Capítulo 2: Un susurro en la penumbra

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Eliana no podía dejar de pensar en Aiden. Desde aquella noche en que él emergió de las sombras, su mente era un torbellino de preguntas. Había algo en él que le fascinaba y aterraba a partes iguales. Necesitaba respuestas, pero no quería presionarlo. Sin embargo, sabía que tarde o temprano él tendría que contarle la verdad.

Una noche, mientras la luna se ocultaba tras un manto de nubes, Aiden apareció en su habitación sin previo aviso. Eliana, acostumbrada ya a su presencia, apenas se sobresaltó. Él la observó en silencio durante unos segundos antes de hablar.

—¿Quieres saber quién soy en realidad? —preguntó con voz grave.

Eliana asintió lentamente.
—Sí... Quiero saber por qué estás aquí, cómo llegaste a mí.

Aiden suspiró, y por primera vez, Eliana notó una sombra de melancolía en su rostro. Se sentó en el suelo, justo donde la luz de la lámpara no podía alcanzarlo, y comenzó a hablar.

—Hace mucho tiempo, yo no era más que una sombra más entre las muchas que existen. Somos criaturas que nacen en los lugares donde la luz no llega, en los rincones olvidados del mundo. No tenemos nombre, ni propósito. Solo existimos. Pero... yo siempre fuí diferente.

Eliana lo miró fijamente, intrigada.

—¿Diferente cómo? —preguntó.

Aiden sonrió con amargura.
—Las sombras no sienten. No aman, no sueñan, no anhelan. Pero yo... siempre lo hice. Desde el primer momento que existí, sentí que había algo más allá de las penumbras, algo que debía encontrar. Pasé siglos vagando entre las sombras, observando a los humanos, tratando de entenderlos. Veía su luz, su calidez... y me fascinaba.

Eliana escuchaba en silencio, sin interrumpirlo.

—Una noche, hace muchos años, te ví por primera vez —continuó Aiden, su voz suavizándose—. Eras solo una niña, apenas un destello en un mundo lleno de oscuridad. Pero había algo en tí... algo que me hizo detenerme. Mientras las demás sombras seguían su camino, yo no pude apartar la vista.

—¿Por qué yo? —preguntó Eliana, sintiendo un nudo en la garganta.

—No lo sé con certeza —admitió Aiden—. Tal vez fué tu risa, o la forma en que mirabas las estrellas. Tal vez fué la soledad que ví en tus ojos, tan parecida a la mía. Lo único que sé es que, desde ese momento, no pude dejarte.

Hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Al principio, sólo te observaba desde lejos, te veía jugar, reír, llorar... Vivías una vida tan llena de emociones que me resultaba imposible no sentirme atraído. Pero luego... llegaron las noches oscuras, las pesadillas, los momentos en que te sentías sola. Fué entonces cuando decidí acercarme, no podía hablarte, no podía tocarte, pero podía estar ahí. Podía ser tu sombra, tu refugio en los momentos de miedo.

Eliana sintió un escalofrío. Recordó las noches de su infancia en que sentía una presencia reconfortante, como si alguien velara por ella. Ahora sabía que era Aiden.

—¿Nunca te arrepentiste? —preguntó en voz baja.

Aiden negó con la cabeza.
—No, aunque mi decisión tuvo consecuencias.

Eliana frunció el ceño.
—¿Consecuencias?

—Las sombras no deberían involucrarse con los humanos —explicó él, su voz teñida de gravedad—. Hay leyes en nuestro mundo, reglas que no deben romperse. Al quedarme contigo, rompí todas esas reglas. Renuncié a mi lugar entre las sombras, y ahora soy... algo en el limbo. No soy completamente sombra ni completamente humano.

Eliana lo miró con una mezcla de asombro y tristeza.
—¿Y todo eso lo hiciste por mí?

Aiden asintió lentamente.
—Por ti, sí. Pero no me arrepiento, porqué aunque he perdido todo lo que conocía, contigo he encontrado algo que nunca pensé que tendría: un propósito.

El silencio llenó la habitación. Eliana sentía que las palabras de Aiden la envolvían, como si cada una de ellas llenara los vacíos que había sentido toda su vida.

Finalmente, rompió el silencio.
—Gracias —dijo, con los ojos brillantes—. Por todo.

Aiden la miró, y por primera vez, su expresión no estaba teñida de melancolía. Había una chispa de esperanza en su mirada.

—Eliana, hay algo que debes saber —dijo después de un momento—. Ahora que he roto las reglas, no estoy a salvo. Y tú... tú tampoco lo estás.

El corazón de Eliana dió un vuelco.
—¿Qué quieres decir?

—Las sombras no me han olvidado. Vendrán por mí, y cuando lo hagan, intentarán llevarme de vuelta a su mundo. Pero si no pueden atraparme... podrían intentar hacerte daño a ti.

Eliana lo miró fijamente, con determinación en los ojos.
—No voy a dejar que te lleven, Aiden. Si decidiste quedarte conmigo, yo haré todo lo que pueda para protegerte.

Aiden sonrió, aunque había tristeza en su expresión.
—Tal vez eres más fuerte de lo que yo imaginaba.

Esa noche, mientras las sombras se alargaban en la habitación, Eliana tomó una decisión: no importaba lo que tuviera que enfrentar, no dejaría que nadie apartara a Aiden de su lado.

Y aunque no lo sabía, aquel juramento cambiaría su vida para siempre.

(...)

El Sr. de la oscuridad & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora