Antes de la tormenta

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Ya en la noche era hora de que Finn tomará la medicina Amy intentó calmar a Finn, pero el híbrido se resistía, moviendo la cabeza de un lado a otro y haciendo pequeños gruñidos. Ella suspiró, tratando de ser paciente mientras lo sostenía suavemente por el mentón.

—Vas a tener que tomar esto, Finn. No te va a hacer daño, solo un ratito —le dijo con voz suave, intentando hacerlo sentir tranquilo.

Finn seguía luchando, negándose a tomar la medicina. Amy, viendo que no lograba que abriera la boca, decidió ser más firme. Con una mano, sujetó suavemente su mandíbula, mientras con la otra le aplicaba la jeringa, forzando un poco la dosis en su boca.

Finn hizo un gesto de disgusto, pero Amy no cedió hasta asegurarse de que tomara toda la medicina. Al final, ella le acarició la cabeza, satisfecha por haber logrado administrarle la dosis.

—Ya está, buen chico —le dijo, aunque Finn aún mostraba signos de desagrado.

Amy saco un collar miró el collar en sus manos antes de ponerlo alrededor del cuello de Finn. El diseño era simple pero bonito, con un pequeño dije en forma de hueso y la inscripción que decía "Finn". Mientras lo ajustaba cuidadosamente, le sonrió, queriendo asegurarse de que estuviera cómodo.

—Aquí tienes, Finn. Ahora tienes tu collar con tu nombre —le dijo, acariciando su cuello suavemente después de ponerle el collar. Finn, aún un poco desorientado, comenzó a mover la cola con entusiasmo, como si comprendiera la importancia del gesto, aunque era difícil saberlo.

Luego, Amy se agachó y le puso su cuenco con croquetas, mirando con satisfacción cómo Finn se acercaba rápidamente a comer, como si el collar y la comida le dieran una sensación de pertenencia.

—Come, que lo has hecho bien —dijo ella, observando cómo disfrutaba de la comida. Aunque la situación seguía siendo un poco tensa entre ellos, sentía que estaba haciendo lo correcto.

Amy miró a Josh mientras él se recostaba en el sofá después de su baño, con una expresión cansada pero satisfecho. Ella se acercó a él, aún vigilando de cerca a Finn, que seguía comiendo tranquilamente.

—Mañana vendrán a cercar el patio —le dijo con tono tranquilo. Sabía que era una de las mejoras que debían hacer para asegurarse de que Finn estuviera seguro, ya que, aunque él era curioso, aún no entendía la importancia de quedarse dentro de los límites de la casa.

Josh asintió, apenas levantando la mirada de su celular.

—Bien, es una buena idea —respondió con indiferencia, sin dejar de mirar la pantalla. Sin embargo, estaba al tanto de que algo tenía que cambiar. Finn no era solo un "animal" al que debían controlar. Quizá era momento de pensar en cómo hacer que realmente se sintiera parte de la familia.

Amy suspiró y caminó hasta la ventana, mirando al patio.

—Es necesario, por su seguridad. No quiero que se escape por accidente. Y aunque no lo creas, estoy empezando a pensar que necesita más espacio.

Josh la observó de reojo, antes de bajar la mirada nuevamente a su celular.

—Lo que sea necesario para que esté tranquilo. Solo asegúrate de que no se nos escape...

El ambiente se quedó en silencio por un momento, con Amy reflexionando sobre las palabras de Josh, mientras Finn terminaba su comida y se acercaba a ella buscando caricias.

Amy miró a Josh, su rostro expresaba una mezcla de frustración y enojo mientras observaba su indiferencia hacia Finn. Algo en su actitud le había estado molestando durante todo el día, y no podía seguir ignorándolo.

—No entiendo qué te pasa —dijo, la voz tensa—. No es un hijo, Josh. Es un perro, y lo estás tratando como si fuera un ser humano. No me gusta cómo lo haces. ¿Qué va a pasar si sigues tratándolo así? ¿Lo vas a mimar y consentir hasta que creas que tiene la misma importancia que nosotros?

Josh, que había estado absorto en su teléfono, levantó la mirada, algo molesto, pero no entendía el punto de Amy. La tensión aumentó y la conversación comenzó a subir de tono.

