Quiero ofrecerles una disculpa a los lectores, me duele escribir esto pero así va la historia...no tienen que leer este capítulo si no lo desean no afectará su lectura este es el final de...Max o Liam perdonen 💔
///Max dormía profundamente cuando los hombres vestidos de negro volvieron a aparecer, acompañados esta vez por una mujer con bata médica. Abrieron la jaula silenciosamente, y al verlo descansar, uno de ellos apuntó con una pistola de sedantes, disparándole en cuanto Max hizo un leve movimiento, inmovilizándolo casi al instante.
Cuando despertó, Max se encontraba atado de manos y pies a una camilla. La luz sobre él era tan brillante que le resultaba cegadora. Luchó por liberarse mientras la mujer de bata blanca, con un taladro en la mano, se acercaba rodeada de asistentes que sostenían otros instrumentos amenazantes.
Con una sonrisa perversa, ella habló en tono burlón, casi infantil:
—Aww, qué lindo cachorrito~ ¿De verdad pensaste que te saldrías con la tuya? —sus ojos brillaron con una mezcla de desprecio y diversión mientras se acercaba a él—. Hay algo en tu cerebro, Max... algo tan pequeño que ni notarías. Es un mecanismo que se autodestruye y disuelve cuando eres adoptado, dejando sólo el buen perro que esperan de ti. Pero anoche, algo falló, ¿no es cierto? Te rebelaste.
Max intentaba liberarse, moviéndose en la camilla mientras las correas se apretaban mas con sus movimientos. Sus ojos reflejaban una furia incontrolable, pero la mujer sólo se acercó más, observándolo como si fuera un juguete roto.
—Tienes dos opciones, Max —dijo con frialdad, inclinándose a su altura—. La primera es que cooperes. Deja que volvamos a modificar tu mente, que borremos esos impulsos humanos y retomes tu entrenamiento. Serás el buen perro que se espera de ti. ¿Qué opinas?
Max apretó los labios y la miró con odio, sin decir una palabra. No le daría la satisfacción de escuchar su voz.
La mujer sonrió, claramente divertida por su desafío.
—La otra opción, Max, es que si no quieres esta vida, puedes decirlo sin miedo —su tono se tornó casi suave, como si le ofreciera una salida amable.
Sin embargo, su amabilidad se convirtió en crueldad cuando activó el taladro y, sin más, lo hundió en el muslo de Max. Él gritó de dolor, incapaz de soportar el tormento que atravesaba su carne.
—Vamos, escoge, Max —insistió la mujer, casi susurrándole mientras él gritaba.
Entre gritos y lágrimas, Max finalmente dejó escapar su deseo:
—¡No quiero esta vida, no la quiero! —su voz era un clamor desesperado, el último vestigio de su humanidad que aún quedaba en él.
La mujer sonrió, una sonrisa de pura satisfacción mientras sacaba el taladro ensangrentado y lo observaba como si acabara de ganar un juego.
—Entonces serás descartado, Max.
Max, aún jadeando y temblando de miedo, miró a la enfermera con los ojos desorbitados. Su voz apenas pudo escapar, un susurro cargado de terror:
—¿Qué?
La enfermera no respondió, solo comenzó a inyectarle una serie de sueros que contenían líquidos extraños y viscosos. La aguja se hundió en su piel con una precisión fría, y pronto, Max sintió cómo algo extraño recorría su cuerpo. La sensación de estar siendo despojado de su humanidad, de ser controlado por algo mucho más grande y oscuro, lo invadió.
Luego, una máquina respiratoria fue conectada a su cara, pero el aire que comenzaba a entrar en sus pulmones no era normal. El gas que contenía, era un veneno sutil pero letal, comenzó a envenenar su cuerpo desde adentro. Max tosió, luchando por respirar, pero todo parecía volverse cada vez más pesado, más lento. El veneno lo estaba matando, y los sueros que le habían administrado solo hacían que todo fuera peor.
La enfermera, sin mirarlo, dio una orden a los hombres que la acompañaban:
—Déjenlo ahí un rato. Cuando regresen, asegúrense de cortar ese cuerpo bien.
La indiferencia en su voz era espeluznante, como si Max fuera solo un objeto, una herramienta para ser desechada cuando ya no fuera útil. Sus palabras no fueron dirigidas a él, sino al vacío, a la cruel rutina de aquellos que lo trataban como algo menos que humano.
Max, con el cuerpo comenzando a fallar y el veneno corroyéndolo, sentía como su mente se nublaba, como su fuerza vital comenzaba a desvanecerse. Cada respiración era un esfuerzo, y el veneno en su sangre no hacía más que apoderarse de su voluntad. Su cuerpo temblaba, y los ojos se le llenaban de lágrimas, no solo por el dolor físico, sino por la impotencia de estar atrapado en ese ciclo infernal.
Pero algo dentro de él, una chispa tenue pero persistente, seguía luchando. La vida no se rendía tan fácilmente, y aunque su cuerpo se estaba desmoronando, su mente no dejaría que se apagara sin luchar.
Max, con el cuerpo débil y la mente nublada, logró concentrarse lo suficiente para aferrarse a un hilo de esperanza. El veneno seguía circulando por su cuerpo, pero, contra todo pronóstico, no estaba dispuesto a morir de esa manera. Aún había algo dentro de él que se negaba a rendirse.
Poco tiempo después, los hombres regresaron, como si todo lo que había sucedido hasta entonces fuera solo una parte más de su macabro ritual. Uno de ellos, al ver a Max aún con vida, maldijo en voz baja:
—¡Carajo, esta mierda aún está viva! Sabes qué, desconéctalo.
Sin compasión, lo levantaron y lo arrastraron hacia un puente cercano, donde lo sujetaron con fuerza. Uno de ellos ató una cuerda gruesa alrededor de su pierna, asegurando un ladrillo pesado al otro extremo. Max, sintiendo el frío de la soga apretando contra su piel y el peso del ladrillo, comenzó a sollozar, las lágrimas desbordándose de sus ojos.
—Por favor... ¡déjenme vivir! —rogó con voz quebrada, su respiración acelerada y entrecortada, los ojos llenos de desesperación. Pero el hombre frente a él, impasible, no mostró ni la más mínima señal de misericordia.
El hombre simplemente lo miró con desdén y, sin decir una palabra más, empujó a Max hacia el borde del puente. El peso del ladrillo lo arrastró al agua helada, sumergiéndolo rápidamente en la oscuridad.
El agua lo envolvió, fría y densa, empujando su cuerpo hacia las profundidades. Max luchó, su mente frenética mientras el veneno se mezclaba con el pánico y el terror. Cada intento por nadar hacia la superficie parecía ser inútil, como si el destino ya hubiera decidido su fin.
El agua cerró su abrazo sobre Max, llevándose su cuerpo sin resistencia. El veneno había hecho su trabajo, debilitando sus fuerzas hasta que ya no pudo luchar más. Los intentos de elevarse hacia la superficie fueron cada vez más débiles, más vacíos, hasta que finalmente todo se detuvo.
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×~Aprender A Sentir~×
Science FictionComenzamos la historia con una mujer llamada Amy la cual ya cansada de estar ella Sola solo con Josh de compañía decide ir a una tienda de mascotas "híbridas".