Prólogo: La sombra en la pared.

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Desde que tenía memoria, Eliana veía algo que los demás no podían ver. En las noches, cuando las luces se apagaban y el mundo se llenaba de silencio, una sombra se deslizaba por su habitación. Al principio creyó que era su imaginación o un simple juego de luces y oscuridad, pero con el tiempo entendió que no estaba sola.

La sombra no era como las demás. No se quedaba estática en las esquinas ni se disipaba al amanecer. Siempre estaba ahí, acechando, observando. A veces sentía su presencia detrás de ella, otras veces al pie de su cama. Sin embargo, no le tenía miedo. Había algo curioso, casi familiar, en aquella silueta oscura.

A los ocho años, Eliana decidió hablarle.
—Sé que estás ahí. ¿Quién eres? —susurró, su voz temblando levemente.

La sombra no respondió, pero aquella noche pareció moverse más cerca, casi como si quisiera entenderla.

Con los años, Eliana aprendió a convivir con su extraña compañera. Mientras sus amigas hablaban de muñecas y sueños infantiles, ella se preguntaba si las sombras podían sentir, si podían pensar.

Fué a los diecisiete cuando todo cambió. Una noche, mientras leía tranquilamente bajo la tenue luz de su lámpara, la sombra se materializó ante sus ojos. Lentamente, como si el aire mismo tomara forma, apareció un joven de mirada profunda y rasgos que parecían moldeados por la penumbra.

—Soy Aiden —dijo con una voz baja, casi un murmullo que resonó en el corazón de Eliana.

Ella no supo qué decir. Por primera vez en su vida, se sintió vulnerable, pero no por miedo, sino por la intensidad de aquellos ojos oscuros que parecían conocer cada rincón de su alma, dando comienzo a una historia que desafiaría las leyes del día y la noche.

(...)

El Sr. de la oscuridad & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora