𝓒ap. 32

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

Habían pasado varias semanas ya. Cameron no se había separado de Juliette en estas semanas. No quería dejarla sola sabiendo cómo ella se sentía. Ella ya estaba más tranquila, pero lo que él no sabía es que ella lo empezaba a ver con una perspectiva diferente ahora.

Su amistad se había vuelto más profunda, comprensiva y sólida. Cameron también había confesado algunas cosas que lo tenían mal, por las cuales Juliette también trató de ayudarlo.

Ambos se habían vuelto un refugio emocional el uno al otro, compartiendo momentos significativos, hablando sobre sus sentimientos y apoyándose mutuamente en las respectivas dificultades.

Esa cercanía emocional y el haber estado presentes durante estas difíciles semanas les permitió crear una conexión más fuerte y significativa.

Es como si hubieran llegado a un nivel de entendimiento y empatía que les permitió ser honestos y vulnerables entre ellos.

Hoy día, ambos se encontraban acostados en la cama de Juliette. Estaba lloviendo, pero no era una lluvia fuerte, una lluvia que ponía el ambiente más fresco y tranquilo. Ambos miraban en techo después de lo que había pasado hace poco.

¿Qué pasó? Que ninguno se resistió y ambos se dieron un beso, beso que estuvo a un poco de pasar a otro terreno, pero los dos se detuvieron. Después de eso, quedaron como estaban.

El cuarto estaba en silencio, solo se oía el suave murmullo de la lluvia golpeando la ventana. Ella estaba cerca, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, pero él se mantenía un poco distante, como si un invisible hilo tirara de él, recordándole que no solo era su amiga de toda la vida, sino alguien a quien nunca había visto de esa manera… hasta ahora.

"¿Qué estamos haciendo?", pensó él, mirando a sus ojos, buscando respuestas que no tenía. El roce de sus manos en sus mejillas había sido algo tan natural, casi como un impulso, pero ahora el aire entre ellos estaba cargado de algo más: deseo, pero también duda.

Desde pequeños, siempre se habían apoyado el uno al otro, compartiendo secretos, risas, miedos. Pero esto... esto era diferente. El miedo a perder la amistad, a romper esa confianza tan sólida, lo hizo vacilar.

Ella parecía leerle la mente.

—Si no quieres, está bien —dijo la castaña suavemente, sin apartar la mirada de él. Pero sus palabras no calmaban el torbellino de pensamientos en su cabeza.

Él tragó saliva, sintiendo una tensión nueva entre ellos.

—Es solo que... eres mi mejor amiga —susurró, como si eso pudiera explicar lo inexplicable—. No quiero hacer algo que pueda arruinar todo esto.

Juliette lo miró por un momento largo, como si esperara entender lo que él sentía, lo que él pensaba, antes de dar un paso hacia lo que parecía inevitable.

señor prohibido, tom kaulitz ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora