La tienda comenzó a quedar en silencio a medida que avanzaba la noche. Los empleados terminaban sus turnos, y la oscuridad se instalaba en cada rincón del establecimiento. Dentro de la jaula en el final del pasillo, el híbrido permanecía quieto, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos solitarios. La espera se volvía una rutina cruel, y las horas pasaban lentamente, como si el tiempo mismo quisiera castigarle. Había aprendido a no esperar nada de los humanos que se acercaban a su jaula, porque siempre se iban sin mirarlo dos veces, como si fuera invisible.
El cuenco vacío frente a él solo aumentaba su sensación de abandono. Sabía que, como siempre, le traerían comida tarde o temprano, pero esa espera era casi más dolorosa que el hambre misma. De repente, los sonidos habituales del lugar fueron interrumpidos por el crujir de los zapatos de alguien acercándose, un sonido que le hizo levantar la cabeza, aunque sin esperanza.
Era un hombre, vestido con ropa oscura, que se acercaba con una correa en la mano. Sin decir palabra alguna, abrió la jaula y la colocó alrededor de su cuello. El híbrido no reaccionó, pues no le quedaba energía ni deseo de luchar. Había asumido que su tiempo en la tienda estaba por terminar, y la correa era el último paso antes de ser llevado a un destino desconocido, tal vez peor que lo que ya había vivido.
El hombre comenzó a tirar de la correa, pero justo cuando parecía que se lo llevaría, un grito de la recepcionista rompió el aire.
—¡Espera! —su voz sonó fuerte, desesperada—Por favor, le ruego que no lo lleve aún. ¡Le pido que le dé más tiempo!
El hombre detuvo su movimiento y se giró hacia la recepcionista con una mirada impasible.
—¿Qué quieres?—preguntó, claramente molesto por la interrupción.
Ella dio un paso adelante, sus manos temblando ligeramente mientras miraba al híbrido con una expresión de pena.
—No está listo, no ha sido adaptado completamente. Por favor, déjenos cuatro meses más. Hay algo en él, algo que... podríamos trabajar para que se adapte. Aún tiene tiempo.
El hombre la observó en silencio durante un largo momento, luego miró al híbrido, quien permanecía en silencio, con los ojos bajos. Finalmente, suspiró y soltó la correa.
—Está bien, pero sólo cuatro meses más. Luego, si no hay resultados, lo descartamos—respondió con frialdad, antes de alejarse sin mirar atrás.
La recepcionista suspiró aliviada y se acercó al híbrido, quitándole la correa y observando sus ojos, ahora más tristes que nunca.
—Te lo prometo, te ayudaré—murmuró, más para sí misma que para él.
La noche continuó, pero para el híbrido, el día había tomado un giro incierto. El tiempo que le quedaba era ahora una oportunidad que le ofrecían, aunque no sabía si sería suficiente para cambiar su destino.
Después de la intervención de la recepcionista, el híbrido fue regresado a su jaula. El sonido metálico de la puerta cerrándose tras él resonó en el aire, como una sentencia de confinamiento, pero esta vez, la jaula parecía menos opresiva que antes, si solo por un momento. Con los ojos bajos, se acurrucó en una esquina, su oreja caída y su cola entre sus piernas, esperando en silencio, acostumbrado a la soledad.
Un rato después, la recepcionista se acercó a su jaula con unos cuencos en las manos. Con movimientos suaves, colocó los cuencos de comida y agua en el suelo de su jaula. La comida era simple, lo que siempre le daban, pero el agua era fresca, algo que, por algún motivo, le hizo sentir un leve alivio. El sonido de la comida en el cuenco fue lo único que rompió la quietud, y por un momento, una chispa de esperanza pasó fugazmente por su mente, aunque no duró mucho.
No era el tipo de esperanza que sentía por una vida mejor, sino más bien por la idea de que alguien todavía se preocupaba por él, aunque fuera de manera mínima. Los otros híbridos de la tienda, algunos más activos, distraían su mente por breves momentos, pero él sabía que su destino estaba sellado, y que las intervenciones de otros solo retrasaban lo inevitable.
Aun así, la comida y el agua fueron consumidos en silencio, sin más emoción que la necesidad básica de sobrevivir. Cuando terminó, se recostó de nuevo en la esquina, mirando hacia el suelo de la jaula, sin poder evitar pensar en los días que aún quedaban por delante.
El híbrido, con su mente en conflicto, se puso en sus cuatro patas, como había visto hacer a los demás, y comenzó a morder el juguete que le habían dejado en la jaula. Aunque su cuerpo seguía los movimientos automáticos de los otros híbridos, no sentía la misma diversión ni emoción que ellos parecían experimentar. Para él, el juguete era solo un objeto vacío, una distracción sin significado.
Mordió con más fuerza, pero la sensación no le ofreció consuelo. Sus pensamientos seguían nublados por la confusión y el desgaste emocional. En su mente, el acto de jugar no era más que una repetición vacía, una rutina que había aprendido a seguir sin cuestionarla, pero sin encontrar satisfacción en ella. El juguete crujió bajo sus dientes, pero ni eso logró aliviar la pesadez que sentía en su pecho.
Las colas de los otros híbridos se movían alegremente, y sus ladridos y maullidos llenaban la atmósfera, pero él solo podía mirar hacia adelante, sin saber cómo conectar con esa energía que le era ajena. Mientras mordía el juguete, su mente volaba lejos, recordando los días cuando no era una simple mascota, cuando no estaba atrapado en una jaula. Pero esos recuerdos eran tan lejanos que se desvanecían casi al instante.
Al final, dejó el juguete a un lado y se recostó nuevamente en su esquina, la cabeza entre las patas, sin ganas de continuar.
—> siguiente capítulo
YOU ARE READING
×~Aprender A Sentir~×
Khoa học viễn tưởngComenzamos la historia con una mujer llamada Amy la cual ya cansada de estar ella Sola solo con Josh de compañía decide ir a una tienda de mascotas "híbridas".