Segunda parte: falacias

18 8 0
                                    

El empleado condujo a Amy y a Max a un cuarto aparte, diseñado para que los posibles adoptantes pudieran interactuar más cómodamente con los híbridos antes de tomar una decisión. El ambiente era acogedor, con cojines y juguetes dispersos por el suelo. Amy se sentó en el suelo, sintiendo una mezcla de curiosidad y expectación mientras Max, aún lleno de energía, giraba alrededor de ella.

Max se acercó rápidamente y comenzó a olfatear las muñecas de Amy, olisqueando con entusiasmo, mientras su cola se movía a toda velocidad. Amy comenzó a acariciarlo, disfrutando de su contacto cálido y su actitud juguetona. Sonrió al ver cómo el híbrido se sentía cada vez más relajado, mientras ella lo acariciaba.

En su bolso, Amy tenía un pequeño peluche que había comprado esa mañana. Era un objeto insignificante, pero lo había guardado para calmarse durante el día. Sin embargo, al notar cómo Max se acercaba más, ella no pensó en la posibilidad de que algo tan simple podría desencadenar una reacción inesperada.

Max, de repente, se detuvo en seco al olfatear el peluche que sobresalía de la bolsa de Amy. Sus ojos brillaron con una intensidad que sorprendió a la joven, y antes de que pudiera reaccionar, el híbrido se abalanzó hacia ella con una rapidez inesperada.

—¡Max, espera!— exclamó Amy, pero antes de que pudiera alejar el peluche, Max mordió su mano con fuerza, un acto de agresión que la tomó por sorpresa.

La mordida no fue profunda, pero sí lo suficientemente fuerte como para que Amy soltara un grito de dolor. El híbrido, con sus instintos de perro muy marcados, no parecía entender lo que estaba haciendo, solo que había identificado algo que quería: el peluche.

En un parpadeo, Max le quitó el peluche de la mano y lo arrastró hacia su boca, alejándose con rapidez. Amy, aun con el dolor de la mordida, se quedó quieta por un momento, mirando al híbrido que ahora parecía estar jugando con el peluche como si fuera lo más valioso del mundo.

El empleado, que había estado observando desde la puerta, se apresuró a entrar al cuarto, alarmado por el incidente.

—¡Lo siento mucho!— dijo rápidamente, acercándose a Amy para asegurarse de que estuviera bien. —Max no tiene malas intenciones, a veces los híbridos actúan de esta forma porque el instinto de protección y posesividad se activa, especialmente cuando sienten que algo les pertenece o les atrae.

Amy, aún algo sorprendida y con el pulso acelerado por el susto, miró al empleado mientras trataba de controlar el dolor de su mano.

—No... está bien, solo fue un susto— dijo, mirando a Max que mordía el peluche con una expresión completamente distinta, como si nada hubiera sucedido.— Solo... no esperaba que reaccionara así.

El empleado, claramente avergonzado por lo ocurrido.

—Lo siento mucho. A veces, cuando los híbridos son muy jóvenes o aún están en proceso de adaptación, estos instintos pueden salir a la superficie. Max es un buen perro, pero es posible que necesite más tiempo para controlar sus impulsos, especialmente con objetos que le atraen.

Amy miró al híbrido, que estaba completamente ajeno a la tensión en el aire, contento con su nuevo juguete. Aunque la mordida había sido dolorosa, no parecía que Max estuviera intentando hacerle daño intencionalmente. Era claro que simplemente actuaba por instinto.

Aunque la idea de tener a Max en su vida seguía siendo tentadora, este incidente había abierto un nuevo punto de reflexión. ¿Estaba realmente preparada para manejar los instintos y comportamientos impredecibles de un híbrido? ¿O preferiría esperar algo más equilibrado?

El empleado, al ver su duda, dio un paso atrás.

—Si deseas, podemos buscar otro híbrido o intentar calmar a Max un poco más. No hay presión.

×~Aprender A Sentir~×Where stories live. Discover now