Capítulo 4: El precio de la oscuridad

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Los días que siguieron al ataque de las sombras cazadoras fueron una mezcla de tensión y descubrimiento. Aiden rara vez se separaba de Eliana, siempre alerta, siempre vigilando las esquinas donde la luz no llegaba. Aunque no lo decía en voz alta, Eliana sabía que él temía otro ataque. Pero lo que más la inquietaba era la mirada perdida de Aiden, como si estuviera planeando algo que no quería compartir con ella.

Una noche, mientras la luna brillaba intensamente y proyectaba su luz plateada sobre la habitación, Eliana decidió confrontarlo.
—Aiden, dime la verdad. —Sus ojos lo buscaron, serios pero llenos de preocupación—. ¿Qué estás planeando?

Aiden, que estaba de pie junto a la ventana, se volvió hacia ella. Su rostro estaba parcialmente cubierto por las sombras, pero sus ojos brillaban con una mezcla de duda y resolución.
—Hay una forma de enfrentarlas —dijo finalmente, con voz baja—. Pero no estoy seguro de que quieras oírlo.

Eliana se cruzó de brazos, adelantándose un paso.
—Estoy cansada de que intentes protegerme de todo. Si hay algo que puedo hacer, quiero saberlo.

Aiden suspiró, como si el peso de las palabras que estaba a punto de decir lo aplastara.
—Eliana... —comenzó, su voz temblando ligeramente—. Hay un ritual. Uno que podría darte acceso al mundo de las sombras. Podrías convertirte en algo... como yo.

El corazón de Eliana dio un vuelco.
—¿Convertirme en una sombra? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Aiden asintió lentamente.
—Sí, pero no sería como encender un interruptor... Es un cambio permanente. Tu cuerpo, tu alma, todo lo que eres, estaría ligado a la penumbra. Ganarías poder, sí, pero también perderías algo de tu humanidad.

Eliana sintió un escalofrío. La idea de abandonar su humanidad era aterradora, pero al mismo tiempo, había algo en sus palabras que la intrigaba.
—¿Qué perdería exactamente?

Aiden bajó la mirada, evitando sus ojos.
—No lo sé con certeza. Algunos pierden sus recuerdos. Otros pierden la capacidad de sentir ciertas emociones, como el amor o la alegría. Las sombras... no son humanas, Eliana. Y nunca volverías a ser completamente tú misma.

El silencio se apoderó de la habitación. Eliana sentía su mente luchar contra aquella decisión imposible. Pero luego miró a Aiden, y en sus ojos vio algo que la hizo tomar una decisión. Era más que miedo; era desesperación. Él no podía hacerlo solo, y ella no podía quedarse al margen mientras él se enfrentaba a algo que lo superaba.

—Hazlo —dijo finalmente, su voz firme.

Aiden la miró, sorprendido.
—¿Estás segura? Una vez que comencemos, no habrá marcha atrás.

Eliana asintió.
—Sí. No voy a dejar que luches solo, Aiden. Si esto es lo que necesito para protegernos, entonces lo haré.

Aiden la miró con una mezcla de admiración y tristeza.
—Muy bien. Pero debes saber que este ritual no es algo que podamos hacer aquí. Necesitamos ir al corazón de la penumbra, al lugar donde las sombras nacen.

Eliana tragó saliva, pero mantuvo la mirada fija en él.
—Llévame.

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El viaje al corazón de las sombras

La noche siguiente, Aiden llevó a Eliana al bosque, lejos de las luces de la ciudad. El paisaje era inquietantemente silencioso, como si el mundo contuviera el aliento mientras los dos avanzaban hacia su destino.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Eliana, mirando las sombras que parecían danzar entre los árboles.

—Este es el umbral —respondió Aiden—. Aquí es donde el mundo humano y el de las sombras comienzan a mezclarse. Una vez que crucemos, no habrá vuelta atrás.

Eliana asintió, respirando hondo para calmar sus nervios.
—Estoy lista.

Aiden extendió una mano hacia ella.
—Toma mi mano y no la sueltes. No importa lo que veas o escuches, no te detengas.

Eliana tomó su mano con fuerza, y juntos dieron un paso adelante.

Al instante, el mundo cambió. El bosque desapareció, reemplazado por un paisaje oscuro y retorcido. El suelo era negro como el carbón, y el cielo estaba cubierto de un manto gris opaco. Sombras de diferentes formas y tamaños se movían a su alrededor, susurrando en un idioma que Eliana no entendía.

—¿Dónde estamos? —preguntó, aferrándose aún más fuerte a la mano de Aiden.

—En el núcleo de las sombras. Aquí es donde se originan, donde su poder es más fuerte.

Aiden la guió hasta un círculo marcado en el suelo, rodeado de símbolos que parecían cambiar de forma cada vez que los miraba.

—Ponte en el centro —le dijo—. Una vez que comience el ritual, no te muevas, sin importar lo que pase.

Eliana obedeció, sintiendo cómo el aire a su alrededor se volvía pesado, casi sofocante. Aiden comenzó a recitar palabras en un idioma desconocido, y las sombras que los rodeaban se acercaron, moviéndose como olas en un océano oscuro.

De repente, sintió un dolor agudo en el pecho, como si algo estuviera arrancándole el aliento. Quiso gritar, pero su voz se perdió en el vacío. Las sombras comenzaron a envolverla, y en su mente, imágenes de su vida comenzaron a parpadear: su infancia, los momentos felices, los días oscuros... y luego, Aiden.

Por un momento, sintió que lo perdía todo. Pero entonces, una voz resonó en su interior, clara y firme.

No te rindas.

Era la voz de Aiden, aunque no estaba segura de si lo había dicho en voz alta o si era su mente aferrándose a él.

Finalmente, el dolor disminuyó, y las sombras se retiraron. Cuando abrió los ojos, todo estaba en silencio. Miró sus manos, que ahora parecían estar cubiertas por un tenue velo de oscuridad, y sintió que algo dentro de ella había cambiado.

Aiden se acercó lentamente, sus ojos llenos de preocupación.
—¿Eliana?

Ella levantó la mirada hacia él y sonrió débilmente.
—Estoy bien.

Aiden dejó escapar un suspiro de alivio.
—Eres... una de nosotros ahora.

Eliana asintió, sintiendo el nuevo poder que corría por sus venas.
—Y ahora... enfrentaremos lo que venga juntos.

Sin embargo, mientras se preparaban para regresar, un eco resonó en la distancia, una risa fría y cruel que hizo que Aiden se tensara de inmediato.

—¿Qué es eso? —preguntó Eliana.

Aiden apretó la mandíbula.
—El verdadero peligro... La verdadera persecución apenas comienza.

(...)

El Sr. de la oscuridad & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora