Capítulo 29

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Jungkook POV

Y así pasa...

La necesidad de besarlo se vuelve abrumadora, y cierro la brecha entre nosotros.

─Córrete por mí, cariño ─, le digo, con mis labios susurrando contra los suyos ─. Hazlo.

La boca de Jimin vuelve a chocar contra la mía al oír mi orden, luchando una vez más por el dominio, aunque renunciando, al mismo tiempo, a su control. Una aguda punzada de dolor envía un rayo de lujuria directo a mi polla cuando sus dientes se hunden en mi labio inferior hasta extraerme sangre.

Es despiadado y carnal, sí.

Pero también somos nosotros.

Mi lengua recorre la herida, el sabor cobrizo inunda mi boca mientras la suya se zambulle entre mis labios en busca de otro bocado. Invade cada uno de mis sentidos mientras machacamos, empujamos, luchamos y follamos. Mientras él es quien explora cada centímetro de mí.

─Mierda ─, suelta en un suspiro torturado, al llegar al punto de no retorno. Mostrando los dientes, me acarició cada vez más fuerte hasta que el semen sale a chorros de mi polla, cubriéndome la mano y el vientre. Me dejo llevar por el orgasmo, mi culo se contrae a su alrededor y me hace entrar en mi propia espiral. En caída libre, la tensión en la base de mi columna crece y crece hasta que ya no puedo más.

Y entonces él se hace añicos. Se viene conmigo.

Mientras me aprieto a su alrededor, alargando su clímax hasta que se queda jadeando y sin aliento encima de mí.

Lo beso una vez. Dos veces. Tres veces antes de juntar nuestras frentes, nuestras respiraciones mezclándose en el espacio entre nuestros labios mientras flotamos de vuelta a la Tierra.

─Me acabas de dar las llaves de un maldito reino─, susurro contra sus labios ─. Lo sabes, ¿verdad?

Suelta una carcajada ronca. ─No te hagas ilusiones.

Oh, pero ahora estoy lleno de ideas. Después de esto, ¿cómo no voy a estarlo?

Sin embargo, con todas estas ideas vienen pensamientos errantes. Pensamientos que sé que no debería tener. No después del sexo, nunca. No cuando se trata de lo que siento por Jimin. Porque no debería sentir nada por él. Desde luego, no la emoción que actualmente circula por mi torrente sanguíneo como una droga.

Tengo dos palabras traviesas en la punta de la lengua, suplicando que las diga. Esperando a que les insufle vida liberándolas de la soledad de mi cerebro.

Aunque no puedo hacerlo.

Enamorarse no era parte del trato. Demonios, fui yo quien fue y le dijo que no se enamorara de mí, y sin embargo aquí estoy haciendo exactamente eso. Atrapando sentimientos en una relación de follamigo, como un maldito aficionado.

Y aunque hayamos tirado reglas a diestro y siniestro, dudo que esto sea algo que podamos pasar por alto. No por mucho tiempo, o me arriesgaré a destrozar mi propio corazón por unos minutos de felicidad temporal.

Así que guardo esos pensamientos traviesos y errantes bajo llave y hago todo lo posible por tirar la llave antes de que vean la luz del día.

Le doy un beso suave y persistente en los labios antes de soltarme. Me cuesta un esfuerzo obsceno despegar mi cuerpo de la cama y alejarme de él, pero lo consigo. Él no tarda en seguirme, levantándose de la cama en busca de una toalla para limpiarse.

─¿Piensas obligarme a abrazarte? ─, me pregunta.

Como no respondo enseguida, se gira y me encuentra mirándole el culo.

─Por supuesto ─, le digo, volviendo a ponerme los calzoncillos como si no me hubieran pillado mirando su trasero ─. No hay forma de que te libres después de esto.

Se limita a sonreír y a poner los ojos en blanco mientras sigue limpiándose.

Sigo preparándome para ir a la cama, amontonando la ropa y metiéndola en el bolso antes de quitarme las sábanas. Al hacerlo, el bote de lubricante que aún está sobre la cama vuela al suelo y lo agarro. La mesilla de noche de la que lo había tomado antes sigue parcialmente abierta, y estoy a punto de devolverlo a su sitio cuando veo algo dentro del cajón.

Un frasco de pastillas.

Del tipo de los que se venden con receta médica, de color amarillo dorado, con uno o dos comprimidos en su interior.

Me tiembla la mano cuando lo saco del cajón para leer la etiqueta.

En ella encuentro toda la información habitual, el nombre de Jimin, el nombre de su médico -en realidad, el médico del equipo- y el nombre del medicamento.

Vicodin.

Que resulta que sé que es... Un opiáceo.


Se vienen los problemas, gente muejeje





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