32 LIVIA

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—¿enferma? Sí, algo de lo que comí ayer me cayó mal. O tal vez fue la vista. —Aprovecho el momento para alejarme  de mi marido.

Estira el brazo, pero lo hace en cámara lenta, así que no puede alcanzarme. Llego a la cocina y le arrebato el café de la mano a Danilo.

—no tiene espuma. —chillo. Me pica detrás de los ojos y me siento tan estúpida. No sé lo que me pasa. Esto no es normal. Creo que necesito ayuda.

—lo siento, ya no había. —se encoge de hombros, levanta la cabeza y mira detrás de mí. —ah mira quién se dignó a aparecer. Ja. Y con la misma ropa de ayer. No, pues wow. —se burla, pero casi siento en su mirada que siente compasión por mí. Lo odio. Los odio a los dos.

Le doy un sorbo a mi café que no tiene espuma, no puedo disfrutarlo, no me siento bien, que alguien me saque de esta pesadilla por favor.

Me doy la vuelta para ir a mi habitación.

Escucho reclamos que los dos hombres se hacen entre sí, cuando doy vuelta en el pasillo, pero no me concentro en entender nada de lo que dicen. Nada está saliendo como lo planee. Mierda.

Entro a mi habitación, corro a la cama y me acuesto en ella, echa un ovillo, abrazando mis rodillas y escondiendo mi cara del mundo. Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que no creo poder agregar una tragedia más.

Trato de no pensar en las fechas ni en todo el sexo qué tuve con Aarón. El día de la boda creí que tenía más tiempo antes de la próxima inyección, pero creo que me equivoqué. El calendario no miente.

Dios, ¿qué voy a ser si estoy embarazada?

"Madurar por Dios, ¿qué más?"

—Ya deja de torturarme. —Le exijo a mi conciencia en voz alta. Me tapo los oídos con ambas manos, así que no escucho cuando la puerta de mi habitación se abre. Hasta que siento su increíble aroma y su presencia me provoca un escalofrío desde la punta de mi cabello hasta el dedo pequeño del pie.

—¿podemos hablar? —no cabe duda que hay preocupación en su voz, aunque ahora creo que también podría ser culpa.

Es ahora cuando me dice que todo estuvo bien... pero que muchas gracias. ¿No es así?

Es mi momento de pagar por siempre, ser yo la que dejara a todos los hombres en mi vida.

Fue mi turno de enamorarme de uno bueno y perderlo.

Como no le respondo, se sienta a mi lado en la cama y empieza a acariciar mi espalda. Se siente bien. Y lo extrañé tanto que empiezo a sollozar.

—Ángel por Dios, habla conmigo. Me estás asustando. ¿Qué pasa? —¿Qué pasa? Cómo se atreve a preguntar eso. A la primera de cambios traiciona nuestros votos. Pero claro, no debieron ser verdaderos en primer lugar.

—dijiste que siempre sería yo. —las palabras entrecortadas salen de mi boca antes de que pueda detenerlas. Entonces mi cobija desaparece y el brazo de Aarón me levantan hasta que estoy sentada en su regazo. Las lágrimas hacen un camino por mis mejillas hasta mojar su camisa arrugada.

—lo dije y lo sostengo. Te amo Ángel. No tienes una idea de cuánto te extrañe y de lo difícil que han sido mis días desde que llegué aquí. Sin ti. —me susurra con los labios pegados en mi cuello.

—permíteme dudarlo. —sé que no tengo derecho de reclamarle nada cuando le dije que quería corresponder a todo lo que hacía por mí y termine dejándolo solo en su peor momento.

Ahora lo entiendo y no me quejaré si ya es demasiado tarde.

—Ángel, vamos a empezar por el principio, ¿sí? Dime qué haces aquí. ¿Cuándo llegaste?

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