—Es un miembro de la familia —respondió con desdén, sin querer reconocer la frustración de Amy—. Si voy a tratarlo así, es porque lo quiero. No veo por qué te molesta tanto. Tú también lo mimaste.

Amy frunció el ceño, la ira crecía en su pecho. No podía soportar que Josh siguiera viéndolo solo como un "mascota" mientras él se volcaba completamente en cuidarlo, mientras a ella le dejaba de lado.

—¡No es lo mismo, Josh! —gritó, su voz quebrada por el enojo—. Es tu puto perro, no nuestro hijo. Y si sigues con esa actitud, lo voy a sacar de la casa y me da igual lo que digas. ¡Ya basta! No solo me ignoras, sino que también estás descuidando nuestra relación. Ya casi no trabajas, y cuando lo haces, es solo para consentirlo. ¿Qué pasa conmigo? ¿Con nosotros? ¿Sabes lo que me molesta? Que crees que todo es sobre él, y yo... yo soy la que estoy aquí, contigo.

El grito de Amy resonó en la casa, y Josh se quedó en silencio, mirando la furia en sus ojos. No sabía cómo reaccionar, porque no entendía por completo lo que Amy estaba diciendo. Pero en lo más profundo sabía que la situación entre ellos se estaba complicando, y su indiferencia hacia las preocupaciones de Amy lo estaba distanciando aún más de ella.

Amy, en un arranque de frustración, dejó escapar una última palabra con veneno:

—Si no sabes equilibrar todo esto, no quiero saber nada.

La pelea entre Josh y Amy se intensificó rápidamente, sus voces llenaban el aire de la casa, la tensión palpable en cada palabra que se lanzaban como dagas.

—¡Es que no entiendes nada, Amy! —gritó Josh, su rostro tenso y la mandíbula apretada, mientras sus manos se apretaban en puños—. ¡Solo estoy tratando de darle lo que necesita! ¿Es tan difícil entender que me importa?

—¡No me importa que lo cuides, Josh! —respondió Amy, sus ojos brillando de ira, las lágrimas amenazando con salir—. Pero ya basta. ¡Ya basta de tratarlo como si fuera tu puto hijo! ¡Nosotros somos los que estamos aquí! ¡Nosotros somos los que necesitas! Y tú, sigues dejando todo por ese animal, mientras yo aquí me rompo la cabeza pensando en todo lo que no estamos resolviendo... ¡No sé qué más decirte! ¡Me estoy cansando de esto!

Josh respiró con dificultad, su paciencia estaba al límite, y las palabras de Amy lo golpeaban más fuerte de lo que quería admitir. No entendía por qué se sentía tan atacado, pero la sensación de estar perdiendo el control sobre lo que él pensaba que era un simple acto de amor lo estaba volviendo loco.

—¡No lo entiendes, Amy! ¡Es que todo lo que hago está mal! ¡Nada de lo que hago es suficiente para ti! —gritó, furioso, señalando a Finn que estaba cerca, ignorante de la pelea—. ¡No es solo un perro! ¡Lo quiero, y no voy a dejar que lo trates como algo que no importa!

Amy se acercó rápidamente a él, su rostro enrojecido por la rabia y la frustración, y le clavó una mirada llena de dolor.

—¡¿Y qué hay de mí?! —gritó, su voz quebrada por la ira—. ¡¿Qué hay de nosotros?! ¡Yo también quiero que me pongas atención! ¡Pero cada vez que lo miro, veo cómo te entregas a él y me dejo de lado! ¡Y no sé cómo más explicártelo, Josh! ¡Ya basta!

El ambiente se volvió insoportable, las palabras colisionaban y el amor que una vez compartieron se diluía entre las discusiones. La pelea estaba tomando un giro más oscuro, y ninguno de los dos sabía cómo salir de allí. Ambos se miraban, llenos de enojo, pero también con el miedo de no encontrar una salida, como si su relación estuviera al borde del abismo.

La casa, que había sido un refugio, ahora parecía un campo de batalla.

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×~Aprender A Sentir~×Where stories live. Discover now