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Tom Kaulitz

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Tom Kaulitz.

Sabía que a lo mejor mis palabras habían lastimado a Juliette, pero era necesario aclararle las cosas. Nosotros no podíamos tener nada, y eso por muchas razones. La primera y evidente; yo estaba casado.

No quería que ella se ilusione, por nada quería eso, pero al parecer es muy tarde. Juliette era una chica muy atractiva, eso no lo negaba, pero era menor de edad y yo estaba casado.

Además, ese beso fue el último para mí. Últimamente Juliette me hacía sentir cosas diferentes, y yo sabía que esos sentimientos no estaban correctos, por eso tenía que alejarme de ella antes de que todo se fuera al carajo.

Tenía que poner un límite para todo. Nuestra relación docente-alumna tenía que quedarse en eso; yo ser su profesor y ella simplemente mi alumna. Tampoco quería hacerle esto a mi esposa, ella era una buena mujer; a pesar que nuestro matrimonio fue, prácticamente, obligado.

Abrí la puerta de mi casa y luego saqué la llave, para guardarla nuevamente en mi bolsillo.

—Hola, Tamy —solté con una sonrisa al ver como mi perrita corría hacia mí. Cerré la puerta y me arrodillé, ella se lanzó encima de mí y empezó a lamer mi rostro—. Para —reí.

Después Tamy me soltó y volví a incorporarme. Me puse de pie y empecé a caminar hacia dentro de la casa.

—¡Hola, mi amor! —la voz de mi esposa acercándose me sacó de mis pensamientos.

—Hola, Wendy —ambos nos saludamos con un beso en la mejilla. Yo me quité mis zapatos y empecé a caminar hacia mi habitación con los zapatos en la mano.

—¿Dónde estabas? —preguntó siguiéndome hacia la habitación.

—No, normal. Salí con los chicos, ya sabes. No tomamos unas cervezas y luego me vine —odiaba mentirle, pero era necesario. Por nada del mundo quería que supiera que estaba con una chica, mucho menos que era mi alumna.

señor prohibido, tom kaulitz ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora