Josh y Amy se sentaron en su habitación, la puerta cerrada y el silencio reinando en el espacio. La luz suave de la lámpara de la mesita de noche creaba sombras tranquilas en las paredes, y ambos sabían que, al menos por ahora, era momento de hablar y aclarar las cosas. A pesar de la tensión que aún se respiraba en el aire, intentaron mantener las voces lo más bajas posibles, sin querer que Finn, aún escondido bajo la cama, los escuchara y pensara que las discusiones continuaban.
—Lo siento,— dijo Amy con un suspiro, mirando a Josh con sinceridad. —Sé que te he presionado mucho, y sé que Finn no es un... pero me asusté. Estaba viendo cómo las cosas se estaban descontrolando, y no sabía qué hacer.—
Josh la miró y le dio un pequeño asentimiento, una sonrisa triste cruzó su rostro. —Yo también me dejé llevar,— admitió. —No debería haber sido tan duro con él, ni haberte presionado de esa manera. Es mi culpa también. Pensé que estábamos en el mismo canal, pero todo se salió de control.—
Amy tomó un respiro profundo, sintiendo que al fin podía hablar sin sentirse atacada o culpable. —Lo que pasa es que a veces me siento atrapada entre lo que ambos queremos. Y Finn... él no es como una mascota común. Lo veo más como... un ser que necesita paciencia, amor. No un proyecto o un capricho.—
Josh asintió, dándose cuenta de que Amy tenía razón. —Tienes toda la razón. Finn necesita tiempo, y no lo estábamos dándole. Estaba esperando resultados rápidos, pero eso no es justo para él. No lo es.—
La conversación fue una liberación, un alivio para ambos. Estaban entendiendo que, para que la relación con Finn funcionara, no podían imponer sus propios ritmos. Era un proceso. Un proceso que debía estar lleno de paciencia y de comprensión mutua.
—Lo importante es que lo entendemos ahora,— dijo Josh, mirando a Amy con una nueva determinación. —No vamos a forzarlo más. Vamos a hacer esto bien, paso a paso, como debe ser.—
Amy le sonrió, su rostro suavizándose con la calidez de esas palabras. —Sí, lo haremos bien. Por Finn, por nosotros.—
Y, aunque sabían que el camino por delante sería lento y lleno de obstáculos, algo en su corazón les dijo que todo saldría bien. Porque, por fin, habían aprendido a escuchar y comprender al otro. La reconciliación no solo fue con palabras, sino con la firme resolución de tratar las cosas con más empatía, más paciencia. De ahí en adelante, Finn, aunque aún asustado, tendría a dos personas dispuestas a hacer lo necesario para ganarse su confianza, paso a paso.
Meses después, la casa estaba más tranquila, pero había una sensación de vacío que rondaba por los pasillos. Amy, aunque feliz por su embarazo, no podía evitar notar el cambio en Finn. Él ya no era el mismo de antes. Había salido finalmente de debajo de la cama, pero algo en su comportamiento había cambiado irreversiblemente.
Finn ya no corría ni saltaba de alegría cuando veía a Josh o Amy. Su cola ya no se movía con entusiasmo como solía hacerlo. Cuando Josh le daba una orden, él la obedecía sin resistencia, pero de manera mecánica, casi como si fuera una acción programada en su ser. Ya no mostraba esa chispa de curiosidad que tenía antes; su mirada era vacía, perdida, como si se hubiera rendido a la monotonía de su existencia. Ya no se acercaba a investigar las cosas, ni parecía interesado en explorar lo que había a su alrededor. Incluso sus juegos y travesuras se habían ido, reemplazados por una calma casi inquietante.
Amy observaba esto con pesar. Sabía que Finn había sido afectado por sus conflictos anteriores, pero jamás imaginó que su mascota pudiera cambiar de esa manera. El pequeño híbrido parecía estar atrapado en una especie de estado de sumisión total, sin voluntad propia. Los recuerdos de cuando Finn era curioso y travieso aún estaban frescos en su mente, y la idea de ver su espíritu apagado la atormentaba.
Aunque el ambiente había cambiado, algo faltaba. Había un vacío en la casa que no se podía llenar solo con la noticia de un nuevo bebé en camino. Finn, el que alguna vez fue tan lleno de vida, ahora parecía estar atrapado en una existencia sin brillo, sin los ojos llenos de curiosidad y emoción que una vez mostraba.
Amy y Josh miraban a Finn con la esperanza de que algún día pudieran devolverle esa chispa de vida, pero sabían que no sería fácil. Había algo roto en él, algo que quizás no podrían sanar con el tiempo. Pero, por el momento, seguían ahí, intentando ofrecerle lo mejor que podían, aunque a veces parecía que la batalla por devolverle su alma perdida ya estaba perdida.
Amy observaba desde la puerta, su corazón se partía al ver cómo Finn estaba completamente perdido en sus emociones, como si no pudiera comprender del todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.
—Finn... si quieres, puedes acercarte a mi vientre,— dijo Amy con voz suave, intentando ofrecerle algo de consuelo. —Sabes que estamos aquí para ti, siempre lo hemos estado.—
Pero, en lugar de acercarse, Finn se quedó quieto, sus ojos se cristalizaron en una mirada vacía, casi como si no pudiera procesar lo que Amy le ofrecía. Después, sin previo aviso, dio media vuelta y corrió hacia una habitación, refugiándose en su dolor.
Josh, que había estado observando en silencio, rápidamente se levantó y fue detrás de él. Al encontrarlo en la esquina, estaba agachado, con la cabeza entre sus manos, sollozando silenciosamente. Su cuerpo temblaba de tal forma que Josh temió que pudiera quebrarse bajo el peso de sus propias emociones.
Finn...— Josh murmuró, al acercarse. —No tienes que hacerlo solo. Estoy aquí.—
Al escuchar su voz, Finn levantó la cabeza por un breve momento, sus ojos brillando con lágrimas, pero rápidamente volvió a esconder su rostro entre sus brazos, como si intentara protegerse de algo invisible.
Josh se arrodilló junto a él, sin dudarlo. Sabía que no podía forzarlo a que dejara salir su dolor, pero también entendía que no podía permitir que se hundiera más en la desesperación. —Lo siento, Finn... lo siento tanto,— susurró mientras extendía los brazos para abrazarlo con suavidad.
Finn, al principio, gruñó, su cuerpo tenso y sus dientes apretados, como si sintiera una amenaza en el contacto de Josh. Pero Josh no retrocedió, al contrario, lo rodeó con sus brazos, acariciando su espalda, sin soltarlo. —Sé que estás sufriendo, Finn. Sé que todo esto te duele. Pero no estás solo. No te voy a dejar.—
Finn intentó morderlo, pero sus fuerzas parecían flaquear. La mordida fue débil, casi sin fuerza, y poco a poco, el gruñido se fue apagando. Josh siguió acariciando su espalda con calma, sin presionar, sin apresurarse. Finalmente, Finn aflojó la mordida y, con un sollozo ahogado, escondió su rostro en el abrazo de Josh.
Las lágrimas de Finn caían libremente, empapando la camiseta de Josh. No había palabras entre ellos, solo el sonido de los sollozos y el susurro de Josh, que le decía una y otra vez que todo iba a estar bien. Aunque Finn no entendía completamente lo que sucedía, en ese momento, parecía encontrar algo de consuelo en los brazos de Josh. Era un consuelo silencioso, una promesa de que, a pesar de todo, él no estaría solo.
Amy observaba desde la puerta, sintiendo una mezcla de dolor y esperanza. Quizás aún había algo dentro de Finn que podía ser sanado, algo que podían recuperar. Pero sabía que el proceso sería lento, que llevaría tiempo. Y mientras tanto, lo único que podían hacer era seguir allí, acompañándolo, sin importar cuánto tardara en sanar.
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×~Aprender A Sentir~×
Science FictionComenzamos la historia con una mujer llamada Amy la cual ya cansada de estar ella Sola solo con Josh de compañía decide ir a una tienda de mascotas "híbridas".