𝗕𝗜𝗟𝗢𝗚𝗜𝗔 𝗟𝗨𝗖𝗘𝗦 𝗬 𝗦𝗢𝗠𝗕𝗥𝗔𝗦 𝗜 & 𝗜𝗜.
«SINOPSIS COMPLETA DENTRO DEL LIBRO.»
Ella es elegante, inteligente y seductora.
Él cínico, arrogante, sarcastico y según el sexo opuesto el sinonimo de perfección hecha hombre.
La vida de Adela...
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Adelaine.
La cabeza me duele a niveles descomunales, tanto que la sangre que brota de ella ha manchado mi cuello y parte de mi blusa.
Siento los latidos de mi corazón en los oídos, la vista se me nubla cada que trato de enfocar a mi alrededor y el frío hace que mi cuerpo tiembla sin control.
Todo huele a moho y es tan irritante que la nariz me duele. Lo único que logro escuchar son mis propios quejidos de dolor y mis sollozos descontrolados pues la imagen de Marcus no se deja de repetir en mi cabeza.
¿Realmente murió? ¿Cuántos días llevo aquí?
Niego con el miedo apoderarse de mí y de tan solo pensar que eso sea verdad.
Mi bebe tiene que estar tan asustada sin nosotros y ni imaginar a Scarlett.
—Adelaine—la voz hace que mi nombre quede olvidado por el eco del lugar.
Trato de incorporarme pero el sonido de una cadena llama mi atención y de inmediato bajó la vista, uno de mis tobillos está encadenado a la pared.
El nerviosismo invade cada fibra de mi ser al notar que mi gabardina está aun lado de mí, pero no hay rastro de mi medicamento.
—¡Déjame salir de aquí!—Grité asustada, no soy nada sin mi maldito medicamento maldita sea.—¡Vincent!
Jale la cadena sollozando y cada movimiento hacía que los sonidos se perdieran en el eco del oscuro lugar donde solo entraba una pequeña línea de luz.
Un par de risas provino de lo que parecía la puerta de hierro a metros de mí.
Cada parte de mi cuerpo se heló al oír como el cerrojo de la puerta fue manipulado y la sombra alta de Vincent se abrió paso con lentitud hasta donde me encontraba. No usaba uno de los típicos trajes de siempre como el día desde que lo conocí, en cambio una pesada chamarra cubría la mayoría de su cuerpo al igual que los pantalones de mezclilla y las botas de trabajo.
Me sonrió de una manera que causó que todo en mí se alterara a niveles descomunales a causa del miedo que me invadió.
—¿Por qué lo haces?—Me atreví a preguntar, mientras me pagaba más a la pared.
Eleve el rostro cuando se acercó aún más.
—Ya te lo había dicho—retuve el aliento al sentir como las yemas de sus dedos tocaron mi rostro—, eres mía.
—Estas demente—me atreví a susurrar, causando que las facciones de su rostro se contrajeran.
Ahogue un grito de dolor al sentir la manera tan violenta en la que mi rostro se volteo ante su golpe que se repitió al menos tres veces más, mi cuerpo cayó al suelo bajo el sonido de la cadena y sin importarme nada, jadee a causa del dolor y la ira por estar en este lugar, por no saber nada de mi esposo, que a estas alturas, posiblemente esté muerto.
Por mi bebe y hermanos que no sabían de mí.
—¡Tienes que aprender a respetar a un hombre!—Me gritó en la cara tras agacharse.
—¡Vete al infierno!
Me cubrí con los brazos y pateé asustada. Una de sus manos se enredó en las hebras de mi cabello jalando con fuerza.
—Cuando nos vayamos de aquí no te quedará de otra más que aprender a quedarte callada—susurro.
Cerré los ojos de inmediato al sentir como su nariz bajo hasta la piel desnuda de mi cuerpo. ¿Qué fue lo que hice para merecer esto? Todo lo que se dice es verdad, nunca se termina de conocer a las personas y mucho menos a aquellas que fingen a la perfección ser buenas y amables pero son todo lo contrario.
—Vincent—la voz de Flora llega hasta nosotros.
—Te dije que no me molestarás.
—Esto es importante.
De mala gana se incorpora soltándome.
¿Qué es lo que le hice a Flora? ¿La trate mal? ¿Es por mi hermano? ¿Por qué se presta para este tipo de situaciones donde se daña a la persona?
La cabeza me punza y trato de que los temblores de mi cuerpo no me delaten por completo. ¿Dónde está mi medicamento?
—¿Qué es lo que pasa?—Lo escucho preguntar cuando llega a la puerta.
—Todos los caminos han sido cerrados, las vías de los trenes y los aeropuertos por igual—trata de sonar tranquila, pero su voz delata lo nerviosa que está.
Me están buscando.
Mi familia me está buscando, aquello hace que las lágrimas vuelvan a nublarme la vista.
—No te preocupes, tenemos el otro recurso, diles que lo traigan.
—Está bien.
Cuando veo que ella se marcha, Vincent se queda en el marco de la puerta, con una sonrisa triunfante que logra confundirme.
—Para mí es un honor tener a la Duquesa de Vaselli conmigo—él ríe ante mi título—, y de paso a la hermana del Duque.
—¿Qué?
Su carcajada opaca mi pregunta y poco a poco, logró oír cómo arrastran algo encadenado. ¿Hermana? ¿Angie? No, ella está en otro lugar, lejos de todo este desastre.
Trato de pensar en que es así, pero toda esperanza desaparece cuando dos hombres entran y bajó la vista al cuerpo inconsciente de Angelique que es arrastrado hasta donde me encuentro y después encadenado de nuevo.
—Logre interceptar el viaje de Angelique Dassaúlt y por un simple cheque es que ella está aquí con nosotros—vuelve a reir—, dime si no es magnífico.
Me acerco a ella despejando su rostro y buscando con desesperación su cuello hasta que logró encontrar su pulso, está viva, ella es tan fuerte.
—¿Que nos vas a hacer?
—A ella nada—la señala—, es mi boleto para chantajear a todos y que habrán este jodido país, por tú te irás conmigo.
Trague saliva, es imposible que esto vaya a suceder, nadie lo va aceptar. Mi hija y hermana me necesitan.
—Estás equivocado.
—Ya lo veremos, cariño. Recuerda que la heredera al trono está en el palacio y es todo lo que a ellos les importa.
Mentira.
Todo lo que dice son solamente mentiras.
Nadie va a aceptar un trueque, ¿o si?
—Vete haciendo a la idea de que esto acabará muy pronto y de que nosotros nos iremos del país.
Sin más se alejó a paso tranquilo hasta que salió y el cerrojo de la puerta volvió a sonar, dejándome nuevamente con la soledad de mis pensamientos. Me acerqué más a mi cuñada buscando su mano y tomándola a pesar de los temblores que comenzaban a invadir mi cuerpo, vamos a salir las dos de aquí, de eso estoy segura.
Porque ella es Angelique Dassaúlt y no se rinde, y porque estando a su lado, me armo más de valentía para luchar.