy bien. Lo siento, de verdad. No sé en qué estaba pensando —murmuré, tratando de sonar menos culpable de lo que me sentía.

— No te preocupes, hija. Tu padre exagera un poco —dijo ella, seguramente echándole una mirada severa a mi padre— Sabes cómo se pone con los negocios. Así que, ¿cómo te fue anoche? Parece que estás aprendiendo muchas cosas por tu cuenta.

Sonreí, agradecida de que al menos alguien intentara ver el lado positivo.

— Bueno, sí fue una noche interesante —respondí, sin querer dar demasiados detalles.

—Eso imagine. Ah, ¡cómo me habría encantado estar allí contigo! —dijo ella, soltando una risa suave—Escucha, hija, hablemos cuando tengas un poco más de tiempo. Me encantaría saber más.

— Claro mamá, luego hablamos —dije, sintiéndome un poco mejor.

Después de despedirnos, colgué y suspiré. 

Definitivamente, hoy no era el mejor día de mi vida .

 Pero había algo más que necesitaba resolver antes de seguir con mi dia.

Al tocar la puerta, él la abrió casi de inmediato, con una expresión divertida y relajada, como si hubiera estado esperándome.

— Oye, estuve tocando tu puerta varias veces, pero parecías en otro planeta. Ya se hacía tarde —dijo, cruzando los brazos y mirándome con esos ojos llenos de burla.

— ¿Así que decidiste cubrirme, eh? —le espeté, sin ocultar mi incomodidad.

— No lo hice por ti, exactamente. Fue más por respeto a nuestros socios y porque no quería que la reunión fuera un desastre total —respondió, sin perder la sonrisa, mientras yo sentía que el calor subía a mis mejillas.

Bajo las 7 promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora